jueves, 16 de diciembre de 2010

El año que se fue como un suspiro


Solo al plasmar nuestros recuerdos en una hoja de papel podemos tener la capacidad de cobrar conciencia, de evitar sumergirnos en una depresión pasmosa, infranqueable, de creer que estamos envejeciendo a la velocidad del trueno, pues al despertar los días lunes, si nos descuidamos (que es casi siempre), aparecemos en un lejano día sábado o domingo sin saber a dónde diablos fue a esconderse el resto de la semana. Es por eso, sospecho, que a mediados del mes de diciembre, los medios de comunicación (sabedores de lo perezosos que somos para redactar nuestras propias nimiedades) gustan de bombardearnos con incontables recuentos o Tops de las mejores canciones, películas, noticias, proezas deportivas, tragedias, etcétera, del año que está por expirar, para de este modo recordarnos que estamos vivos, o cuando menos, que somos unos muertos vivientes que deambulan hipnotizados por la luz que emanan las pantallas de los televisores, celulares y computadoras.

More...En un ejercicio para evitar cortarme las venas (apenas ayer estaba recibiendo el 2010), enumeraré los momentos que debo prometerme nunca olvidar, tener a mano en el cajón de los recuerdos, para que no siendo un anciano, pague las facturas que le debo a ciertos personajes que quiero, admiro y respeto, pero también, cobre las que me deben algunos ponzoñosos animales rastreros.

1. Un señor al que todos odian pero que él cree que lo aman, renacuajo calculador y sociópata resentido, conociendo su condición de poco hombre, acostumbrado a resolver las diferencias en la sombra, escondido, parapetado en algún escondrijo inexpugnable y con matones de por medio que dan la cara por él (será porque la suya es horrenda y ni siquiera una cirugía plástica pudo borrar su fealdad), me declaró la guerra (entiéndase por guerra amenazar y causarle una crisis nerviosa a una señora sexagenaria que es mamá) por un escrito que publiqué haciendo legítima defensa de lo que me enseñó mi difunto padre desde que era un niño: lo único que no puede darse el lujo de perder un ser humano es su dignidad.

2. A las puertas de un concurso de belleza internacional, una reina de belleza llamada Bicho, que bien sabe que su valor más preciado no radica en la envoltura con la que la bendijeron los dioses, al abrir la puerta de casa, se topó con un Pitbull American Stanford del tamaño de un toro (por algo se llama Thor), propiedad de nuestro vecino, un anciano octogenario, padre de un mofletudo político que no cesa de aparecer escupiendo mentiras en la televisión. Al ver a su enemigo, Bucky, el miembro más pequeño y peludo de la familia, pero que sin embargo cree ser tan feroz y peligroso que un Doberman, pensó que era una buena idea defender su territorio en vez de esconderse dentro de la casa como el perro faldero que en realidad es. Todo ocurrió en fracciones de segundo, ante mis ojos, como si estuviera trepado en un carrusel descompuesto que gira a toda velocidad: en mitad de la calle cual escarabajo patas arriba yacía el anciano (un milagro que no se rompiera todo los huesos y falleciera en ese preciso instante), mis manos abriendo las fauces del perro asesino, Bicho con las manos bañadas en sangre (su sangre) rescatando a Bucky y corriendo entre los coches como velocista de 100 metros planos, ganándole la carrera a la bestia enloquecida que le mordía los talones.

3. Me caben en los dedos de una mano los artistas que admiro con locura y con pasión cual groupie de Britney Spears de las primeras filas de un concierto en la época de Baby one more time, señores que pintan canas, leyendas vivientes (cruzo los dedos que muchos años más), que daba por sentado siendo un ermitaño provinciano pobretón nunca vería frente a frente, cara a cara. Sin embargo, para mi sorpresa, tal suposición se vino a bajo una fría mañana de finales de noviembre del 2007, en el aeropuerto internacional de la ciudad de México, mientras hacía el trasbordo que me llevaría a un encuentro de escritores de segunda división, pasmado, la boca abierta, divisé frente a mí, parado en un pasillo, al corsario literario, mi gran maestro, el autor del libro que cargaba bajo el brazo para matar el aburrimiento que me esperaba rodeado de tantos intelectuales, mirando la conexión de vuelos que lo llevaría a la Feria Internacional de Libros de Guadalajara o quizás el vuelo que lo regresaría a casa, del otro lado del Atlántico. La segunda vez que ocurrió un milagro de este calibre (aunque no tan azaroso), fue este año. Con mis 6.5 de astigmatismo y miopía, ahogado de borracho y desde la última fila, que es como debe verse el concierto de un pirata cojo para no brincar al escenario y arruinar el concierto, coreé las canciones, codo a codo, como un par de viejos marineros, con mi primo M, tal como lo hacíamos muchos años atrás, hasta el amanecer, cuando nos sentíamos jóvenes y vivos, pero a sabiendas el destino y los nubarrones grises que nos esperaban por delante.

