1
Recién desembarcado de mi primer encuentro de escritores, asediado por una importante revista de circulación nacional que quería un texto de Campeche el cual no tenía idea de cómo redactar y en mitad de una posible beca que me otorgaría el gobernador de Campeche para escribir un libro que no pensaba escribir, manejaba como un demente por las calles para llegar a tiempo a mi cita con Martina, con la firme convicción de arrastrarme como un perro a sus pies en busca de perdón. Justo en ese punto, con la luz ámbar del semáforo delante de mí, llegó mi primer y único premio en un concurso literario en toda mi carrera, mismo que desafortunadamente no tenía idea de su existencia, o mejor dicho, ignoraba por completo que había participado en él.
More...-¿Bueno? –contesté el celular al tiempo que me pasaba de largo la luz roja del semáforo. No tenía intenciones de que se mantuviera invicta la reputación de que todos los escritores éramos unos impuntuales, además, en asuntos de faldas es poco inteligente hacer esperar a una ex novia que dice le urge hablar cara a cara contigo.
-¿El maestro Rodrigo? -preguntó una voz que en mi vida había escuchado.
-Sí, él habla -respondí mientras un camión me rebasó por la derecha.
-Maestro, muchas felicidades... -fue lo único que alcancé a escuchar gracias al pitorrotazo del camión que me dejó parcialmente sordo del oído derecho.
-Un momento por favor -dije mientras buscaba dónde estacionarme, resignado a llegar tarde una vez más a mi destino por culpa de mi curiosidad y/o de alguna compañía de teléfonos celulares que me felicitaba por seguir siendo fiel y buen cliente.
-¿Quién habla? -pregunté con el automóvil aparcado a un costado de la banqueta.
La respuesta me dejó francamente pasmado. Era el rector de la Universidad Autónoma de Yucatán, que me hablaba emocionado y honrado de felicitarme por el magnifico cuento que había escrito.
-¿Qué cuento? –dije sin salir de mi pasmo.
-Maestro, no sea modesto –dijo el rector con una risita un tanto incrédula-, pues qué cuento va a ser, el que mandó a nuestros sextos Juegos Literarios Nacionales Universitarios en la modalidad de cuento.
Fue inútil, por más que intenté explicar que se trataba de un error, que yo nunca había enviado ni un cuento a ni un concurso universitario, el rector siguió felicitándome por mi originalidad.
-¿Y a cuanto asciende la cantidad de mi premio? –pregunté de sopetón al darme cuenta de que no haría entrar en razón a mi excitado interlocutor.
-Bueno, ejem, en realidad, maestro –dijo el rector un poco incómodo por mi pregunta-, su cuento es tan original que decidimos darle algo más valioso que los veinte mil pesos del primer lugar…
-¿En verdad? –dije interrumpiendo al rector. Me vi en una patética escena revolcándome en el piso de mi cuarto con mil billetes de veinte pesos.
-Sí, maestro –prosiguió el rector retomando el júbilo-. Por unanimidad el jurado decidió hacerle justicia dándole la mención honorífica, esto significa que en vez de darle un absurdo cheque preferimos que su cuento aparezca publicado en los principales periódicos de la península de Yucatán, de hecho, hoy salió publicado, pensé que usted ya había leído su cuento allí en Campeche. –Quedé mudo, y el rector agregó luego de unos segundos de silencio-: Entiendo que esté mudo de la emoción. Ah, y en breve le haremos llegar una nutrida antología de los principales escritores yucatecos.
2
El portón eléctrico de la lujosa privada donde vive Martina se abrió. Mis manos húmedas resbalaban sobre el volante. Ella estaba cruzada de brazos esperando de pie junto a una banca del parque que está justo enfrente de su mansión. A juzgar por su postura, por mucho estaba equivocado en mis suposiciones de un acaramelado reencuentro que me revitalizara de la terrible noticia de la mención honorífica. Sus ojos verdes parecían los de una cobra que mide la distancia que la separa de su hipnotizada victima. Bajé de mi volcho. Me acerqué a ella y antes de poder darle un beso en la mejilla recibí un periodicazo en la nariz.
3
Salvo los esbirros del gobierno, es decir, alimañas rastreras de dedos entintados (en la mayoría de los casos directores editoriales de todos los periódicos campechanos) que viven de leer y censurar a periodistas y/o columnistas que no alaben al partido en el poder, probablemente ningún civil leyó mi cuento publicado en el periódico. O sea que, como es costumbre, sólo se escandalizaron los políticos. O mejor dicho, sólo uno. El directamente involucrado.
