jueves, 25 de noviembre de 2010

La mirada de los otros



1


Mi amigo Eutimio Estrella, el escritor que más admiro y respeto, me ha dicho que no debo sentirme un fracasado, o mejor dicho, un perdedor solitario; que para estas fiestas decembrinas planea visitarme en Mérida, para que juntos imprimamos una foto de John Kennedy Toole, le pongamos unas veladoras y le recemos al santo patrono de los escritores rechazados, ya que él mismo ha sido rechazado esta semana por una editorial bajo el pretexto de “no sabían si mi libro iba a vender o no”.

More...Mi amiga Elsa Covarrubias, magistral ensayista y virtuosa músico, me ha regañado en no pocos correos electrónicos diciendo que deje de sentir lástima por mí mismo, que deje de lloriquear y quejarme cómo una niña, que si me decepciono por el primer rechazo editorial en mi primer intento de publicar una novela entonces no estoy hecho para ser escritor. En respuesta le he dicho que bueno sería si me hubieran rechazado solo una vez, ya que la realidad es otra: las editoriales que me han rechazado no podrían contarlas con los dedos de las manos y los pies ni los hermanos siameses Ronnie y Donnie. Mi amiga me consuela diciéndome que tiene un amigo en una editorial muy buena, pero que, a fuerza de ser sincera (Elsa es de las pocas que ha leído mi novela, o al menos, gran parte de ella), cree que también me rechazarán, ya que la editorial publica solo dos libros al año, y no solo eso, también cree que me darán negativas en todas las editoriales de las ligas mayores, porque hasta donde ha avanzado en mi novela, cree que la primera parte, donde relato toda mi infancia, es genial, que no debo cambiarle ni una coma, sin embargo, a raíz de cierto punto, decidí meter mucha paja, es decir, contarlo todo, en especial una horrenda historia donde tengo, o mejor dicho, el personaje tiene relaciones carnales con una gorda, lo cual hace de la novela, además de repugnante, demasiado larga. También cree que el título que elegí es insípido, bien haría cambiándolo.

Mi chica cada vez está más triste de ver el panorama tan negro que se cierne sobre mí. Sin embargo, la percepción que tiene sobre mi persona permanece intacta. Ella tiene la disparatada idea de que soy su príncipe azul que la rescatará de su enloquecida familia. Que seré un gran y famoso escritor, y que a punta de vender libros voy a costear y sostener su elevado ritmo de vida (incluida su operación de culo como el de Ninel Conde), que por el momento, ella costea de su propio bolsillo llevándome a cenar a mis restaurantes favoritos, pagando las entradas del cine a todas las películas que quiero ver, etcétera.


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Elsa, mi amiga escritora y músico, me ha pedido una ficha biográfica. Me ha dicho en tono de urgencia (al parecer verá a su amigo editor) que no me demore en enviársela, que no finja demencia o ignorancia argumentando que no sé qué es eso, por ello, ha tenido el detalle de decirme todos los puntos que debe llevar una ficha biográfica, para más referencias, abrir cualquier novela que esté leyendo ahora y mire en la solapa del libro donde vienen los datos del autor.

Reviso algunos libros que tengo a la mano, por suerte Pedro dejó varios olvidados en casa el fin de semana pasado, de lo contrario, tendría que echar mano a los libros Deseo, Bianca, Jazmín y demás revistuchas seudo eróticas que esconde mamá en su buró. Con horror descubro que todas las biografías, además de ser impresionantes (todas enumeran una serie interminable de galardones), están escritas en tercera persona. ¿Acaso debería ser yo quién escriba mi propia ficha biográfica? La respuesta es un no rotundo, a menos que quiera alzarme con el trofeo al Hombre Patético del Año. Entonces pienso: ¿Acaso mi novela no es una autobiografía de más de 400 páginas? La respuesta es un sí contundente, lo que me lleva a pensar que en realidad soy un hombre afortunado, pues gracias a las editoriales nadie más que unos pocos verán el patetismo de un escritor tratando de salir del anonimato.


