lunes, 13 de julio de 2009

El oscuro placer de los deportes


“El deporte gusta porque halaga la avaricia, es decir, la esperanza de poseer más.”
- Montesquieu


Si analizamos con la sesera bien helada y objetivamente el placer que los deportes causan en nosotros, es decir, en quienes tenemos el vientre voluminoso y observamos acostados en el sofá cómo dan piruetas en el aire los atletas que participan en las olimpiadas, puede ser que nos llevemos una sorpresa.

Elijamos un deporte al azar, digamos, lanzamiento de bala. ¿Qué placer puede generarle a un ser humano el arrojar con una mano una bala de cañón a más de diez metros de distancia?

Domingo. Medio día. Brunswick, Maine. Las puertas de la taberna se abren de par en par. 

-Muchachos, ¿a que no adivinan? Hoy logré lanzar una bala a más de diez metros de distancia –dice un sujeto barbado con espalda, hombros y antebrazos de leñador.

En su semblante hay tanta felicidad que al parecer cree ser el primer hombre sobre la faz de la Tierra en lograr arrojar con la mano desnuda una bala de cañón a más de diez metros de distancia.

-Bah, gran cosa. Yo te apuesto veinte jarras de cerveza a que logro lanzar esa misma bala de cañón a más de quince metros –dice otro sujeto barbado con espalda, hombros y antebrazos de leñador, acodado en la barra de la taberna.

Ambos leñadores (uno ebrio y otro no, aunque este último piensa embriagarse terminada la apuesta) se internan en el espeso bosque de coníferas seguidos por una multitud de leñadores ebrios para ver si el leñador que dijo lanzaría la bala de cañón a más de quince metros de distancia logra cumplir con su palabra.

Quitando el oficio de leñadores de estos dos hombres (y uno que otro detalle más de la historia), supongo que más o menos de esa forma fue como se inició la primera competencia de bala. Y si nos dejamos guiar por el sentido común, por esas mismas fechas pero a miles de kilómetros de distancia, digamos, en Oslo, Noruega, un hombre de dos metros de altura, cabellera revuelta y manos tiznadas de óxido abre las puertas de una taberna para anunciar a sus amigos:

-Muchachos, ¿a que no adivinan…?

Sospecho así fue como se puso la primera piedra para crear las olimpiadas modernas. Y para que no se ofendan los puristas del deporte, podemos decir que en vez de una bala de cañón, lo que se arrojó fue una jabalina, o en vez de una jabalina un disco o un martillo. El meollo del asunto es que si el ser humano tiene algo en común, sin importar su raza y credo religioso, es la competitividad, o mejor dicho, la necesidad de demostrar que uno es mejor que todos los demás. Ojo, sin importar en qué se esté compitiendo. 

-Chicos, ¿a que no adivinan? Me acabo de lanzar a la piscina desde el quinto piso del hotel.

-Bah, yo también he hecho eso.

-¿Dando tres giros y medio en el aire?

Quienes le tenían miedo al agua o eran lo suficientemente sensatos para no arriesgar el pellejo retando al lunático acróbata, habrán dicho:

-Pues yo soy juez, y propongo calificar los clavados según ecuaciones algebraicas complicadísimas que nadie más que yo sea capaz de descifrar.

De esta manera, imagino, fue que lanzarse dando giros en el aire se convirtió en una profesión respetada en todas las sociedades del mundo, incluso en China.

-Empeladol, en Italia hay unos locos tilándose clavados al agua desde diez metlos de altula.

-¡Malditos occidentales! Lápido, ponga a cien mil chinos a plactical ese loco depolte, que nosotlos tenemos que sel los númelo uno en todo.

Visto desde esta óptica chapucera y simplista, puede que sea comprensible al raciocinio humano el placer que pueden experimentar los clavadistas de diez metros de altura o los lanzadores de bala, jabalina, disco, martillo, etcétera, al ser reconocidos local o mundialmente como los hombres que mejor saben dar vueltas en el aire antes de zambullirse en una piscina o ser los hombres que más lejos lanzan una bala, jabalina, disco, martillo, etcétera, pues incluso lo dijo Maslow en su pirámide de necesidades, el ser humano está en la constante búsqueda del reconocimiento por parte de la sociedad, sin importar cuál sea el móvil para lograr dicho reconocimiento.

Ahora bien, este chiflado comportamiento lo podemos entender en los competidores (y quizás en los jueces), pero, ¿acaso será posible dar una explicación lógica a ese oscuro placer que sentimos los espectadores, es decir, los millones de mexicanos que seguimos a nuestros compatriotas anhelando logren el milagro de ser los deportistas número uno en disciplinas que jamás vemos (salvo cada cuatro años) para que nuestra bandera tricolor se ondee en todo lo alto en un país remoto para así poder corear el himno nacional?

