Hoy cumplo un año en la agencia de publicidad donde trabajaré hasta el último día de septiembre.
-¿Estás seguro de
que quieres dejar la agencia? –me dijo perplejo el dueño hace un mes, cuando me
invitó a un restaurante de cortes de carne para platicarme sobre los nuevos planes
que tenía para su empresa.
-Segurísimo,
nunca estuve más seguro de algo en mi vida –le dije, luego de soltarle a
bocajarro que declinaba la amable oferta de convertirme en director creativo de
otra célula de trabajo.
-¿Y qué harás?
¿Te dedicarás a escribir de nuevo?
-Sí, voy a
retomar la escritura… y también voy a fundar una agencia de publicidad.
Desde aquel día
a la fecha, no sólo mi futuro ex jefe me mira con terror, como si fuera yo el palestino
más radical de la OLP que camina con una bomba oculta bajo la ropa.
-Te apoyo en
todo lo que hagas… –me dice Fiera con ojos gelatinosos- pero no creo que sea el
mejor momento para que dejes tu trabajo.
No la culpo, una
cosa fue apoyar mi carrera de escritor hace 5 años, cuando vivía cómodamente en
casa de mamá, y otra muy distinta, aplaudir mi incursión como socio de un proyecto suicida
donde el primer año estimo ganar la mitad del sueldo que actualmente percibo,
luego de larguísimos 365 días plagados de sacrificios donde resulté ser un
insospechado buen publicista, tanto, que logré dar el salto de copy a director
creativo en tres meses y duplicar mi salario inicial en tan sólo seis meses,
además de granjearme el respeto de jefes, compañeros de trabajo y clientes.
-Estamos
hundidos en deudas, acabo de expandir mi salón debelleza –insiste Fiera con un nudo en la garganta.
-No puedo
echarme para atrás, ya he renunciado –digo y me quedo observando cómo su humanidad se ensombrece de pánico.
Quedo mudo, en vez de decir: Fiera,
yo también me estoy cagando en las patas de miedo, sin embargo, no puedo
decírtelo, tengo que hacerme al fuerte, poner pose y actitud de la próxima luminaria
de portada de la revista Forbes; tengo tanto miedo que llevo semanas sin dormir
más de tres horas de corrido, sin embargo, cuando te veo levantarte en las
madrugadas para ir al baño, finjo dormir como un campeón; tengo miedo de convertirme
en el pasajero más aburrido de tu vida, ese que desde hace algunos meses a la
fecha llega fundido a casa, se mete a la cama, se desconecta del mundo mirando
ESPN, y no se le ocurre nada interesante de qué platicar; estoy harto de
recibir órdenes, de agachar la cabeza y decir, sí, lo que ustedes ordenen, es
una reverenda estupidez lo que me están pidiendo hacer, pero accedo a hacerlo (además
con una ancha sonrisa en los labios) porque ustedes son los que están pagando;
estoy cansado de llegar a la oficina y contar los minutos que faltan para que
termine el día; aborrezco repetir días tras día que mañana será un gran día. Fuera
máscaras, la única manera de ser feliz es ser dueño de tu destino, arriesgarte a
dar el salto al vacío, dejar de ser empleado, siendo empleado se tiene la
comodidad y el confort de tener un sueldo fijo que sólo genera más intereses en
las deudas de cada mes. He llegado a la conclusión de que la única manera de
salir adelante es sumergirse en más deudas, creer en lo que uno hace, invertir
en su propio talento para convertir los números rojos en negros. Pero mi mayor
miedo es perderme: o tomo ahora mismo el rumbo de mi vida, desafiando las leyes
de la probabilidad montando una agencia donde no existan empleados, sólo socios
a los que admiro sobremanera desde tiempo atrás, o te pierdo también a ti cuando
te canses de vivir bajo el mismo techo de un hombre ordinario.
-Está bien –dice
finalmente Fiera-, creo en ti, aunque nunca digas nada y te quedes callado
viéndome con cara de retrasado mental.
1 comentario:
Felicidades por tu decisión rodro, no me conoces pero mas o menos te he seguido desde hace ya varios años. Saludos y suerte. Oscar.
(Saludos al oso pipope, lo amo)
Publicar un comentario