4
Hubo tiempos mejores con Martina. También con los funcionarios del gobierno. Esta época fue cuando era yo una sombra o un ser invisible tanto para Martina como para los funcionarios públicos.
Juan Camilo era el hijo del senador más importante de Campeche y además de ser un verdadero donjuán, era mi amigo. Nuestras mamás estudiaron juntas en la escuela de monjas Miguel Hidalgo. En su juventud Juan fue novio prácticamente de todas las adolescentes más hermosas de Campeche. Luego crecimos y se convirtió en el novio de las mujeres más exuberantes. Su afición y apetito por las féminas era insaciable. Jamás pasaba más de una semana formalmente soltero, de igual manera tampoco podía evitar poseer una envidiable cantidad de amantes, que por lo general eran las mejores amigas de su novia oficial en turno. Allí era en donde entraba yo en escena. Para poder tener satisfechas de alma a tantas mujeres había que alimentarlas con cursilerías baratas.
-Le gusta Ricardo Arjona, es muy sensible, tierna, aunque también se pone un poco loca cuando escucha a Luis Miguel –me decía Juan Camilo.
Eran tiempos anteriores a la existencia del Facebook. Donde todo era más complicado en materia de conocer la vida y obra de las mujeres. Así que Juan Camilo se encargaba de relatarme las biografías (algo pardas para mi gusto) de todas sus conquistas.
-Dile que la quiero mucho, que me encantan sus ojos verdes, la forma en que me mira, que sin ella me moriría –decía mordiéndose el labio-, pero sin sonar cursi, ya sabes, y tampoco muy intelectual, sin palabras rebuscadas del diccionario, se daría cuenta que no escribí yo la carta.
Así fue como conocí a Martina. Oculto. Anónimo. Detrás de mi monitor. Escribiéndole decenas de cartas a nombre del novio de su mejor amiga. No vale la pena detallar sus aficiones y fobias, que redactaba en interminables mails que a su vez Juan Camilo me reenviaba para darles una pronta, azucarada e igualmente interminable respuesta. Se podría decir que fui el escriba y poeta de uno de los cachorros más influyentes del poder hasta que éste se fue un año a estudiar a Europa, cortesía del erario público. Y fue justo en ese año, en la disco Chupis, cuando conocí en carne y hueso a cierta mujer de ojos verdes que fue para mí como un libro abierto.
-Oye, pareciera que nos conocemos de toda la vida –me dijo emocionada, moviendo las caderas al ritmo de una canción de Shakira.
5
A diferencia de lo que se pudiera creer, no fue tan sencillo conquistarla. En esencia porque todos sus gustos y aficiones me parecían francamente despreciables.
-Anda, vamos, muero por ver esa peli –me decía con sus ojazos verdes suplicantes mientras me corría un escalofrío en la columna vertebral al ver la cartelera del cine.
Durante el lapso que duró nuestro noviazgo no pude avanzar una sola página de mi novela. Mis neuronas parecían estar fundidas cada que regresaba a mi cuarto y me sentaba frente al monitor de la computadora luego de ir al cine o visitar la mansión de Martina, donde veíamos maratónicas jornadas de comedias protagonizadas por Adam Sandler, Ashton Kutcher, Martin Lawrence, Cameron Díaz, Matthew McConaughey, Sarah Jessica Parker y demás gentes funestas que merecen sin lugar a dudas la pena de muerte.
También estaba el detalle de su papá. Me odiaba, como era de esperarse. Un picha loca con decenas de bastardos regados por diferentes ciudades y municipios, que se daba los más altos aires en materia de valores morales y familiares.
-¿Escritor? –le dijo a Martina-, esos son los peores, vagos sin oficio ni beneficio que viven para medrar, corromper y chantajear a los funcionarios decentes. Te prohíbo terminantemente ver a ese mequetrefe.
Por fortuna, Martina, alma rebelde y algo pasada de años para que le dieran órdenes, desobedeció a su papá por el simple hecho de que éste nunca estaba en casa ya que pasaba seis de siete días a la semana en la capital del país gracias a su eterna diputación federal. O eso es lo que decía el señor diputado, que contradecía por completo la lista de asistencia de la Cámara donde junto con otros diputados campechanos brillaban por su ausencia en cada una de las sesiones.
