“Hola, ¿cómo estás?”, es una cortesía
grabada en letras doradas en el manual de Carreño. Es el saludo que debes darle
a tus compañeros del trabajo al llegar a la oficina. Es una regla de educación
como decir “salud” cuando escuchas a alguien estornudar. Te lo enseñan tus
padres desde pequeño.
-Saluda, que no soy un fantasma –te regañaban
si no lo decías.
Pero lo que no te enseñaron tus
papás, o mejor dicho, para lo que no te prepararon, es para reaccionar ante el
peor escenario posible que desencadena la cortesía:
-Hola, ¿cómo estás?
-Mal.
¿Quién dice “mal”? ¿Qué inadaptado
social podría responder que se encuentra mal? Muy pocos. Habrá uno o dos de
ellos por cada país. Toparte con alguno es tan poco probable como sacarte la
lotería. Tal vez por eso nuestros papás nunca se tomaron la molestia de
enseñarnos a afrontar un “mal” por respuesta.
Ayer me saqué la lotería.
Llego a la oficina, como cada mañana,
un muerto viviente, saludando a todos por el pasillo:
-Hola, Claudia ¿cómo estás?
-Hola, Raúl ¿cómo estás?
-Hola, María Eugenia ¿cómo estás?
-Hola, Quique ¿cómo estás?
-Hola, Pigleta ¿cómo estás?
-Mal.
Esto es lo peor que te puede pasar en
el mundo. Pigleta tiene que ser la única mujer en la Tierra en responder algo
así. ¿En qué pensaban sus papás cuando la llamaron Pigleta? Maldito el día en
que la engendraron.
-Mal.
Seguro esa fue su primera palabra.
-Mal.
Se había tardado Pigleta. ¿Cómo no lo
vi venir? Siempre caminando por los pasillos con sus ojos saltones como un par
de huevos fritos de yemas suaves.
-Mal.
“Hija de puta”, pensé, maldiciendo a
mis padres por no haberme preparado para este momento. Qué se supone que hay
que responder a eso. Incluso la gente en los funerales tiene la buena educación
de responder lo que se espera que responda todo el mundo.
-Bien, gracias. Se me acaba de morir Ricardito,
pero todo bien.
Así es como funciona la sociedad. A
base de mentiras. De hipocresías. De falsas sonrisas. De “buenos días”, aunque
te deseen la muerte. De “te ves preciosa”, aunque en realidad el espejo diga
todo lo contrario. De “México tiene un sólido y robusto sistema económico”,
aunque todos los presentes en el Foro Internacional Económico de Suiza tengan
que contener las carcajadas.
Es mentira que hay que ser sincero.
Nadie quiere a las personas sinceras. Nadie quiere escuchar a Pigleta decir que
se siente melancólica, que por las noches araña las paredes del cuarto, que
sueña con calamares de tentáculos luminosos que vomitan ángeles de fuego, que
está cansada de tomar pastillas de colores que le provocan espasmos y le
resecan la garganta por las mañanas, que su novio filipino ya no se conecta al
Skype.
Lo que todos queremos es poder decir:
“no lo puedo creer, tan contenta que se veía Pigleta todos los días”, cuando en
la primera plana de los periódicos nos topemos con el titular: “Mujer se vuela
la tapa de la cabeza luego de abrir fuego contra transeúntes en un centro
comercial”.
6 comentarios:
Bien, hacía mucho que no te leía algo así, con el estilo de antes.
Saludos.
Me estaba encariñando con pigleta . Verde. Justo me está pasando en la chamba algo así, ya dejé de ser cortés y preguntar " cómo estás"
Saludos.Oso pipope.
Gracias Mussgo y Oso Pipope, me alega que lee haya gustado el escrito.
Abrazo.
Pigleta y un servidor. No lo sabía usted porque no nos topamos en un pasillo.
Ya encontró a los dos, ora chínguele a comprar su melate. Y luego se acuerda de los cuates, para que podamos contestar "bien"...
¡Uta! Rodrigo ¡Qué "sutil" eres. Un abrazo
Muy bueno! Tienes toda la razón.
Hace mucho que no recibía tus escritos.
Gracias!
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