“Los políticos son siempre lo mismo. Prometen construir un puente aunque no haya río.”
- Nikita Jruschov
Bien visto no estaría mal (al menos para mi precaria economía) toparme un día con esos señores que “regalan” bolsas de despensa (incluido billete de 500 pesos) a cambio de que vote por su candidato. Lo haría con mucho gusto. Por primera vez mi voto serviría para algo: mi beneficio personal.
Tranquilos, no me juzguen con dedo acusador, soy un joven no muy versado en la materia. El 1 de Julio apenas será la tercera vez que legalmente esté “en mis manos” elegir al señor (o señora) que tome las riendas de este país.
Al igual que millones de personas soy inexperto. Me sudarán y temblarán las manos al sujetar la boleta. Me preguntaré si habré marcado mi X lo suficientemente fuerte para que mi voto cuente. Releeré 450 veces las instrucciones para no caer en la ilegalidad o la anulación. Y si nos vamos un poco atrás en el tiempo, antes de formarme detrás de una escueta fila de votantes dubitativos, seré bombardeado sistemáticamente con palabrerías, descalificaciones, acusaciones, escándalos y promesas de los aspirantes al trono.
No es de extrañar mi confusión. Mi multipartidismo. Saltar de un barco al otro como rata asustada.
Todo esto lo saben los políticos. Está presupuestado. Fría y calculadoramente. Como los números. Según la última actualización del INEGI (marzo 2011), una sustancial parte de la población (34.4%) se encuentra concentrada entre las edades de 15 a 34 años. Porcentaje al que habría que descontarle algunos puntos ya que los jóvenes de 15 a 17 años no tienen derecho al voto. Es decir, debe restársele específicamente un porcentaje del 10% que equivale a la población entre los 15 a 19 años.
Aventurándonos a hacer una resta (estamos en época de campañas, así que todo se vale), digamos que los jóvenes de 18 a 34 años representan entre el 28 y 30% de la población total*. Un porcentaje nada despreciable, si tomamos en consideración que el resto de los mexicanos con derecho a voto es del 36.3% (es decir, los que tienen de 35 a más de 85 años).
¿A dónde se quiere llegar con el simplista desglose de estos porcentajes? A que los políticos, una vez más, en pleno siglo XXI, apelan a la insensatez de sus palabras amparándolas en la credulidad de la juventud (no olvidemos que del 28 al 30% significa una cifra mayor a los 30 millones de mexicanos); de lo contrario no tiene cabida la siguiente fantasía, perdón, promesa:
-La ciencia y la investigación jugarán un papel prioritario, por eso quiero a los jóvenes con banda ancha, con computadoras, con iPads, para que sean parte del mundo y de la competencia.
Queda claro que las campañas presidenciales no distan en lo absoluto de las campañas escolares, donde las planillas estudiantiles tienen el derecho (y obligación) de subirse al estrado y hacer toda suerte de promesas irrealizables, previo regalo de camisetas y calcomanías.
Los votantes hemos entrado al entendido de que las palabras se las lleva el viento. Y los políticos en la certeza de que el pueblo opera justo al revés de la sentencia que dio JKF: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”.
Por eso, no es descabellado decir que sigo esperando (al igual que millones de jóvenes) al señor que quiera comprar mi voto con un billete de 500 pesos. Sería la primera vez que me vería “beneficiado” por un político.
*Naturalmente en mi estadística faltó contabilizar el abstencionismo, el voto de los no-vivos (o muertos), personajes ficticios, el voto animal, el voto mineral, etc.
2 comentarios:
No puedo creer que te pongan en la bolsa un zaragoza y que al mismo tiempo no les alcance para algo más que unas tristisimas galletas maría... en serio? yo creo que mínimo unas emperador irían más acorde con la ocasión.. buéh....sé que pedir por ferrerorochér es demasiado...
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