Conclusión: si de lo que se trata es de ver ondear la bandera tricolor y cantar el himno, ¿no sería más fácil quedarnos todos los lunes a los honores a la bandera en la escuela de nuestros hijos? Ahora que si de lo que se trata es de restregarle al mundo entero que poseemos a los mejores hombres dando piruetas en el aire o lanzando objetos a larga distancia o tirando patadas voladoras, etcétera, sospecho que el diagnóstico sería que estamos enfermos de la cabeza.

2 comentarios:

Rodrigo Solís dijo...

Mussgo dijo...

Valla Rodrígo, exelente escrito. Diste en el clavo. Justamente eso estaba pensando estos días. Por lo menos a mí me importa un carajo quien gana, o si un mexicano trae medallas. Me da igual si México trae las 85 medallas o viene si nada.

25 de agosto de 2008 11:35

Lus dijo...

JAJAJAJA, u're absolutly right!!!
Si no es cuestión de orgullo nacional, es más bien cuestión de poder criticar las debilidades en materia deportiva, que no nos preocupa el resto del año, y vanagloriarnos con los triunfos ajenos....

25 de agosto de 2008 12:16

Anónimo dijo...

mierda, hasta que escriben la neta de las olimpiadas

25 de agosto de 2008 12:23

Eduardo Huchin dijo...

Y eso que no comentaste la brillante idea de no recuerdo quién de proponer a Monterrey para ser sede de unos Juegos Olímpicos.

25 de agosto de 2008 12:40

AMC dijo...

Bastante bien caballero

A esto me refiero con una buena lectura (a como te nombras “pildorita de la felicidad”)

Muy Bien (a mi gusto tal vez un poco mas de gracias sarcástica combinada con cinismo estaría mejor aun)

26 de agosto de 2008 00:31

Dhyana dijo...

¡Hola Rodrigo!

Muy interesante tu escrito. Pienso que competir -o ver a otros competir- tiene su lado interesante ;-), pues por algo -como mencionas- se ha hecho desde que el mundo es mundo.

También es curioso que sin considerarse un evento religioso; por su nombre, ¡sí lo es! (Imagínate cómo se sentirán los dioses del Olimpo al saber que después de miles de años, estos juegos siguen celebrándose en su honor (bueno, Jesús debe estar más contento, porque se celebra la navidad cada año -aunque Santa Clous quiera robar protagonismo-).

La primera vez que leí de competencias olímpicas, fue en la Ilíada, dentro de una guerra acaecida hace más de 3200 años, ¿y qué crees?, ¡había corrupción!, porque hacían que ganara Agamenón, el "rey de reyes", aunque otros fueran mejor que él. En ese tiempo, en vez de medallas, se daban regalos, como ganado, trípodes, y otras cosas; y se hizo en honor de los funerales de Patroclo, el mejor amigo de Aquiles (por lo cual este último fue organizador).

En lo personal, a mí sí me gusta que toquen el Himno Nacional en otras tierras (se siente chido aunque no sea uno). Lo que no me gusta es el fanatismo, ni tanta comercialización en torno a estas fechas.

Saluditos.

26 de agosto de 2008 00:31

Luigi dijo...

Volvi a la realidad, creì que era el ùnico que pensaba asì y temìa lo que me fueran a decir los demás jajajajaja. Buenìsimo como todo lo que escribes. Gracias

26 de agosto de 2008 00:31

Eugenia dijo...

TE APOYO!!!!!!!! PIENSO LO MISMO !
TODO SE TRATA DE COMPETIR, GANAR, SER MEJOR QUE EL OTRO..... ES LO MISMO !
QE PORQUERIA

27 de agosto de 2008 10:58

Andrea dijo...

Hola le re-envié la pildorita a un amigo pidiéndole sus impresiones, seguro te van a gustar, yo me divertí y lo aplaudí.
Saludos

27 de agosto de 2008 10:59

Mario dijo...

Mi opinión es que el nacionalismo en general apesta. Alcanzé a ver, por casualidad unos quince minutos de las olimpiadas. Estoy acostumbrado a no ver televisión, así que no extrañé para nada ver las Olimpiadas, ¡me importan un comino! México ganaría mucho más si toda la bola de idiotas que gritan "México- México-México" se preocuparan realmente por mejorar su educación y por tener una consciencia crítica del país en el que vivimos.

Me siento disociado, como en la canción de Gerardo Enciso: "Amo a mi país,pero yo no me amo en Tí."

27 de agosto de 2008 11:01

MILENIO NOVEDADES (Yucatán) dijo...

Publicado en:

MILENIO NOVEDADES 24 AGO 08