“Donde no hay imaginación, no hay horror.”
- Arthur Conan Doyle
Siempre me ha intrigado el glamoroso mundo del marketing, es decir, el modo en que las empresas emplean su creatividad para vendernos un producto, en especial el que utilizan las empresas pequeñas (por no llamarlas tendejones, fondas, peluquerías, etcétera), que son las que se las apañan como pueden, de una de las dos formas que a continuación mencionaré:
Primera forma: el señor o señora dueño o dueña del tendejón, fonda, peluquería o pequeño negocio que se les venga a la mente, muy emocionado por los tiempos tan modernos que corren hoy día, decide invertir todos sus ahorros (nótese que utilicé la palabra “invertir” y no “gastar”) en enviar a sus pequeños retoños a la universidad, y si la pasta alcanza, a la maestría también, en una escuela privada, desde luego, para que estudien las prestigiadísimas carreras de administración de empresas, mercadotecnia, finanzas, negocios internacionales o cualquiera de las miles de licenciaturas que existen de ese estilo, con la esperanza de que al graduarse los pequeñines salgan convertidos en todos unos hombres y saquen adelante el negocio familiar que está al borde de la bancarrota por la globalización y los incontables tratados de libre comercio que han traído consigo una invasión de empresas y de franquicias extranjeras que les roban la clientela de la cual gozaron toda la vida. Resultado: los flamantes nuevos licenciados en ……. (llene los puntos suspensivos con la licenciatura de su elección), después de quemarse las pestañas en la universidad durante cuatro años y medio (o más), tiene una brillantísima idea: promoción al 2 x 1 en todos los productos de la tienda, y para hacérselo saber al mundo entero se paran en las avenidas a repartir volantes, papelitos que los “posibles clientes” no dudan en hacer bolita y aventarlos metros más adelante en la calle, contaminando la ciudad.
Segunda forma o Marketing del Tercer Mundo: es la que depende del grado de inspiración que tenga el dueño del tendejón, fonda o peluquería en cuestión, y proviene de una época en la que el mundo era un lugar mejor para vivir, o al menos un lugar donde podías ver las nubes del cielo sin tener que enterarte de la existencia de una nueva línea de hamburguesas a la parrilla, o de los fantásticos planes de telefonía celular, o las doscientas mil nuevas universidades con sus cuatrocientos mil campus y sus quinientas mil licenciaturas, o las nuevas bebidas energéticas, deportivas y súper reductoras en sus mil y un explosivos sabores de frutas exóticas; en pocas palabras, emana de una generación que nació en una época donde no existía el marketing, o mejor dicho, una época donde no tenías que asistir a la escuela para que te enseñaran cómo vender productos completamente inútiles e innecesarios.
Ejemplos del Marketing del Tercer Mundo hay cientos, unos más pintorescos que otros, e incluso algunos difíciles de creer, como la tienda de pinturas que anunciaba: “Pintamos casas a domicilio”, o el tendejón que decía: “Vendemos hielo bien frío”. Ambos ejemplos unos verdaderos clásicos de este tipo de marketing, que gracias a que nadie se tomó la molestia en capturar en fotografía han cobrado tintes de leyenda urbana, lo cual no ha sido impedimento para que la mayoría de la población jure y perjure haber visto estas tiendas en su niñez. Por fortuna no son los únicos ejemplos chiflados pero cien por ciento reales de este tipo de marketing, y cuando digo reales es por que existen en el mundo cotidiano, y pruebas de su existencia sobran en la ciudad de Campeche, que gracias al aura cósmica que emanan sus murallas ha mantenido inspirados a sus comerciantes para dar rienda suelta a su imaginación de las formas más insólitas para seducir a sus clientes. Para ello decidieron escatimar al máximo sus costos y, en vez de contratar a un diseñador gráfico que creara sus logos, optaron por sacar al dibujante que llevaban dentro (y bien escondido) desde el Jardín de Niños para ponerlo manos a la obra en las fachadas de sus tiendas, logrando por resultado (a Dios gracias) espeluznantes obras de arte que aun hoy día (y, para nuestra mala fortuna, por muy poco tiempo más) engalanan la ciudad. Por citar algunos de los tantísimos ejemplos existentes, en un radio de aproximadamente diez cuadras te puedes topar con un pollo deforme y caníbal (una pollería); un monstruo plagado de músculos inexistentes, con bíceps en los antebrazos y las facciones torcidas en una mueca de ira y dolor (un gimnasio); unos osos panda que con mirada ausente olisquean una pila de regalos (una sala de fiestas infantiles); una estrella del porno muy bien peinada (una estética); y por supuesto, en el establecimiento llamado Bicipollo, un pollo vestido con atuendo circense de los años cincuenta que monta un monociclo. Cabe aclarar que esta tienda no vende bicicletas ni pollos, así que quien desee averiguar qué es lo que ofrece tan singular personaje, deberá aventurarse a cruzar sus puertas.
