sábado, 3 de marzo de 2012

Todas las estrellas en una noche


“La fama suele alcanzar a aquellos que están pensando en otra cosa.”
- Oliver Wendell Holmes


Tal como si se tratara de una broma de mal gusto, Televisa decidió que era un buen momento realizar la ceremonia de premiación a sus “luminarias” justo el día y a la misma hora que marcan en su calendario la mayoría de las estrellas a lo largo y ancho del globo terráqueo. No vale la pena desperdiciar el tiempo en hacer burdas comparaciones entre los premios TvyNovelas y los premios Oscar. No después de leer el siguiente twit que encapsula a la perfección las meteóricas diferencias entre uno y otro. 




La lectura es simple. El domingo por la noche es un día sagrado para los mexicanos. Traducción: sentarnos maratónicas jornadas frente al televisor y desenchufar el cerebro para olvidar que mañana tenemos que volver a un trabajo mal pagado y que odiamos. Si este año TV Azteca tiene los derechos de los premios más glamurosos e importantes del planeta Tierra, no podemos quedarnos de brazos cruzados, pensó Televisa.

No es de extrañar entonces que si una televisora saca al aire un reality de cantantes amateurs, la competencia también (a la misma hora y con casi idéntico formato). Si unos sacan un reality de imitadores, el otro igual. E infinitos y funestos etcéteras.

Lo escalofriante fue lo previsible del resultado. Aunque tampoco me crean mucho, desconozco los ratings finales, hablo desde la mera intuición. El televidente mexicano en su apabullante mayoría es analfabeto, pobre y con mal gusto. La apuesta era tiro seguro para Televisa. Durante décadas (salvo honrosísimas excepciones) han alimentado a la población con historias inverosímiles, mal hechas, estúpidas, refritos de refritos siempre interpretados por mujeres exuberantes y hombres fortachones sin un gramo de talento.

Luego entonces, ¿por qué habría de interesarme ver si una película francesa, muda y en blanco y negro gana o no una estatuilla como Mejor Película del año? ¿Por qué gastar mis pocos pesos en un boleto carísimo de cine que me cuente la trágica historia de un inmigrante en los Estados Unidos, o la vida de un directivo que cambió las reglas del mercado de compra-venta en las Ligas Mayores de beisbol, o la de un hombre que viaja al París de los años veintes, donde conoce a una serie de personajes de los cuales no tengo una mínima idea de quiénes son, pese a ser algunos de los artistas y pensadores más ilustres que ha producido la humanidad? ¿Por qué molestarme en tratar de entender películas con aspiraciones poéticas que buscan establecer un paralelo entre la historia del universo y la de un ser humano? ¿Por qué ver una ceremonia plagada de personas y categorías que no conozco, donde además no entiendo ni uno de los chistes del conductor (y no precisamente porque los traductores locales sean tan malos)? ¿Por qué perder el tiempo con un grupo de criadas y señoras de sociedad que se pelean, pegan de gritos, hacen caras “chistosas”, lloran amargamente, reciben palizas del desgraciado de su esposo, se enamoran y desenamoran, chismean… eh… (ahora que lo pienso, lo único que le faltó a Criadas y Señoras fue un cameo de la Virgen de Guadalupe para ser nominada al TVyNovelas).

La postura de Televisa es transparente como el agua. Se sabe amo y dueño del verdadero arte. Por eso congregó a todos sus productores, guionistas, actores y demás técnicos y “artistas” en un auditorio y les dijo, esto es lo más grande a lo que pueden aspirar. Confórmense con ello. Lo que pasa al otro lado de la frontera es una quimera. Un sueño inalcanzable (para ustedes). No sean estúpidos, el sueño americano no es posible. Aquí tienen todo lo que necesitan. Con un mínimo de talento (y mucho músculo y silicona) pueden hacerse de un nombre y prestigio (o algo que se le parece), serán detenidos en la calle para firmar autógrafos, los ojos de toda una nación estarán posados en ustedes. Y lo mejor de todo, ni siquiera tendrán que competir contra otras pestilentes telenovelas o programuchos de variedad de la competencia, pues los premios son exclusivos de la empresa.