4. Una noche me sentí particularmente chispeante, interesante, seductor y amigo de los famosos, en especial con el líder y vocalista de una banda argentina de rock pop alternativo. Lo que ignoré en ese momento es que si un artista de verdad se toma la molestia de platicar y emborracharse con un ilustre escritor desconocido después de un concierto, seguramente es porque la novia del ilustre escritor desconocido es una chica con una delantera más peligrosa y letal que la mancuerna Tévez-Messi.

5. La ex Miss Universo de cuerpo de hombre y mirada de basilisco intentó por todos los bajunos medios arrebatar la corona que había ganado a toda ley mi hermana Bicho, haciéndosele fácil destituir y difamar a una chica inocente en base a chismeríos que su ejército de arpías maliciosamente filtró a la prensa de cotilleos. Lo que no calculó la bruja musculosa, es que la chica provinciana que prometió “cuidar y proteger como a una hija” (esas fueron las palabras textuales que usó en mi presencia), fue que su nueva hija adoptiva tenía una familia que la ama y protege, además de buenos y queridos amigos que la respaldan a muerte, no como ella, bruja solitaria, que en vez de rodearse de amigos lo ha hecho de socios, empresarios que un día le darán la puñalada por la espalda porque en el fondo todas las personas (buenas y malas) odian y temen a las brujas.

6. Hace muchísimos años una bruja obesa de buen corazón me dijo que un día lejano conocería y me enamoraría de una mujer chiflada, y solo entonces (e hizo énfasis en la frase “y gracias a ella”) conseguiría todo con lo que soñara. Siendo uno de mis sueños obtener la beca que han ganado todos los jóvenes intelectuales de México, no con fines de pertenecer al círculo de hombres que usan suéteres de cuello de tortuga y lentes de pasta ancha, sino para restregársela en la cara a todos mis enemigos que me tildan de administrador de empresas jugando a escribir, inscribí mi proyecto de novela por enésima ocasión esperando el predecible rechazo por respuesta. Lo que yo ignoraba e incluso había olvidado eran las sabias y proféticas palabras de la bruja regordeta. Mi proyecto de novela fue aprobado y recibido con gran entusiasmo por el jurado: la biografía de una chica camaleónica en su aspecto, modo de hablar y comportarse. Artista, diva, estrella porno, groupie, casta, pura e hija de papá. Obsesiva compulsiva. Mujer que un día apareció en mi vida y dijo estar enamorada de mí.

7. Una chica encantadora, sencilla, humilde, endiabladamente hermosa, me demostró que la corona que le pusieron en la cabeza, lejos de inyectarle arrogancia y elevar su ego a la estratosfera, fuera de este Universo, le recordó quién es y de donde vino, jamás permitiéndose aires de grandeza, permaneciendo a ras de suelo para saltar con uñas y dientes a defender a su compañera de guerra cuando un nido de serpientes querían comerse viva a mi hermana Bicho.

8. Si llegué a albergar alguna duda de los poderes que ejercía mi chica en los designios y sueños de mi vida, estos quedaron esclarecidos al llegar el día que imaginé nunca llegaría, es decir, pulsar la tecla de punto final a la interminable novela que llevaba años escribiendo y consumiendo mi existencia. Mi chica, paciente y estoica, permaneció un año a mi lado obligándome a avanzar capítulo tras capítulo sin desfallecer, dándome por premio su voluptuoso cuerpo enfundado en lencería que haría enrojecer de pudor incluso el rostro de una actriz porno.