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Lo único que vale la pena en mi vida es mi chica. Eso lo tengo clarísimo. No en balde, a partir de diciembre o enero, empezaré a recibir dinero (más que el que he recibido en ningún otro trabajo) por escribir su biografía. Lo que deja claro que solo un gobierno irresponsable como el que tenemos habría subsidiado con el dinero de los contribuyentes este absurdo.

Un capítulo de la novela, pienso mientras Selva se monta a horcajadas aprisionándome con sus rodillas las manos, será lo que está ocurriendo en estos momentos delante de mis ojos.

-No puedo creer que te hayas masturbado –dice.

Me excuso diciendo que fue la calentura del momento. Que soy victima de la inmediatez, de la tecnología. De los piratas cibernéticos que filtran sus páginas lascivas cada que quiero investigar o corroborar algún dato en Google mientras escribo.

-Esa leche me pertenece –dice y se toca entre las piernas-, va aquí.

Con la boca abierta pienso que mi mayor fantasía de adolescente se ha cumplido. Vivir perpetuamente en una película porno. Incluidos los diálogos.

-Para eso tienes vieja –dice-, ¿me oyes?, prohibido andar viendo putas en la computadora. ¿Acaso este par de tetas no son iguales a las tetas que ves en las pornos?

Como un becerrito muevo la cabeza de arriba hacia abajo mientras Selva me reclama, me saca cuentas.

-Andas muy masturbador últimamente –dice-, la semana pasada también te la jalaste, y hace dos cogimos viendo una porno.

Mi chica se me queda mirando, me aprieta con una mano la entrepierna.

-Que no se te olvide quien es la dueña –dice.

Mientras ahogo un grito pienso que cualquier sacrificio es necesario para no perderla.


4


Rodrigo Solís nació el 28 de Enero de 1980. Se licenció en Administración de Empresas en el Instituto Tecnológico de Mérida por 3 razones: uno, porque le dijeron que era una carrera fácil (mentira) y porque era la carrera por excelencia para las personas que no sabían qué hacer con su vida (verdad); dos, para evitarle un paro cardíaco a su papá con más gastos que hicieran aun más evidente su bancarrota (en mitad de la carrera su papá murió fulminado por un derrame cerebral, nunca supo que su hijo era escritor); tres, para ir en contracorriente de su mamá que quería que se enrolara en la universidad Marista con los hijos de sus amigas de la Cruz Roja y/o cacatúas de las mutualistas quincenales, y de tal suerte volverse una viuda feliz.

Durante poco más de 3 años trabajó en un corporativo transnacional, los 3 años más horribles de su vida. Renunció a su glamoroso puesto de gerente de ventas (puesto que obtuvo no a su habilidad en los negocios sino a su amistad con el hijo del dueño, quien veía con fascinación que su empleado escribiera en horas de trabajo) argumentando que necesitaba escribir una novela de lo contrario temía terminar aventándose dentro de un molino triturador de envases de plástico PET. Novela que lo llevó al exilio y le tomó más de 5 años escribir y que ahora ninguna editorial se anima a publicar.

Antes de ser escritor intentó ser futbolista profesional. Fracasó en tres ocasiones, dejando en evidencia que el dicho “la tercera es la vencida”, es una reverenda mentira. Y que las proezas a la persistencia solo ocurren en películas americanas tipo Rudy e Invincible.

Para ganarse la vida mientras escribía su interminable novela fue maestro de una universidad, sin duda (palabras del autor), la universidad más mediocre de México, pues solo la universidad más mediocre de México le daría trabajo y la responsabilidad de enseñar en más de tres licenciaturas. Dato curioso o para pagar sus deudas: también fue entrenador del equipo de fútbol de la universidad (en su curriculum mintió diciendo que había jugado profesionalmente), equipo que nunca llegó a disputar un solo partido en la liga ya que jamás logró reunir a más de 8 elementos sobre la cancha los sábados por las mañanas.

En materia literaria ha colaborado en periódicos, revistas, pasquines y blogs de poca monta y/o dudosa reputación, todas ediciones de provincia y sin cobrar un centavo. La única vez que apareció un texto suyo en un medio nacional recibió amenazas de muerte y/o rotura de madre por parte del gobierno y ciudadanos campechanos amantes de sus tradiciones y costumbres. También ha publicado en periódicos, revistas y páginas de Internet en España y toda Latinoamérica (excepto Brasil, Chile y Uruguay).

