miércoles, 5 de noviembre de 2008

La gran tomadura de pelo


Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda.”
- Jean de la Fontaine


Parece que fue ayer, pero fue exactamente hace un año cuando, en una fiesta, una buena amiga se me acercó con pasos veloces y, sujetándome del brazo, me preguntó si ya había votado. Yo, desde luego, cobarde por naturaleza y por convicción, aterrado al verme convertido repentinamente en una especie de semáforo con luz roja donde todos los invitados se detenían a hacer la misma pregunta, me dispuse a dar la respuesta que hasta ese momento me había salvado el pellejo de los panistas, priístas, perredistas y (créalo o no) socialdemocratacampesinistas que con cerveza en mano y siempre en grupos de cinco o seis personas me escrutaban con mirada virulenta esperando que de mi boca saliera el nombre del candidato presidencial por el que ellos no votaron, para que de una justificada y buena vez tuvieran licencia para partirme todo lo que se llama cara.

-Ejem... hum... eh, ayer me asaltaron unos enmascarados en el parque de San Román, se llevaron consigo mi credencial de elector –dije por enésima vez en la noche. 

Mi amiga me miró tan consternada que por un instante pensé que mi coartada había caducado.

-O sea, helloooou, puedes votar por internet, que looooser eres –dijo, poniendo los ojos en blanco y llevándose la mano derecha a la frente formando con sus largos dedos índice y pulgar una letra ele mayúscula. 

La piel se me erizó, no pude evitar imaginar a los candidatos presidenciales frente a una computadora con sus respectivos hackers de rigor triplicando mágicamente sus votos, sin embargo, mi amiga me sacó de mi error poniéndome al corriente de que a lo que ella se refería en realidad era a una página de Internet que estaba realizando una votación para elegir las siete nuevas maravillas del mundo.

-Tienes que votar por Chichén –dijo clavándome sus ojos como un par de puñales, y antes de irse a la barra bamboleando las caderas, agregó-: tienes hasta julio próximo para hacerlo.    

Quién se hubiera imaginado que la idea de un fulano que trabajó hace años en la UNESCO, rendiría semejantes frutos: inventar una ceremonia falsa en la que se le hiciera creer a todo mundo que, pese a no tener las más mínimas nociones de arquitectura o historia, tiene la capacidad de determinar cuáles son las siete edificaciones más importantes del mundo, como si la cosa se tratara de decidir si La Chiva o La Mapacha deben abandonar la casa de Big Brother por putarracas. Y todo el mundo se une en esta locura colectiva, incluido el juvenil galanazo periodista y analista político Carlitos Loret de Mola, vestido con su guayabera blanca actuando como si no hubiera noticias más importantes qué reportar, animando a su teleaudiencia de señoras menopáusicas para que voten por la pirámide de Chichén Itzá.

Es increíble la manera en que los medios “serios” han caído en la trampa, y que pese a que el concurso no tiene ninguna validez o sustento por parte de la UNESCO (basta investigar un par de minutos para descubrir que lo han orquestado particulares que repararon en que la idiotez de las masas es tanta que podían lucrar con ella), en vez de hablar acerca de la naturaleza fraudulenta de esta farsa, están ahí, siguiendo la corriente, dándole a la chusma por su lado, y no sólo eso, también desembolsando una gran cantidad de dinero por hacerse de los derechos de transmisión de la ceremonia de premiación.

Ignoro si en el resto del mundo se habrán tomado en serio esta tomadura de pelo, pero lo que es en México, nos brilla el coco de lo calvos que ya estamos. Basta encender la televisión para ver en cada noticiero, programa y anuncio a algún merolico azuzando a los televidentes a votar por la pirámide de Chichén Itzá. También es de poner los pelos de punta entrar al Messenger e invariablemente toparte con un algún conocido que en su nickname te diga que votes por Chichén. Lo mismo es de llamar la atención que en la calle te aborde un amigo y te haga la pregunta obligada: “¿Ya votaste?”. Y eso de ya votaste no deja resquicio o posibilidad alguna de que tu voto hubiera podido ser para otra edificación que no sea la pirámide de Chichén Itzá, porque de lo contrario no te bajan de antipatriota, un mal ciudadano, y si me apuras, hasta de una mala persona. Eso es a lo que se expone uno, lo que tienes que soportar todos los días. Sobre todo estos días.

Así nos la gastamos en esta tierra con la explosión demográfica de asnos más alarmante del planeta Tierra, donde embarcarse en competiciones sin ningún sentido o beneficio colectivo o personal es el pan de cada día, pues poseemos una nada despreciable flotilla de sinvergüenzas que se sienten más mexicanos que el nopal de la bandera tricolor, que no tienen empacho como el águila que se atraganta de serpiente en realizar todo tipo de triquiñuelas y fraudes políticos y/o empresariales para poder sufragar sus viáticos de viaje a Europa y sacarse la foto desde lo más alto de la Torre Eiffel o al pie del Coliseo de Roma, mismos que orgullosísimos de sus raíces indígenas son los primeros en corregirte si pronuncias mal su apellido, porque resulta que no son Collí, sino “Collins”, porque sus antepasados son irlandeses, no mayas. 



3 comentarios:

Rodrigo Solís dijo...

Supongo, más de uno recordará aquel furor que corrió por aquellos días, mismo furor que coronó a Chichén (tal como era de esperarse) como una de las nuevas maravillas modernas. ¡Oh, sorpresa!

Anónimo dijo...

Y todo para que? solo para que esté mas lejos de quienes mas cerca viven, porque el precio de entada no es como para que se vaya toda la familia, sólo los que se portaron bien. Ah! y para que miles de personas vinieran a destruir con el peso de sus tacones y de su humanidad jardines y etc, y para que los medios transmitieran a plácido domingo y la gente que fuera sintiera que es muy intelectual, muy culta y muy experta en ópera. Y para que quienes organizaron el evento se llenaran los bolsillos con boletos no excesivos, ridículos!

Rodrigo Solís dijo...

Lolbe: aunque si te soy sincero, de niño, cuando podía entrar gratis a Chichén, odiaba el calor y los matorrales que rodeaban esa pirámide. Ir a Chichén era una de mis peores pesadillas.