En un acto
inédito, sin precedentes, anuncia la prensa internacional, el rey Juan Carlos de España ha
externado sus disculpas por irse a cazar elefantes a Botsuana. “Lo siento
mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”, ha dicho.
Sería injusto
afirmar que sus disculpas son falsas, poco sentidas, como pensamos algunos.
Hasta el día de hoy, que se conozca, nadie tiene la capacidad sobrenatural de
introducirse hasta las fibras más sensibles del monarca para saber si en su corazón
existe verdadero arrepentimiento. Sin embargo, hay algo que posee el ser humano
llamado sentido común, y ese nos susurra al oído que los hombres con coronas en
la cabeza pocas veces se arrepienten.
En cuanto al
asesinato de los elefantes, verdaderos reyes de África, todo bien, gracias. Lo
único que le importa a los españoles, por algo habrán pegado el grito en el
cielo, es lo costoso que sale un viaje de cacería al sur del continente
africano. Una falta de respeto, eso de andar despilfarrando el dinero justo
ahora que la Península Ibérica enfrente semejante crisis económica (en la
actualidad son vistos como el país más débil de la Unión Europea). El periódico
El País publicó que el costo de un viaje de 15 días a Botsuana para
cazar un elefante por lo general oscila entre 44,000 euros, es decir, cerca del
doble del salario promedio anual en España.
Repito, nadie
en el mundo, que se conozca, ha podido meterse en las entrañas de otra persona
para saber lo que siente en verdad, pero es más que obvio que de no ser por esa
maldita fractura en la cadera en mitad del safari, ahora el
rey Juan Carlos tendría empotrado en la pared de su sala un macabro souvenir:
la cabeza de un elefante. Y es que la historia no miente. A través de los
siglos, los reyes han vivido en un mundo paralelo al de los simples mortales.
Creen sentir, sufrir y entender las miserias que vive su pueblo, pero eso es
imposible. Las paredes de los castillos y casas reales son demasiado gruesas.
Véase el
ejemplo de otro rey, el rey de reyes, el representante de Dios en la Tierra.
Vive en un palacio con acabados de oro. Atraviesa multitudes menesterosas del
Tercer Mundo en una pecera blindada (por algo será), y la gente le sonríe y le llora, en vez de
reclamarle que predique con el ejemplo de la austeridad. Y no solo eso, el rey de
sombrero y báculo de oro dice estar avergonzado por todas las atrocidades y violaciones
cometidas por la institución que representa: “Pido perdón a nombre de la
Iglesia”. La gente se traga sus palabras y él regresa a su palacio a seguir
acumulando riqueza, cotizando en la bolsa, mientras sus fieles se mueren de
hambre.
P.D. Si el rey
Juan Carlos no fuera un anciano, ahora mismo tendría la carabina al hombro,
listo para embarcarse a otra aventura de gente rica y sin moral.
6 comentarios:
Publicado en:
http://peninsulardigital.com/opinion/pildorita-de-la-felicidad-3/73813
Publicado en:
http://www.sdpnoticias.com/columna/8382/Las_disculpas_de_los_reyes
Publicado en:
http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=33&idTitulo=161746
Publicado en:
http://www.eldecidor.com.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=4297:las-disculpas-de-los-reyes&catid=62:opinion&Itemid=29
Publicado en:
http://issuu.com/noticiasdechiapas/docs/ndch-abril-21-2012
Publicado en:
http://www.calameo.com/books/00036824714eafe88428c
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