La escritura no le ha granjeado fama y fortuna, y por obvias razones nunca ha ganado ningún premio literario, salvo el valioso precio a su cabeza que puso el club de fans de Michael Jackson más rocambolesco de Latinoamérica, el veto a toda beca y/o premio literario que le impuso el licenciado Cara de Sapo (achichincle del Instituto de Cultura de Campeche), la expulsión de la ciudad amurallada provocada por los matones del Rey de los Puteros, etcétera.

Obtuvo la beca PECDA 2007 y Mención Honorífica en los VI Juegos Literarios Nacionales Universitarios (el jurado quedó sorprendido por el cuento que leyeron, pero a su juicio, un mejor premio que los 20 mil pesos del primer lugar era una dotación de libros de la historia del achiote y el chile habanero). Luego de cinco intentos fallidos, el FONCA se apiadó de él becándolo para que escriba su segunda novela.

Por el momento tiene una novela llamada Con pena y sin gloria (ahora llamada La mala racha) y un libro recopilatorio de artículos y ensayos llamado Pildorita de la Felicidad LADO B, donde lo único valioso es el magnífico prólogo de Eutimio Estrella. Ambos libros permanecen sabiamente sin editorial que se anime a publicarlos, aunque algunas editoriales aseguran estar dictaminándolos. Si estás leyendo esto, en unos minutos te unirás a otras tantas editoriales que se negarán a publicar la novela del autor.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Editoriales



1


De buenas a primeras, Selva ha dejado de dirigirme la palabra. Su habitual semblante risueño, sus bailes espontáneos, su meneo de culo enloquecido cesaron. Su nueva postura es mirarme de reojo, cruzarse de brazos y fruncir el ceño cada que le pregunto qué coño le pasa.

More...Su extraño comportamiento es la cereza del pastel a una semana negra, de tropiezos, de una avalancha de rechazos literarios.


2


Si eres nuevo en el oficio de la escritura, a continuación te daré unos útiles consejos antes de que te veas en la penosa posición de experimentar en carne propia el fracaso.

Lo difícil no es terminar de escribir tu primera novela, lo titánico es lograr que la lean, ya sea amigos, familiares o editoriales. En un principio, amigos y familiares te animarán para que termines de una vez por todas de escribir tus crónicas enloquecidas, irrelevantes, pero una vez que las plasmes en papel, todos y cada uno de ellos se desentenderán para no perder su tiempo en tus dislates creativos.

Si bien te va, los amigos misericordiosos te dirán que han tenido una semana ocupadísima en el trabajo, que ya la leerán y harán sus anotaciones pertinentes a tu novela. Si mal te va, los amigos sinceros te dirán que mejor te dediques a otro oficio. Y finalmente, si tienes suerte, los amigos mentirosos, escapistas, dirán que van a la mitad de la novela, que les está gustando mucho, pero por el momento tienen muchos pendientes y apenas encuentren unos minutos disponibles en su ocupadísima agenda retomarán el hilo de tu novela para darte una opinión más objetiva del asunto, aunque la cruda y triste realidad sea que tu manuscrito o archivo se ha empolvado en un estante o extraviado o borrado en la memoria del disco duro de sus computadoras.


3


Cada minuto que pasa, Selva se desespera más y más. Nunca la había visto tan resentida, tan enojada. Incluso se reserva para sí misma, mascullando entre dientes, sus comentarios hirientes, lacerantes, despectivos, hacia Snooki y The Situation, basuras humanas que protagonizan un show llamado Jersey Shore que no se pierde por nada de este mundo, al igual que una retahíla de programuchos insufribles que mira con gozoso placer culpable frente a la televisión.

Decido escapar del ambiente enrarecido que reina en la habitación (enrarecido un poco por la tensión y un mucho por las bombas lacrimógenas que Selva no tiene empacho en soltar a diestra y siniestra empinando las nalgas). Con lo ojos llorosos le digo que voy a la computadora a revisar mi correo electrónico. Selva se revuelve en la cama, aprieta los puños, cierra los ojos intentando mandarme un misil teledirigido mientras masculla entre dientes sabrá dios qué.