6
Aquella tarde del reencuentro, con la nariz adolorida y manchada de tizna negra, Martina no era más aquel libro abierto que me sabía de memoria. Al parecer nunca me perdonaría haberle confesado aquel único encuentro que tuve cara a cara con su papá. Y menos, encontrarlo impreso y firmado con mi nombre en la sección de espectáculos y cultura.
-Dime que es mentira –gritó.
-Sí, es mentira –mentí.
-Eres un mentiroso de mierda –volvió a gritar.
Allí, rodeado de los más estrafalarios caprichos de la clase alta política en materia de jardinería y parques, con mi maltrecha estampa afeando el verde paisaje, supe que escribir una historia en primera, segunda o tercera persona acarreaba exactamente los mismos problemas cuando los protagonistas involucrados se descubrían así mismos en una historia, sin importar ciertas licencias del autor.
7
Sábado en la noche. Oprimes el vientre. Ganas escasos centímetros en la fila. Compruebas en la lista de precios pegada en la ventanilla de acrílico de la taquilla que ha llegado el punto en el que ir al cine en cualquier noche que no sea un miércoles de dos por uno es tan costoso y desagradable como pagar la cuenta en un restaurante que no sea el puesto de tacos de perro de la esquina.
Vivir en una apacible y pequeña ciudad como es la ciudad y puerto de Campeche en definitiva tiene sus ventajas, pero también incontables inconvenientes: el cine, por citar un ejemplo.
Si hablamos de cines comerciales, sólo hay uno. Tiene seis salas, pero el problema radica en que basta ampararse en el sentido común para notar con angustia que las butacas no darán abasto a la inmensa fila de gente que se aglutina en la taquilla, en la búsqueda de un boleto para la película que con seguridad ha elegido ver esta noche la burguesa de tu novia.
El siguiente paso es poner en marcha el plan B: mirar el cartel luminoso plagado de faltas de ortografía, donde si tienes un poco de suerte, evitarás toparte con Rambo 28, Virgen a los 40 Recargado o Gigoló en Marte. No hay suerte. Hoy definitivamente no será tu noche de suerte. Creer que no te toparás con al menos un par de secuelas y un refrito es como creer que los candidatos a la presidencia municipal no pegarán a la hora de sus campañas carteles con sus horrendos rostros en cada uno de los espectaculares y postes de luz existentes en la ciudad.
Tras abrirte paso en una odisea de media hora entre empellones, codazos y pisotones, finalmente llegas a la taquilla. El dependiente saquea tus bolsillos y te hace formal entrega de un par de boletos. A tu novia, que ni reclusa en un campo de concentración nazi se formaría en una fila, le regalas una risa nerviosa al aproximarte a la pared donde se encuentra aparragada, y de inmediato te convierte en el protagonista de menudo escándalo al enterarse que has comprado boletos para la única función que quedaba disponible, pues los boletos para la película que ella moría por ver se agotaron en un suspiro. Su mirada virulenta y cargada de reproches te deja como el único culpable de haber tenido que aguardar cuarenta y cinco minutos en la sala de su casa, flanqueado de interminables silencios y escrutadoras miradas por parte de tus suegros, mientras “alguien”, absorta frente al espejo, se pistoleaba la cabellera y cambiaba quinientas veces de ropa como si la salida de esta noche fuese para ir a visitar a la Reina Isabel II en el Palacio de Buckingham.
Tu amorosa novia, para apaciguar los malos humores, decide que es una buena idea romper con la dieta, así que se hace de palomitas, nachos y un refresco “light” (extra grande). A pesar de que es millonaria y profesa feminista, no muestra señales de sacar la cartera de su bolso para pagar el pequeño aperitivo, así que la cuenta corre por tu cuenta una vez más.
En bancarrota y estoico, antes de ingresar a la sala, soportas eternos veinte minutos de una nueva fila y nuevos reproches por no conseguir las entradas para ver Soltero en Casa, gracias a un enorme cartel donde aparece Sarah Jessica Parker (risa histérica y nalgas computarizadas, imposible tenerlas tan redondas para una mujer de cuarenta años) que empuja a un Matthew McConaughey vestido con elegante traje sastre color arena que parece regalarte (sólo a ti, hombre también soltero) una mueca despreocupada, aderezada con el levantamiento pícaro de la ceja izquierda en una clara seña de: “ey, mírame, vivo con mis padres y no me importa, ¡Hurra! ¡Qué ganador soy, aún así me ligo a cuarentonas ardientes!”.
