lunes, 25 de julio de 2011

El precio de ser escritor


1


Escribir es un oficio peligroso. Extremo. Cada publicación tiene un costo. Un precio. Una reacción. Ayer, luego de publicar en mi blog un escrito autoflagelatorio bajo el título Me quedaré solo, ocurrió el milagro de que la hija de tío Tito me perdonara. Que olvidara mis indiscreciones familiares y me animara a explotar mi talento, a seguir escribiendo. Sin embargo, escribir significa perder la cordura y lanzarse a un campo de batalla. La victoria, si es que se consigue, siempre se ve empañada por las heridas de guerra.

-¿Y yo qué soy para ti? –me reclama Selva-. ¿Un espejismo? ¿Una ilusión?

Pienso justificarme, decirle que todo lo que escribo es ficción. Que no debe tomar literal cada una de mis letras. Pero decir eso sería engañarme, mentirme y mentirle. El escrito de ayer fue sincero. A corazón abierto. Negarlo me convertiría en un monstruo que da miedo. Que espanta.

-¿No piensas decir nada? –Selva se cruza de brazos-. ¿Te crees un escritor torturado, solitario, que no vale un peso? Ay, pobrecito de mí, estoy solo, voy a morir solo, eres un idiota, yo te amo y voy a estar siempre contigo.

Me arrepiento de no tener una grabadora conmigo, de que mi vida no sea un reality show de VH1 que registre sus palabras, para poder mostrarle la grabación el día que sus ojos pierdan el brillo, su risa se apague, descubra que probablemente Alfaguara o Planeta jamás me reclutarán en sus filas, que seguiré conduciendo mi volcho hasta que ambos nos terminemos de oxidar y destartalar.


2


-Mira qué guapo eras –Selva suspira.

Cada que Selva se deprime (siempre por mi culpa) agarra mi cartera (naturalmente no para sustraer dinero: hay poco o nada que llevarse) para ver mi credencial de estudiante universitario. La vuelve a mirar, vuelve a suspirar y vuelve a decir: mira qué guapo eras.

Sí, qué guapo era. Tiempo pasado. Imagino que si nunca hubiera renunciado al corporativo transnacional donde hacía mis prácticas profesionales y donde me ofrecieron un rimbombante puesto, ahora mismo sería tan guapo como mi primo Darío (hijo de la fusión gay entre yo (cuando era guapo) y Loret de Mola), que, astuto, sigue trabajando y ascendiendo puestos en el corporativo al que renuncié por sacarme una novela de las entrañas.

-¿Qué? ¿En qué piensas? –pregunta Selva.

-En nada –miento.

Un dicho viene a mi mente: “la experiencia es como tener un peine cuando estás calvo”. Tonto de mí, la mitad de la carrera universitaria me la pasé enamorado como un gorrión de mi primera novia, Paulina, la psicóloga esotérica, que vivía a 1,301.25 kilómetros de distancia. Nunca advertí por qué las chicas siempre querían hacerme las tareas, elegirme primero para que estuviera en su equipo de trabajo y desvelarme en sus casas. Desperdicié mi belleza. No puedo entender cómo Selva puede estar con un sujeto tan feo como yo.

-Te tengo una sorpresa –dice.

Y además me tiene una sorpresa. Mi chica debe estar loca.

-Mira –Selva saca un frasquito de su bolsa.

Aguzo la mirada.

-¿Qué es eso? –pregunto asustado.

-Semen de ballena.

Por increíble que parezca, respiro con alivio. Pensé que era cianuro y mi escrito de ayer se convertiría en realidad.

-Es para tus arrugas –me explica-, quiero que vuelvas a ser tan guapo como en la universidad.

-No pienso tomar semen de ballena.

-Menso, es para la cara.

-No pienso ponerme semen de ballena en la cara.

-Pues te vas a quedar solo.


3


Cierro los ojos. A mi mente viene un enorme cachalote, una ballena azul, las ballenas furiosas que se tragaron a Jonás y a Pinocho. Estos mamíferos gigantescos aparecen volando en mi cabeza como si fueran los aviones que apagan incendios forestales, abriendo una compuerta a la altura de sus panzas y expulsando toneladas de agua. Oprimo con furia los parpados. Me resisto a ser Jenna Jameson víctima de un rabioso cumshot. Me niego a pensar que un monstruo marino se está viniendo en mi cara.

-Listo –Selva se limpia las manos con una toallita.

Los escritores somos unos habladores, unos cobardes. Muy valientes a la hora de decir que nos quedaremos solos, pero en la realidad, a la hora de la verdad, estamos dispuestos a perder la poca dignidad que nos queda con tal de que nuestras chicas no nos abandonen.


Este escrito fue publicado en el número 170 de Tierra Adentro (Junio-Julio 2011)


6 comentarios:

El Kaskep dijo...

Caray, Rodrigo. Eres una reata y, desde que te descubrí y te leo, una mala influencia para mí, cosa que te agradezco mucho.

Luigi dijo...

Sin cansarme segire repitiendo que einvidio tu talento, gracias

Rodrigo Solís dijo...

Rígel y Luigi: gracias por sus palabras, me iré sintiéndome un superhéroe a mi encuentro de escritores.

Maseual (Morelos) dijo...

Publicado en:

http://www.maseual.com.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=1104:el-precio-de-ser-escritor&catid=36:columna

La Jornada (Nicaragua) dijo...

Publicado en:

http://www.lajornadanet.com/diario/opinion/2011/julio/26-2.php

Analítica (Venezuela) dijo...

Publicado en:

http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/4885241.asp