4


La última vez que abrí un archivo de Excel fue hace más de siete años, cuando tenía un trabajo decente en un corporativo transnacional que tanto enorgullecía a mamá, celdas que me servían para almacenar y dividir a todos los clientes y clientes potenciales de la refresquera; ahora, esas mismas celdas me sirven para anotar todas las editoriales que he descubierto navegando por Internet, porque a decir verdad, antes de mi exhaustiva investigación, no pasaba de conocer una decena de ellas, que en realidad se transformaron en solo 3 editoriales porque una editorial resultó ser un corporativo inmenso que abarca el 80% de los sellos que creía eran editoriales independientes.

La primera acción fue dividir a las editoriales según su grado de importancia en el mercado, o sea, según su poderío económico y/o nivel de distribución. Si hiciéramos una analogía con clubes de fútbol, diríamos que Planeta es el Real Madrid, Random House Mondadori el AC Milán, Alfaguara el Manchester United, Anagrama el FC Barcelona, Ediciones B el Bayern München, etcétera.

Como buen novato, mi sueño es pertenecer a las grandes ligas, por eso le he hecho llegar el manuscrito de mi primera novela a estos monstruos editoriales a sabiendas que seré rechazado y/o jamás leído por el comité de lectura de manuscritos. Mismo manuscrito que mi sentido común me ha dictado enviarle a las editoriales de segunda, tercera y cuarta división, pues bien podrían ser el trampolín para en un futuro dar el salto a la élite, al caminar con el pecho gallardo por delante en las alfombras rojas de las ferias internacionales de libros donde se pavonean y comen a besos el culo los intelectuales best-sellers.


5


-¿Tienes algo que decirme? –dice Selva mirándome de reojo, rompiendo el silencio de diez minutos que llevamos desde que nos subimos al coche.

-¿Decirte qué? –digo por decir algo, ganando tiempo para pensar qué he hecho, qué error o despiste he cometido.

-¿Así que no me lo dirás?

-¿Decirte qué?

Selva vuelve a cruzarse de brazos, hace un puchero, los ojos se le empañan.

-No puedo creer que no me tengas confianza –dice.

-¡Claro que te tengo confianza! –digo.

-Pensé que éramos un equipo.

-Somos un equipo.

Con el rostro desencajado, la mirada perdida en la calle, Selva parece querer ordenar las ideas en su mente.

-¿Por qué me mientes? –dice.

-Jamás te he mentido –me defiendo y en mi mente intento adivinar su siguiente pregunta para bloquearla y/o contraatacar con alguna nueva mentira.

-¿Ah, no?

-No.

-¿Crees que no leí el mail donde rechazaban tu novela?

Indignado, abro la boca como una enorme O, no dando crédito a que Selva haya revisado mi correo a mis espaldas.


6


Un consejo muy útil si eres un escritor en vías de o rogando publicación, es el de jamás revisar tu correo electrónico cuando tu novia esté merodeando los alrededores. Tal cual fue mi caso.

Selva apareció en mi habitación de trabajo y para no parecer alterado por el mail que brillaba en la pantalla de mi laptop, fingí naturalidad, soltura, desparpajo, como quien descubre a su mamá en el rellano de la puerta justo cuando está viendo pornografía y desliza el mouse con sigilo, con un movimiento imperceptible de muñeca dando clic a una nueva ventana que oculta el crimen.

-¿Estás bien? –dijo Selva.

-Todo bien –sonreí nervioso, a sabiendas que nada estaba bien, de lo contrario Selva jamás hubiera preguntado si me encontraba bien, con lo cual dejé en evidencia que mi naturalidad, soltura y desparpajo no fueron del todo bien caracterizados.

-¿Seguro? –insistió Selva aproximándose hacia donde me encontraba sentado.

-Seguro –mentí mirando de reojo el monitor para asegurarme que en pantalla estuviera un archivo de Word con un capítulo de mi nueva novela, en el que llevo más de una semana sin poder terminar.