El calvario ha llegado a su fin, supones, cuando encuentras dos butacas libres en la segunda fila. Sin embargo, grave error es andar suponiendo cosas. Con ojos achicharrados, ves proyectado en la pantalla el corto de Soltero en casa que aviva los berrinches de tu novia. El corto de la película resultó ser tal como lo imaginaste minutos atrás gracias a los genios traductores: la historia trata de un tipo de más de treinta años que, por increíble que parezca, sigue viviendo en casa de sus padres. Payasos de Hollywood, piensas con profundo rencor cruzándote de brazos, se creen muy listos por seducir a la gente para que hagan interminables filas, y, además de eso, te granjean el odio de tu novia sólo porque tuvieron la brillante idea de presentar una comedia que es la triste realidad de la mayoría de los solteros campechanos, exceptuando el cuerpo del señor McConaughey, claro está, porque en Campeche todos los solteros de más de treinta son unos panzones de escasa cabellera adictos a los mimos y manutención de mamá.
Las luces de la sala del cine se encienden. Dos horas que se te han ido como agua (no así para tu acompañante), han dado paso al develamiento de un montón de rostros masculinos nerviosos. Tu novia, en el punto más álgido de su indignación, te recuerda que su papá le había prohibido ver tan horrible e inmoral película. Tus planes de llevártela como cada sábado por la noche al motel Kalá se esfuman ante tus ojos. La noche aún es joven, pero ella te ha pedido que la lleves a casa. No está de humor para soportarte, dice, y tan no lo está, que decide dejar de soportarte un día más de su vida: te manda al diablo; quién hubiera pronosticado que Secreto en la Montaña sería el detonante de la ruptura de tu noviazgo.
Desconsolado, buscas desquitarte con alguien, y el único culpable que encuentras en tu cerebro son los idotas traductores de las películas. ¿Quiénes son ellos?, te preguntas. ¿Quiénes formarán ese comité maligno? ¿Quién podía imaginar que Brokeback Mountain, la película de dos vaqueros homosexuales que semanas atrás habías visto gracias a la tecnología del Internet, era la misma que Secreto en la Montaña? Decidido a avivar las llamas de tu ira, recuerdas la traducción de The Lawnmower Man, un bodrio de principio de los noventas que archivas en tu memoria sólo porque los tarados del comité de traducción decidieron que era una magnifica idea llamarla El Jardinero: Asesino Inocente, en vez de la simple traducción literal: El Hombre de la Podadora. Anhelas algún día toparte con esos tarados y decirles todo lo que piensas de ellos; mejor aún, preguntarles por qué rayos decidieron que Jerry Maguire se llamara Amor y Desafío en vez de Gerardo Marcos, por ejemplo. Estás tan molesto y te hierve tanto la sangre que incluso imaginas ser parte del comité de traducción: eres tan brillante que eres el encargado de traducir Sixth Sense como El Psicólogo Fantasma.
Decides dar una vuelta por las afueras de la ciudad para olvidar que eres nuevamente un soltero que pronto llegará a casa para engrosar la lista de panzones pelones de Campeche. Para tu desgracia, tu mente ha estado tan ocupada creando nuevas y ridículas traducciones para que algún día te den trabajo en el comité de traductores, que sin darte cuenta, con horror, descubres que estás completamente perdido. Perdidos en Campeche, piensas en un infructuoso intento por ahuyentar el miedo que empieza a erizarte la piel.