Predicción: es cuestión de tiempo para que TV Azteca espabile y deje de pagar los derechos de transmisión de los tan poco populares premios Oscar y cree los premios Azteca de Oro para hacer verdadera competencia en el rating.

 
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Tener el honor de ser nominado o incluso ganar un premio Oscar no es necesariamente sinónimo de talento, hay grandísimos actores y actrices que la Academia ha ignorado olímpicamente durante toda su trayectoria (hasta hace unos días Gary Oldman era un ejemplo de ello, no por nada Natalie Portman, ganadora del año pasado, al presentar a los nominados se disculpó con él: “Gary, es increíble que hasta hoy tengas tu primera nominación”, sin mencionar los casos escalofriantes de actores como Donald Sutherland o Mia Farrow), o pésimos actores y actrices que han sido premiados, véase el caso de Cuba Gooding Jr., quien al ganar la estatuilla por su papel de Rod Tidwell en la película Jerry Maguire subió al escenario pagando de gritos tal cual si hubiera anotado un touchdown, actitud propia del pésimo actor que sabe no volverá a engañar a los críticos en toda su carrera. Ya ni hablar de nominaciones tan escandalosas como la del Señor Miyagi (Pat Morita) o la de Nia Vardalos por el guión de Mi Gran Boda Griega.

Algo similar ocurre en México, solo que a la inversa. Tener la desventura de ser nominado o incluso ganar un premio TVyNovelas no es necesariamente sinónimo de hediondez, hay actores y actrices de respeto que tienen que comer (todos arriba de los sesenta años). Véase a Juan Ferrara al momento de recibir su premio TVyNovelas 2012 en la categoría a Mejor Villano (ojo, igual y no fueron sus palabras exactas, pero en esencia esto dijo).

-La verdad es que deseaba no ganar porque me pongo muy nervioso al hablar en público.

Traducción: se me cae la cara de vergüenza de que mis maestros de teatro me vean aceptando esta baratija.


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La historia de Demián Bichir para llegar a Hollywood es conmovedora. Tanto, que los gringos se conmueven hasta las lágrimas al escucharla.




Naturalmente en México (y en todo el mundo occidental) ganarse la vida haciendo guacamole es sinónimo de degradación social.




Martha Cristiana tiene razón, pero solo en una cosa: Ryan Seacrest es un hombre de corta estatura.

En México cualquier actor que salga en telenovelas (o películas de nuestro “glorioso” cine nacional) por mucho tiempo es un artista respetado. Tanto, que corre el riesgo de ser homenajeado en los premios TVyNovelas por su trayectoria.

No soy ningún vidente o adivino, pero puedo ver a Demián pasando en vela las noches, preguntándose si vino al mundo a inspirar a las señoras menopaúsicas en sus frotamientos nocturnos o a tocar el alma de personas desde la India hasta la Patagonia.

Le duela a quien le duela, Hollywood es la meca del cine. Y Demián apuntó a lo más alto y lo logró, no sin antes hacer guacamole y después hacer trabajos brillantes y dignos de todos los premios, como por ejemplo, meterse en la piel de Fidel Castro bajo las órdenes de Steven Soderbergh (quien fue rechazado en fechas recientes ni más ni menos que por Willian Levy, al considerar que estaba por debajo de él participar en una película acerca de strippers masculinos, optando su lugar por aparecer en Dancing With the Stars) e interpretar al entrañable alcalde de Tijuana, Esteban Reyes, en la gloriosa serie televisiva Weeds.


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Al final el Oscar no fue para Demián. Y las luminarias nacionales mostraron su solidaridad con el actor.









Ahora que lo pienso, probablemente Demián escapó de México porque nunca nadie supo como se llamaba.

P.D. Y sí, como todo nominado a un Oscar, de ahora en adelante se ha ganado a pulso el derecho (y obligación) de hacer el ridículo (o haberlo hecho) en todos los churros que quiera. Jean Dujardin encontrará en él una dura competencia por todos los papeles de villanos que Hollywood tenga que ofrecer durante el próximo par de años. 

1 comentario:

Janus dijo...

No puedo esperar a que James Bond se enfrente al cartel mexicano que controla la droga internacional y Demian sea el villano principal. En ese momento será mi único ídolo.