Entonces los brazos de Selva me rodearon el cuello, su mata de pelo castaño me cubrió los anteojos, su aliento invadió mi boca, sus muslos rozaron mis costillas, sus nalgas se posaron en mi pelvis, mis manos desabotonaron su blusa, sus manos me sacaron la playera de encima, mi cara se hundió en sus gloriosos e inmensos pechos, su lengua invadió mi oído, la silla crujió, rechinó sobre el suelo, se balanceó en dos patas, trastabilló, giró, Selva de un tirón me sacó los pantalones y con un movimiento vibratorio de cadera al estilo perreo de los videos de reggaetón su tanga se deslizó por debajo de su faldita de mezclilla.


7


-No puedo creer que hayas revisado mi mail mientras…

-Ay, ya –Selva me interrumpe- deja de quejarte como una nena y acepta que me mentiste.

Indignado detengo el coche.

-Nunca te mentí.

-¿Ah, no? –Selva abre los ojos enormes, ahora es ella la indignada.

-No te mentí, te oculté, cosa muy diferente, que habían rechazado mi novela.

-¡Mentir y ocultar es lo mismo! –explota Selva.

Discutimos acaloradamente durante una hora sin poder definir si ocultar un hecho verídico entra dentro del rango de mentira. Cada quien da su argumento, la contraparte lo rechaza en el acto dando nuevos y virulentos argumentos que desembocan en una discusión que parece no tener fin.


8


Algo difícil de creer y que debe ser del conocimiento de todo joven escritor con aspiraciones de publicar un libro, es que las editoriales, sean de cuarta, tercera, segunda o premier league, están saturadas de manuscritos. Véase los siguientes ejemplos prácticos que le ahorrarán tiempo y esfuerzo:

Editorial de cuarta división:

“Lamentablemente amigo escritor no nos la mande, no podemos publicar nada por el momento.”

Editorial de tercera división:

“Dada la carga editorial que tenemos, por el momento no estamos recibiendo manuscritos. Espero que encuentres una editorial para tu obra. Saludos cordiales.”

Editorial de segunda división:

“En estos momentos no publicamos narrativa hasta dentro de dos años ya que tenemos cerrados nuestros planes editoriales debido a la gran cantidad de originales contratados y pendientes de publicación. Saludos cordiales.”

Editorial de primera división:

“Gracias por contactarnos para hacer llegar su propuesta de publicación. Sentimos comunicarle que nuestra programación editorial está cerrada y que, debido a la saturación actual, no podemos hacer frente a todos los proyectos que se nos presentan. Deseándole la mejor suerte en sus futuras gestiones editoriales, reciba un cordial saludo. Departamento editorial.”

Y para finalizar, un último consejo: si eres un escritor egocéntrico que en su afiebrada mente tiene la disparada idea de superar en ventas a la saga Millenium de Stieg Larsson con su primera novela, evítale perder el tiempo a las editoriales que sí aceptan y se toman la molestia de leer los manuscritos de obras inéditas.

“Nuestro comité editorial leyó tu novela y aunque hubo quienes nos entusiasmamos con las innegables virtudes de tu propuesta, no obtuvo la cantidad necesaria de votos y decidimos no publicarla. Recibe un saludo muy cordial, Director literario.”


9


Estaciono el coche en casa de Selva. Noto que está más calmada. Incluso se anima a darme un beso en la mejilla.

-¿Prometes que nunca más me volverás a mentir? –dice.

-Ya te dije que nunca te mentí –digo.

-Cállate y promételo.

-Lo prometo.

-¿Era grande o chica la editorial que te rechazó?

-…

Selva pierde el semblante de dulzura.

-¿Grande o chica?

-…

-¿Al menos puedes ponerlo en tus estúpidos términos futboleros?

-Okey.

Selva arquea una ceja. Para contener la emoción se muerde un labio.

-¿Real Madrid? ¿Barcelona?

-Menos.

-Menos qué, no sé un carajo de fútbol, dime un equipo.

-¿Conoces a los Corsarios de Campeche?