Llevas veinte minutos dando vueltas sin lograr orientarte. Doblas una vez más a la derecha y, de nuevo, otra calle cerrada. Sin embargo, aguzas la mirada y visualizas una moderna camioneta del año aparcada al final de la calle. Desde pequeño te han enseñado a no hablar con desconocidos, pero necesitas con urgencia salir de tan inhóspita colonia antes de que te descuarticen los Mara Salvatrucha. A bordo de la camioneta, con seguridad, gente decente te dirá cómo llegar a la civilización. Apagas el automóvil. Caminas unos cuantos pasos hasta llegar a la ventanilla polarizada de la camioneta. Tragas saliva y te decides a darle unos ligeros golpecitos con los dedos como quien toca a la puerta de una casa en horas inapropiadas. La ventanilla se desliza suavemente y descubres que has interrumpido el fragoroso faje de una pareja. Te disculpas por la impertinencia cometida y decides emprender la graciosa huida. El sentimiento de saberte un tonto por no imaginarte que cortarías el romance de otro importantísimo señor de sociedad en pleno desfogue con una de sus secretarias te embarga súbitamente. Intentas huir para no importunar más al par de enamorados, pero es demasiado tarde. La ventanilla eléctrica ha descendido en su totalidad. El daño está hecho. Avergonzado, balbuceas la pregunta de que si podrían decirte cómo encontrar la salida hacia el malecón. Un silencio denso impregna el ambiente. Te deja de importar cómo encontrar el camino a casa y lo único que te interesa es alejarte lo antes posible de la camioneta. Retrocedes discretamente. Mientras te alejas, escuchas murmullos dentro del vehículo. Te sorprendes al descubrir que el copiloto no es una apetecible secretaria como suponías, sino un hombre, y eso lo sabes por las agudas voces que se escuchan en la penumbra del interior de la camioneta. El miedo se apodera de ti y arrancas a correr a toda velocidad en dirección a tu coche, aparcado a unos cuantos metros. Las manos te tiemblan, experimentas en carne propia que las rubias tetonas de las películas de Viernes 13 no eran tan tontas después de todo. Los faros de la camioneta se encienden. Desde el final de la calle, adviertes que unas potentes luces se aproximan peligrosamente hacia ti. El ruidoso motor del armatoste parece salido del mismísimo infierno. Es tarde, no te va a dar tiempo de abrir la puerta: eres otra tetona oxigenada que morirá. Ves pasar toda tu vida ante tus ojos en fracciones de segundo, así como te lo ponen en las películas. Sin tiempo para nada más, tu instinto de supervivencia te obliga a dar un descomunal salto sobre el capirote de tu volcho, eludiendo la inmensa camioneta que sólo logra rayar la pintura de la portezuela de tu coche. Nunca imaginaste que todos los cómics del Asombroso Hombre Araña leídos en tu infancia te salvarían el pellejo, al menos por el momento, porque descubres que estás tendido sobre la banqueta, indefenso, justo del lado opuesto de la portezuela desde donde, para tu sorpresa, diste el salto de tu vida. Aturdido, esperas que la camioneta regrese por el trabajo que no pudo finiquitar. Te imaginas brutalmente asesinado, pensamiento que se disipa a los pocos segundos al ver cómo la camioneta da vuelta en una esquina para no volver más. Has vivido para contarlo.
A la mañana siguiente te despierta una llamada telefónica. Es tu novia (en realidad, ex novia). Dice que es una tonta y que quiere regresar contigo, e incluso se disculpa en medio de un mar de llanto. Te ha invitado a disfrutar de otro horrendo e interminable domingo familiar en su casa.
Accedes a su invitación. Limas asperezas con ella y cierta tranquilidad recorre tu organismo: adiós a la terrorífica idea de ser otro Soltero en Casa. Le has comprado un ramo de flores porque eres un perfecto imbécil. Pulsas el timbre de su casa, respiras hondo y piensas que la vida no es tan mala después de todo, incluso has olvidado que la noche anterior pudiste haber muerto a manos de una pareja de locos. Nada como el consuelo de tu amada novia. Todo será mejor de ahora en adelante, piensas ingenuamente, hasta que descubres que la ostentosa camioneta de tu suegro tiene una ralladura en la portezuela del lado del copiloto. Reparas en que el rayón es del mismo color que la pintura de tu automóvil. La respiración se te escapa. Das dos tambaleantes pasos hacia atrás. La puerta de la casa se abre abruptamente en tus narices. Eres hombre muerto. La sonrisa de tu novia aparece delante tuyo, se abalanza sobre ti en un efusivo y nunca antes visto abrazo. Asegura estar enamorada de ti. Te sujeta de la mano y te lleva al comedor de la casa donde se encuentra toda la familia reunida. Te sabes hombre bajo diez metros de tierra al ver a tu suegro sentado a la cabecera de la larga mesa, clavando sus negros ojos en tu cada vez más temblorosa humanidad.
Todos en la casa están de buen humor. Te niegas a comer argumentando que ya has comido. Te obligan a comer a base de mimos, mimos nunca antes vistos por parte de tu suegro. Moriré envenenado, es lo único que te cruza por la mente al probar el chilpachole que te ha servido tu suegra. Masticas un millón de veces el camarón que te has metido a la boca antes de engullirlo en espera de un milagro que bien sabes no llegará.
