-Ya sé qué quiero de regalo del catorce de
febrero –me dice Fiera.
-No sabía que teníamos que regalarnos algo el
catorce de febrero.
Haciendo caso omiso a mi comentario, me enseña
la escalofriante portada de una revista donde aparece una mujer con un vestido
de lentejuelas que, muy sonriente, carga una caja de regalo de donde sale un
perro maltés con un gorro de Santa Claus en la cabeza.
-Quiero que salgamos en el próximo número con mi
bebé –dice Fiera.
-Ni por todo el oro del mundo.
Vuelve a ignorar mi comentario, baja la mirada,
se concentra en la pantalla de su celular y pulsa el aparato con los dedos a
toda velocidad.
-¿Qué haces? –pregunto alarmado.
-Nada.
Sé perfectamente lo que está haciendo. Decido
anticiparme a sus movimientos. Ganarme la vida como publicista en vez de como
novelista, además de convertirme en un esclavo del celular, me dio la capacidad
de sintetizar mensajes que antes me tomaban 10 cuartillas en poderosos y persuasivos
titulares de menos de 14o caracteres.
15 días
después.
-Estas son las dos mudas de ropa que usarás –me
dice Fiera apenas entro al cuarto.
-…
-No pongas cara de retrasado mental. Sabes
perfectamente de qué te hablo.
-...
-Mañana es la sesión de fotos para la revista.
Tengo una regresión de 30 años. Exploto. Hago un
berrinche como si tuviera cuatro años de edad. El rostro de mamá se convierte
en el de Fiera. Entre manos sostiene perchas de las que cuelgan prendas de
vestir que aborrezco. Con botones. Compradas sin mi consentimiento. Extremadamente
fuera de los parámetros de mis gustos.
-La temática de este número es el amor y la
amistad –dice Fiera con una dulce sonrisa en los labios-, por eso elegí esta
camisa roja.
Pataleo. Vocifero. Exijo mis derechos. Reclamo
dignidad. Respetabilidad. Sin embargo, ni uno sólo de mis reproches dan en el
blanco. Todo lo contrario. Son usados en mi contra.
-Pensé que me amabas –responde Fiera,
imprimiéndole dramatismo a la escena aguando los ojos-. ¿Sabes todos los
sacrificios que hago por ti? Yo sólo te estoy pidiendo esto. Si tuviéramos
dinero ya hubiera contratado a un fotógrafo profesional para que nos haga una
sesión en casa. Pero como soy una pinche peluquera y tú un publicista con
sueldo de sirvienta, jamás voy a conseguir inmortalizar a mi bebé. ¿Tanto vale tu dignidad como para cumplirme un deseo?
1 día
después
-Te dije que esto sería una pesadilla –digo rebosante
de satisfacción al ver cómo Fiera intenta esconder en el piso la cara de
vergüenza.
-Tranquilos, no pasa nada –interviene el
fotógrafo, disimulando muy mal su espanto.
Sin éxito, Fiera intenta a los gritos reprimir la
incontrolable calentura de Taquito, quien fragorosa e incansablemente viola una y otra vez las sabanas del set de
fotografía.
-Creo que hay que llamar a un veterinario –dice
horrorizado el dueño de la revista.
-Es normal, no pasa nada –dice Fiera nerviosa.
-¿Estás segura? –pregunta alarmado el
fotógrafo-. Nunca había visto algo así.
Con la lengua de fuera, cual caracol de tierra,
Taquito se desplaza con dificultad por todo el set dejando tras de sí, una
estela babosa y transparente, al tiempo que un monstruoso pedazo de carne le
campanea entre las piernas hasta rozarle la barbilla peluda.
-La primera vez que se lo vi también me asusté –aclara
Fiera-, pensé que era algún tipo de cáncer, pero el veterinario me dijo que
sólo la tiene grande.
-Demasiado grande –dice el dueño de la revista,
poniendo un rictus de asco en el rostro que deja en evidencia el gravísimo error
que cometió al seleccionarnos como los modelos para su revista.
-Ya estamos aquí –intervengo para mi propia
sorpresa-. Les advertí que Taquito era un psicópata y ustedes se dejaron
engañar por su angelical apariencia.