4 comentarios:
Algo me dice que es una llantera...
Lolbe: puede ser.
Algunos comentarios:
Anónimo dijo...
HOLA Q XIDO ESCRIBES EHH!! COOL JAJA Y MUY CIERTO LO DE LA PUBILCIDAD Y EL MARKETING :-P SALUDOS!!!
20 de noviembre de 2007 01:31 PM
benito juarez dijo...
Mi favorito es bicipollo (el que no vende ni bicis ni pollos) yo iría para ver qué vende, ¿será melón, será sandia?
El respeto al derecho ajeno es la paz.
Saludos, Bomberito.
20 de noviembre de 2007 01:35 PM
Marit dijo...
Yo creo que el bicipollo es uno de los grandes enigmas de la humanidad, si no vende bicis ni vende pollos, que vendera? Deberias iniciar una cruzada cientifica para determina la verdadera naturaleza de ese pollo con aspiraciones ciclistas..
20 de noviembre de 2007 10:30 PM
Fernanda dijo...
Jajaja,
Hace como mil años leí un artículo de Mosivais en la revista Complot (creo que fue la primera) en donde hablaba, justamente, de esta corriente de artistas pauperizados... Creo que la llamaba "monstuismo mexicano".
Saludos,
F.
21 de noviembre de 2007 10:12 AM
Anónimo dijo...
Rodrigo:
Sólo quería decirte que los yucatecos y campechanos tienen una rivalidad que trasciende a niveles casi cósmicos, y si haces mención de los rótulos semisurrealistas que adornan la ciudad podrían caer algunos tomatazos por parte de algunos yucas bien puristas (como si aquí no pasaran esas cosas).
Espero la segunda parte.
Saludos!
21 de noviembre de 2007 02:02 PM
jorge dijo...
Mi estimado, no sea cabrón y dígame qué venden en Bicipollo. Salucita. Váyase a la FiL.
22 de noviembre de 2007 03:22 PM
david dijo...
Eres talentosisimo y tus articulos son de lo mejor que he leido. Justamente anoche me he dado una divertida leyendo tus articulos.
Sigue asi!! recomendare el blog.
22 de noviembre de 2007 07:26 PM
carlos dijo...
Sr. Rodrigo me gusta leer sus escritos, son muy buenos, acabo de leer su historia y me llamo la atencion los comentarios del marketing de tercer mundo, ahi le paso una foto, puede usted ilustrar su relato, creame que aun existe ese tipo de marketing
Saludos
23 de noviembre de 2007 03:31 PM
Dongato dijo...
Don Rodrigo.
Este último de la publicidad chompa me hizo reír.
Le felicito e invito a que continúe escribiendo.
23 de noviembre de 2007 03:34 PM
hugo dijo...
Hola Rodrigo,
jajaja, interesante cuento. Vivo en Morelos y comparto tu idea. Gracias por mandarme esto.
Saludos
23 de noviembre de 2007 07:03 PM
De buena fuente se que el letrero de "Se venden casas a domicilio" esta en Merida.
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