El timbre de la casa suena, no puedes creerlo. Esperas el momento justo para escupir el bolo de comida sin que nadie se percate. Suegra y novia no apartan los ojos de ti; malditas cómplices desgraciadas, sobre su conciencia rondará tu muerte. Estalla una algarabía en la mesa al ver la llegada del nuevo invitado. De la sorpresa te has tragado el camarón. Es él. El bastardo al que le preguntaste la noche anterior cómo salir del agreste fraccionamiento donde estabas perdido. Sin embargo, el recién llegado te estrecha la mano como si fueras un camarada de toda la vida, el maldito cabrón. Tu suegro te revela que el misterioso hombre es un viejo amigo de la juventud y compañero de pesca.
De inmediato te asalta el recuerdo de que pronto morirás envenenado, pero ocurre todo lo contrario. Antes de llegar al postre, gracias a los incontables elogios por parte de tu suegro, el desconocido te ofrece un nuevo trabajo: un tremendo puesto en el gobierno. Tu asesino resultó ser uno de los peces gordos de la política. Antes de marcharte de casa de tu novia, tu suegro, con un patético guiño de ojo, te dice que ahora podrás invitar las veces que quieras a su hija al cine.
A bordo de tu modesto y rayado volcho, recorres a vuelta de rueda el desierto malecón. La vida no es tan mala después de todo, piensas, mientras ves morir la tarde del domingo tras las aguas del Golfo y descubres el error en el que estuviste todos estos años: Hollywood sí que sabe apegarse a la realidad.
8
Derrotado, humillado, una piltrafa humana fue lo que se depositó en la hamaca de mi cuarto. Cerrar los ojos significaba ver los ojos verdes de Martina, extasiados, grandes, llenos de luz, que en una fracción de segundo habían cambiado del odio más profundo al éxtasis más sublime cuando a mis espaldas vio aparecer a un hombre que estacionaba su Hummer.
-¡Juan Camilo, regresaste! –gritó emocionada para hacerme a un lado, lanzarse a sus brazos y darle el más húmedo de los besos.
Abrí los ojos. Recordé el artista torturado que era y decidí abalanzarme hacia mi computadora para dejarlo libre.
En la pantalla del monitor, pegado, un post-it fosforescente decía lo siguiente:
Felicidades, Mención Honorífica, te dije que era el mejor representante literario. Pedro.
24 comentarios:
Como siempre para no perder la costumbre nos dejas picados, la semana se va ha hacer muy larga, muy bueno.
Felicidades por tu PREMIO.
Saludos
Antonio.
Hermosillo Son.
Antonio: te diría gracias si en verdad me hubieran dado un algún premio en mi vida. Un abrazo grande.
Va a estar muy interesante y divertida tu novela. Me avisas cuando se publique, para adquirir un ejemplar.
Alba: gracias, yo te aviso apenas salga. Si es que sale algún día. Un beso.
Hola Rodrigo, me encanta la novela Valentina, ¿ la vas a publicar por entregas a manera de folletin parisien o es algo aislado?., cuando no abusas de procacidades eres realmente ameno.
Camilo: por el momento voy a estar publicando a manera de folletín.
Hola Rodrigo:
Quiero decirte hoy 15 de mayo de 2009 (día del maestro) que soy tu fan No. 1.
Me encantan tus escritos.
Ha pasado mucho tiempo desde que empece a leerlos y tengo una curiosidad morbida por saber como eres, si no es mucho pedir y auque ya ha pasado mi cumpleaños y 14 de febrero, me regalaces una foto tuya!!!! si!!!!!!
Te mando un beso y espero con ansia la segunda parte de tu escrito.
atte
Mariana
Mariana: querida, ¿para que quieres que te espante antes de Halloween? Gracias por ser declararte mi fan No. 1, es bueno saber esos detalles.
P.D. Puedes entrar al Facebook y morir del infarto. Allí han subido algunas fotos mis enemigos.
Rodro:
No he comentado últimamente pero estoy re pendiente de como va la novela, ¡me gusta, me gusta!:
Detalle: gente"s" ojo...
Te mando un besote y te sigo leyendo cada vez que publicas acá y en el lado "a".
Beso grande!
Barbarita: gracias, eres un encanto. Por cierto, finalmente conocí al bueno de Javi por las fotos que subiste a tu blog.
PD eso de gentes fue aproposito, ya sabes que un escritor tan laureado como yo no puede equivocarse nunca.