9. Un talentosísimo escritor argentino al que admiro y que ha sido una influencia bárbara en mi crecimiento como escritor me brindó su tiempo, amistad y confianza, además de una generosidad infinita al ayudar a colocar el manuscrito de mi novela en un par de editoriales transnacionales (donde estoy seguro me rechazarán). Y no solo eso, el escritor argentino, en el 2011 revolucionará el mercado editorial con un proyecto del cual tuve le privilegio de colaborar con microscópico granito de arena (mi máximo logro a la fecha en material literaria): ponerlo en contacto con uno de mis héroes literarios mexicanos (mismo que desconoce mi existencia).

10. Apareció en mi vida un medio que hizo realidad un sueño añejo y que en mi juventud creí imposible: sacar de quicio a todos los personajes que odio de la televisión, o sea, el 99% de los payasos y viejos ridículos que se creen muy talentosos e irreverentes pero que en realidad no son más que monitos cilindreros de dos señores multimillonarios cuyo negocio más lucrativo es hacerle una lobotomía masiva a la población mexicana.

11. Los amigos no son inmortales. P, mi corrector de estilo y cofundador de Pildorita de la Felicidad, cada que tomamos la carretera Campeche-Mérida o viceversa, se queda mirando con ojos melancólicos por la ventana, unas veces pensando y otras diciendo la suerte que tenemos, que en este preciso momento ya sea bajo nuestras narices o a cientos de miles de kilómetros, la estupidez de alguien o el macabro azar le cobra factura a personas inocentes. Mira a esos pobres infelices, dice señalando entre la maleza un coche deportivo destartalado, las ventanas echas añicos, las llantas reventadas y mirando hacia el cielo, nunca imaginaron que esta mañana su vida se convertiría en un horror, claro, suponiendo que hayan salido ilesos, agrega viendo un rastro sanguinolento en el pavimento. En todo esto pensé una tarde de domingo cuando mi celular sonó. Era P. Sobreexcitado me preguntó si escuchaba su voz. Le dije que sí. ¿Estás seguro?, insistió. Al volver a escuchar mi respuesta afirmativa me explicó que la camioneta en la que viajaba con nuestro primo L de regreso a Campeche, derrapó en una curva para luego salir dando tumbos como un barril entre la maleza y las rocas. Espérame un segundo, dijo. ¿Qué pasa?, pregunté angustiado. Nada, acabo de escupir un puñado de cristales del panorámico para dejar de hablar como el Pato Lucas.

12. El ser humano, además de tener el egocéntrico anhelo de querer reproducirse para dejar huella en el mundo, también desean dejar su marca indeleble en la memoria colectiva, es decir, publicar un libro. Véase a las editoriales (no importa si son chicas o grandes) que se niegan a aceptar más manuscritos pues argumentan estar saturados de los desvaríos impresos en papel de personas con demasiado tiempo libre y delirios de grandeza, tal como es mi caso. Pese a ello, no faltan los amigos soñadores que insisten día a día para que no desfallezca y baje el ánimo, que alguna editorial con nada que perder como nosotros se animará a darle vida a esa bestia amorfa y rabiosa que cargué en mi vientre por demasiados años.