Selva pega un grito. Da un portazo a la puerta del coche. Luego revienta la puerta de su casa. Se encienden las luces dentro de la casa. Acelero a toda velocidad para que no me vean sus papás y me pierdo en la espesura de la noche.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Resistir, ya no es una opción


“Cuando era chico, un amigo de mi padre me dijo: El secreto de vivir es resistir.”
- Jaime Bayly (
Caminar sobre fuego)


1


Jamás había visto a una mujer tan segura de estar enamorada como Selva. Ni tampoco había visto antes en los ojos de una mujer tanta seguridad de abandonarme.

More...-No has escrito un carajo de la novela –me dice Selva; veo mi reflejo en sus ojos cafés- ¿Se puede saber qué has hecho estas últimas semanas?

Trago saliva.

Una maraña de ideas se revuelven, entremezclándose arrevesadas en mi cabeza.

-Me caga que siempre te quedes callado.

Los ojos de Selva se empañan. Mi reflejo se distorsiona como la cara de la Abeja Maya cada que se veía en un charco y sus lagrimones deformaban su rostro en el espejo de agua.


2


Sentado en un pupitre en el colegio de los Legionarios de Cristo, a muy temprana edad descubrí que la única virtud o atributo con el que fui bendecido fue el sentido común. Fingí e hice oídos sordos a todas las palabras de los sacerdotes y misses que me decían que a la vida se había venido a sufrir, y que solo sufriendo podía accederse al Reino de los Cielos, donde, ahí sí, valía divertirse y ser feliz como si se estuviese en Disneylandia.

Durante poco más de un lustro fui un soldado de la guardia real inglesa. No parpadeaba, no respiraba, no transpiraba ni una sola emoción. No en balde, cada año era condecorado con la medalla al primer lugar en conducta, logrando así engañar, sortear, burlar a los padres y misses de esa escuela que era una cárcel para mí. Una condena que purgué en silencio. Día a día. Mes a Mes. Año tras año. Era una estatua de marfil que maquinaba en su interior su escape, esperando paciente el momento en que no volvería más a esos muros de concreto.

Y la historia se repitió con el paso del tiempo en otros muros (ya sea eclesiásticos, laicos, gubernamentales o privados). Fingiendo operar y convivir con las demás personas que me rodeaban como si fuera uno de los suyos, los estándares y manuales establecidos. Hasta que un día dejé de engañarme y rompí el silencio. Brinqué el muro. El sentido común me advirtió que no hay ningún Reino arriba de las nubes ni debajo de la tierra. Vida solo hay una. Y esa vida más me valía aprovecharla (o desperdiciarla a los ojos de mis seres queridos) haciendo lo que menos mal sabía hacer, y por ende, menos infeliz me hacía.


3


En el supermercado hay dos tipos de clientes, los que consumen basura y los que no. Para mi mala fortuna (o decisión propia), pertenezco al innoble primer grupo.

-Doscientos gramos de pastel pimiento, por favor –le digo a la mujer obesa y enana del departamento de carnicería.

-¿Sabes de qué está hecho el jamón pimiento? –dice Selva.

En mi mente transitan imágenes de vísceras, pezuñas, ojos, dientes, colchonetas podridas, camisetas sudadas, trusas piteadas, mandiles ensangrentados y uno que otro pedazo de carne de alguna especie no identificada comprimidas en un enorme molino oxidado.

Camino por los pasillos y me detengo en los estantes, sorprendido al descubrir que el supermercado tiene marcas propias de todos los productos imaginados.

-Por favor no, cómprate un shampoo de verdad –dice Selva arrebatándome de las manos un shampoo de dos litros que cuesta 12 pesos-. Por eso te estás quedando calvo.

Ignoro su comentario. Agarro otra botella de shampoo de 12 pesos y una bolsa con una decena rastrillos de rasurar a 20 pesos (so pena de agregar nuevas cicatrices a mi cara).

-Prefiero comer a tener pelo –me defiendo.

Selva pone los brazos en jarras, tuerce la boca, entrecierra los ojos y observa como voy llenando de chucherías el carrito.

-¿Llamas a esto comida?

Selva saca una caja azul del carrito y me la restriega en la cara.