Un beso grande.
Publicado en:
http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/7470600.asp
En verdad excelente la narrativa. Esperamos pronto poder leer el texto completo.
Saludos
Juan Manuel H.
Juan Manuel H: muchas gracias. Un abrazo grande.
rodrigo
la trama es amena e hilas fino
sin embargo siento que falta un poo de coherencia entre las partes, por supollo, la novela no está terminada y me parece interesante como es que vas a resolver ese problema.
me parece que el único elemento común es el personaje principal, y no lo siento lo suficientemente fuerte como para que tantos elementos disímiles giren en torno suyo.
es decir, saltas de su infancia a los laberintos burócratas, de los cines de campeche a los premios literarios, y en el transcurso hay un desfile de personajes con uno o dos detalles memorables pero que no terminan por cuajar, son intermitentes en el transcurso de la historia, no tienen significado por si mismos sino que se tienen que contentar con el que el que el p. principal les otorga, y quizás, puede llegar a ser agotante.
bueno, no sé, es la opinión que me sale a si de buenas a primeras, y además medio pedo, habrá que reflexionarla un poco mas.
Karate Pig: tienes razón. Por eso esto es un borrador. Un ejercicio donde al final con la ayuda de todos ustedes, intentaré llevar a buen puerto la historia.
Un abrazo grande y seguimos en contacto.
Rodro
Muy buen escrito, esta novela Valentina, tu la estas escribiendo??
Saludos
Rau
Rau: para la desgracia de mamá. Un gran abrazo, amigo.
cada dia mejoras,,, y estas sinitendote muy consolidado parece que tienes una buena carrera en (escribir) no reportar ,,, no hay nada reportar como tu dices los politicos son mirame pero no me toques no aceptan ningun tipo de criticas aunque sean de beneficio mutual,,, mejor usa tu imaginacion para hacer reir y sentir a otros el poder de tu imaginacion y la forma que escribes es super,,,, donde pones el ojo pones la bala,,, no hay vueltas,, y vueltas,, heres muy atinado ,,,,, see yhaaa,,, dude... bye bye,
P.S:
si deseas ser o escribir reportages,,, escribe de aquellos que son de las personas que han logrado halgo positivo a la comunidad y sobre todo los logros de la juventud ,, premios universitarios ,, secundaria, deportes ,, hablar de los futuros deportistas entrevistarlos,, escribir sus mensages, y al mismo tiempo cambiar la rutina que lees todos los dias,, matanzas ,, politicos estafadores,, halza de precios,, de que color son los calzones de Gloria Trevi o de otro Cantante,,, osea,,,, stupida morvosidad., escribir de la comunidad de los logros positivos que se estan logrando y cultivando,,, en esa forma quisa la gente se motive mas a ayudar a su comunidad,, mostrar que entre ellos hay muchos triunfadores,, bueno ,,, yo no se mucho ,, pero espero con tu talento puedas lograr halgo que puedas decir halgun dia ,,,, hey hijo ves esa statua,, me la hicieron por ser el mejor reportero del mileneo ,,, jkejejejjajajajaj
buena suerte ,, y bye bye one more time,,,,, seee yhaaa dude,,,,
Jorge: gracias por tantos halagos, definitivamente no los merezco. Y bueno, de algo estoy seguro, nunca harán una estatua en mi honor. A dios (y los políticos) gracias. Afearía la mítica y cosmopolita Campeche. Un abrazo grande.
Pero que te pasaaaaaaa??? osea, desde hace un tiempo leo tus escritos y he escrito mensajes alabándote, peeeeero meterte con mi novia sarah jessica parker??? eso no te lo voy a perdonar nunca, BAH!
je, de resto, como siempre, todo está perfecto, me gusta como escribes. No sabía que era una novela, la apuntaré en la lista de libros que quiero comprar. Claro, apenas salga. Saludos y un abrazo Rodrigo, eres un genio.
Santos
Santos: una disculpa por meterme con tu novia vejancona y gracias por las intenciones de comprar mi libro. Un abrazo grande.
Publicado en:
http://media.3d2.com.mx/files/1242403307750275470.pdf
Publicado en:
http://benditomanicomio.wordpress.com/2009/05/19/un-honor-informarle-que-usted-perdio/
Publicado en:
Rhema No. 67 Junio 2009
http://www.wobook.com/WBmP6KY2g42D-17-fullscreen-ad
Publicar un comentario