13. El Rey de los Puteros cree que ganó la guerra al verme fuera de ciudad amurallada. El Licenciado Cara de Sapo también. Al igual que otros animalejos viperinos que viven a costa del erario público. Lo que ellos no saben es que cuando se quiere o ama algo de verdad, hasta las entrañas, basta con cerrar los ojos para que la brisa marina, con ese regusto a sargazo y sumidero, regrese a rozarme las mejillas, y toda esa fauna variopinta con exceso de peso vuelva a pasar delante de mí, ya sea sobre el malecón o en las adoquinadas calles del centro, y un caudal de historias sórdidas hagan eco en las murallas hasta llegar a mis oídos. Todo gracias a los pintorescos amigos campechanos que quiero como a hermanos (no exagero al calificarlos así), que durante un lustro me acogieron como a uno más de su manada. Y no tuvieron empacho en enseñarme todo lo que sabían. Y aunque uno a uno hemos ido emigrando fuera de las murallas por motivos diferentes, siempre aparece una nueva historia con personajes en común que nos unen como hermanos de sangre, tal como la que me contó J: en la biblioteca pública de ciudad amurallada (ahora dirigida por el Licenciado Cara de Sapo), iban a exponerse los cuadros de un viejito paisajista oriundo de Hecelchakan. El evento fue cubierto por un medio de comunicación donde trabaja el escritor W. Más que una exposición aquello fue un reencuentro. El viejito paisajista quedó arrobado al ver al reportero que cubría el evento. W, horrorizado de contemplar como lo veía un anciano con ojos que derramaban miel, quedó petrificado como una estatua. El pintor, en tono ceremonioso, le dijo: tienes los ojos de tu abuela. Esa mañana W se enteró que en su moza juventud el paisajista estuvo enamorado de su abuelita (también oriunda de Hecelchakan), y en su retorcida y suspicaz mente, develó de dónde había sacado la inclinación hacia las artes que lo hizo estudiar la licenciatura en letras. Punto y aparte, como en todo evento cultural campechano no apreció un alma en la biblioteca para ver la exposición del abuelito de W, perdón, del pintor. Raudo y veloz, el Licenciado Cara de Sapo tomó una decisión: llamó a su secretaria y le dijo: ve a buscar gente al parque. A los diez minutos la secretaria apareció con una decena de niños (incluido un bolerito). Estupefacto ante el ínfimo promedio de edad de la concurrencia, el pintor se quejó: ¿Qué es esto? A lo que el Licenciado Cara de Sapo salió del embrollo como solo un campechano puede salir: tranquilo maestro, ellos son el futuro del arte.

14. Durante un año, todas las noches que tengo la fortuna de dormir con mi chica, me quedo observándola en la oscuridad, pensando en la suerte que tienen los pobres diablos de vez en cuando, midiendo milimétricamente hasta el último poro de su cuerpo dormido, preguntándome si las 400 páginas que escribiré el próximo año estarán a la altura del personajes de carne y hueso más pintoresco y novelesco que he conocido en mi vida.


domingo, 5 de diciembre de 2010

Taquito



1


No planeo reproducirme. Es un hecho. Creo que el 90% de los embarazos que ocurren en la humanidad son eventos no deseados por los padres. Mientras que el irrisorio porcentaje de los que sí desean tener descendencia, o son unos valientes y/o unos inconcientes y/o unos padres aburridos de la monotonía de sus vidas, hartos de vivir en piloto automático los últimos años, hastiados de compartir la cama con el extraño que duerme a su lado por las noches, sujetos en un loco y desesperado intento de darle color a su existencia, de salir de la rutina, de ganarse el derecho a asistir a las fiestecitas infantiles de los hijos no deseados de sus amigos, de poseer nuevos temas de conversación, de transferir todos sus sueños de grandeza y frustraciones de una vida gris en las pequeñas criaturas que duermen tranquilas en una cuna sin sospechar el horror al que los han traído esos señores que los miran desde las alturas con un nudo en la garganta por poder soportar su propia existencia.

More...-No sabes lo que dices –me contradicen horrorizadas mis tías, primas y amigas-, dar vida es la experiencia más maravillosa de este mundo.

No lo dudo, pienso mientras veo a un batallón de niños correr, llorar y pintarrajear las paredes de la sala. Una experiencia maravillosa que te roba, succiona, absorbe la vida, para que al final, luego de una cita con el psicoanalista, los retoños convertidos en hombres, te señalen como el único responsable directo de la vida incolora e insípida (y llena de hijos) que les tocó en suerte vivir.


2


Me alegra que la familia de mi chica la considere un monstruo. Esto quiere decir que ella piensa lo mismo que yo. Y aunque es capaz de hacer morisquetas, poner los ojos bizcos, sacar la trompa para arrancarle la sonrisa a un niño, en el fondo desea estrangularlo, evitarle la pena de lo que se avecina en unos años cuando cobre conciencia de dónde está parado. Para no ir más lejos, su ídolo es Herodes. Cada que escucha que alguien tiene un hijo, se retuerce, aprieta los puños, pone los ojos en blanco, patalea y dice que esas criaturas le están robando el aire, la comida y el agua que le pertenecen por derecho de antigüedad. Y si se llega a enterar del nacimiento de unos gemelos o trillizos, entra en crisis, asegurando que los gemelos son aberraciones de la naturaleza, aunque esto, sospecho, solo lo dice porque mi ex novia tiene una gemela.