-Si… pero… -balbucea el dueño de la revista intentando
encontrar las palabras correctas para cancelar la sesión fotográfica.
-Si pero nada –digo y luego le ordeno a Fiera
que cargue a su bebé.
Tras cada disparo del fotógrafo Taquito suelte
ladridos feroces. El dueño de la revista intenta hacer mimos y gestos curiosos
para mitigar el comportamiento enloquecido del animal.
-Sonríe Fiera, estás muy tensa –ordena el
fotógrafo.
Taquito empieza a tirar dentelladas al aire y a
chicolearse como si tuviera dentro del cuerpo a mil demonios.
-Muy bien Rodrigo, esa es la actitud, sonríe –me
felicita el fotógrafo.
Me pregunto si García Márquez u otra leyenda de
la literatura alguna vez tuvieron que pasar por un penoso escenario como el que
estoy viviendo en este momento. Puedo apostar a que ningún escritor que se
respete aparecería en la portada de una revista fashionista de perros antes que
en la tapa de una publicación cultural.
-Así es Rodrigo, muy bien –me vuelve a felicitar
el fotógrafo.
Por desgracia, no soy ni seré nunca una leyenda de las letras. Tampoco
tengo ningún respeto sobre mi propia persona. Soy un escritor que ya no
escribe, un despojo humano que ha abandonado su sueño de grandeza para venderse
a una agencia de publicidad donde soy explotado para vender ideas “creativas”
para empresas que ofrecen bienes y
servicios perfectamente prescindibles para la sociedad.
-Excelente Rodrigo, excelente –dice el fotógrafo.
Tras cada disparo de la cámara siento una punzada caliente y metálica
atravesar mi cuerpo y mi alma. Pero no hay dolor. Viajo en el tiempo: estoy en
una cama de un pabellón de la Cruz Roja con los ligamentos y meniscos de la
rodilla reventados, flanqueado por un hombre con el cuerpo macheteado y por
otro con la mitad de la humanidad hecha pedazos al caer a 120 kilómetros por
hora de una motocicleta. Tiemblo de miedo pero tengo la certeza de que todo
saldrá bien. Mi mano es sujetada toda la noche por Fiera quien duerme a mi lado contorsionada
como pretzel sobre una silla de plástico de Coca-Cola.
-¡La tenemos! –exclama emocionado el fotógrafo luego de 1,500 disparos.
Aquí la foto que en realidad
hubiera deseado Fiera.
10 comentarios:
Ja ja ja ja... Feliz San Valentín.
Rodrigo, eres un santo.
Habrazo Fiera!
PS: gracias por compartir! :-D
Esta muy bella su foto...felicito a Fiera por tan genial idea y tu Rodrigo sólo fluye...fluye...dalay. estan muy guapos. Felicidades de nuevo
Jajajaja, me divierte mucho tu pildorita.
Abrazote!
Muy buena
"Creo que hay que llamar a un veterinario"... "La primera vez que se lo vi también me asusté –aclara Fiera-, pensé que era algún tipo de cáncer, pero el veterinario me dijo que sólo la tiene grande"
No mames, pinche Rodrigo... me dio un ataque de asma por tu culpa de tanto reírme...
... como reza la muletilla fresa de la época, no, bueno... vi el video de Taquito con la sábana y me debes un chingo de metros cúbicos de oxígeno, pinche Solís. Hasta se lo enseñé a mi hija. Doce años y las porquerías del mundo ya a la vista, carajo.
DESPUES DE TODO… SALIERON MUY BIEN, HASTA EL “TAQUITO” TRAVIESO.
SALUDOS,
Jajajajajajajajajajajajajajajajajajaja
Y no voy a terminar de cagar de reírme!!!!!
No entra en mi imaginación algo más surrealista que tu posando en esa revista!!!!!!
Eres mi ......iba a decir héroe, pero no es el adjetivo adecuado...mis respetos!!
Te mando un abrazote Rodrigo! Y sigue portandote mal!
Gracias a todos por sus comentarios, me alegra que se hayan divertido con mi desgracia.
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