-¿“Fórmula láctea”? –dice-. Esto ni siquiera es leche.

Vuelvo a ignorarla. Imposible resistirme a la promoción: “lleva 3 cajas y el precio es de 6 pesos cada una”.


4


He perdido la cuenta de los años que llevo atrincherado. Capoteando la realidad. Esquivando tiros de muerte. Siendo un miserable, egoísta y feliz. Pidiendo asilo. Robando aire. Protegido de la cruel intemperie y feroz hambruna. Afilando navajas. Dando voz a los que no la tienen o temen tenerla. Diciendo lo que sería más prudente callar, o mejor dicho, ventilando cosas que a nadie le interesa saber. Malabareando, caminando sobre una cuerda floja, jugando al trapecista suicida.


5


En mitad de su faena en la cocina, Selva me mira de reojo, inquieta, suspira, resiste hasta donde le es humanamente posible, hasta que suelta un bufido y dice:

-¿Ya mandó tu novela el gordo de tu amigo?

Le explico que sí. Que mi amigo famoso tuvo la gentileza de imprimir, encuadernar, meter en un sobre y enviar el mamotreto insufrible que es mi primera novela a un par de editoriales translaciones donde tiene amigos que la leerán y dictaminarán para ver si es factible su milagrosa publicación. Lo que no digo es que mi amigo, por motivos que ignoro, me dijo que tiene mucha curiosidad de leerla también, por ello, se hizo una copia de la novela para leerla el fin de semana, lo cual me causó pánico y una vergüenza inenarrable.

Claro que de todo esto ha pasado ya hace más de un mes, casi dos.

-Dirás lo que quieras de tu amigo, pero seguro que no ha movido un dedo –dice Selva apuntándome con un trinchante-. No confío en los gordos.

Le digo que se calme. Que no llame gordo a mi amigo. Y que si a esas vamos, terminará desconfiando de todo el mundo que la rodea, pues el 90% de mis amigos son gordos.

-Pues esto opino de tus amigos gordos –dice Selva levantando el dedo índice de la mano, ladeando la cadera, poniendo mecos los pies, empinando las nalgas, grotesco ritual que finaliza con sus muy famosas bombas de gas lacrimógeno despinta paredes; arsenal fétido que muy inteligentemente tuvo a buen recaudo mantener ocultos los primeros meses de nuestra relación.

-¡Qué asco! –grito y salgo disparado de la cocina para salvar la vida.

Refugiado en el rellano de la escalera, veo pasar corriendo a Selva, escaleras arriba.

-¡Me cagué! –grita, bañada en lágrimas.


6


Antes de conocer a Selva, cada día que pasaba era un pequeño triunfo personal. Vivir la vida de cigarra, sin pensar en las consecuencias o en el desenlace trágico que tarde o temprano me devoraría. Entonces apareció esta misteriosa mujer salida de un afiche de taller mecánico, de risa imposible, de belleza indescifrable; un volcán en erupción a todas horas, que de buenas a primeras decidió suicidarse socialmente eligiendo al peor partido posible.


7


Selva jamás me ha echado nada en cara y esta vez no fue la excepción. Silenciosa, con dos kilos menos encima, se ha metido a la cama, pálida, con temblores en todo el cuerpo.

Le sugiero que no es una buena idea que siga comiendo mi comida.

La abrazo y le digo que apenas me paguen mi beca del FONCA voy a comprar comida de humanos. Voy a invitarla a restaurantes y a invitarla de viaje. A regalarle por navidad el BlackBerry que más le guste. Y una serie de promesas difíciles (por no decir imposibles) de cumplir a menos que mi beca fuera la Beca Guggenheim, o sea, la beca para escritores con talento de verdad.

-Oye… –Selva se me queda mirando- ¿verdad que vas a rescatarme?

Ha empezado a delirar, pienso. Le palpo la frente hirviendo, ardiendo en calentura.

-¿Verdad que vas a rescatarme? –en la mirada de Selva no hay ápice de delirio alguno.

Trago saliva.

Una nueva maraña de ideas se revuelven, entremezclándose arrevesadas en mi cabeza.

-Me caga que siempre te quedes callado.