-Como nosotros no vamos a tener hijos –dice-, ya sé lo que quiero.

Selva se me queda mirando con ojos redondos. Luminosos. Con una media sonrisa enloquecida del guasón. En espera de que me sumerja en sus pensamientos y adivine lo que tiene adentro de la cabeza.

-Un mono –dice.

-…

-Un chimpancé –me aclara la especie-, sería nuestro bebé. Imagínatelo.

A mi mente lejos de venir una pintoresca imagen ochentera tipo la serie de televisión B.J. and the Bear, me viene una espeluznante imagen parecida a la escena final de El bebé de Rosemary: en una cuna cubierta por velos negros, descansa una criatura semihumana, peluda, de ojos brillosos color escarlata.

-Anda, di que sí –me ruega Selva al ver mi estupor.

Me niego rotundamente. Le explico que los chimpancés son todavía peores que los bebés humanos. Estos tienen la capacidad o habilidad innata de arrojar con suma precisión su mierda por los aires. Además de encapricharse con su dueña, mostrando los colmillos a quien ose siquiera tocarla.

-Te prometo que yo cuidaré de Alejandro –insiste.

-¿Alejandro?

-Sí, nuestro bebé –me aclara-. El chimpancé.

Le digo que está completamente loca. Que bajo ningún concepto pienso vivir bajo el mismo techo que un mono cagón y masturbador.

-Imagínate que bonito sería –Selva expone su argumento con la mirada perdida, alunada, haciendo oídos sordos a mis negativas-. Alejandro tendría su propio cuarto, yo misma lo decoraría y pintaría. Le compraría su ropita y lo vestiría todos los días diferente. ¿Te imaginas que bonito se vería vestidito, bañadito, con el pelo bien peinado? Además lo inscribiría al kinder para que vaya a jugar con los hijos de tus primos.

-Selva.

-Dime.

-No vamos a tener un mono.

Incrédula, Selva abre la boca. Sin embargo, no se rinde: me abraza, me besa el cuello, me embarra sus descomunales tetas, me dice al oído que lo mejor de un mono es que no viven tanto tiempo como los humanos, así que no habrá que cuidarlo toda la vida.

-Los monos viven más de treinta años –le aclaro-, ¿te parecen pocos?

-En comparación a los humanos, sí –Selva me mira a los ojos-. Tú llevas treinta años jodiendo a tu mamá, y los que te faltan.


3


Alejandro ha quedado en el olvido, por el momento. Un nuevo rayo de luz apareció en la vida de Selva, ennegreciendo mi existencia.

-Se llama Taquito –dice estrujando entre sus brazos lo que en primera instancia me pareció ser una trozo mugroso y maloliente de felpa.

Taquito es un perro de raza Yorkie, recién liberado del cautiverio de lujo donde estuvo confinado los últimos seis meses, es decir, casi toda su vida: el cuarto de baño de la servidumbre en el penthouse ubicado en la zona hotelera de Cancún, residencia de los tíos de Selva.

-¿Quién es mi bebé precioso? –dice Selva llenando de besos al famélico animal.

Los antecedentes son los siguientes: Fausta y Agustina, las primitas de 12 y 9 años de Selva, fueron enviadas hace un par de meses a Lakewood Academy, internado en Irlanda bajo la tutela de los Legionarios de Cristo. Desde esa fecha, al parecer, olvidaron que tenían encerrado en un baño a un perro Yorkie llamado Taquito, mismo que costó la módica cantidad de 17 mil pesos, obsequio de su padre, famoso empresario y político de la sociedad quintanarroense, quien adquirió al fino animal para sosegar el trauma de las niñas de sus ojos quienes una tarde de verano, en la piscina del hotel, vieron salir volando a sus dos mascotas desde lo más alto de la torre de los departamentos. Claro que, utilizar la palabra volando, es un eufemismo. La Chihuahua, llamada Paris (q.e.p.d.), y el loro, llamado Qué-bonito-qué-bonito-qué-bonito, se precipitaron desde varios metros de altura, teniendo mejor suerte el loro, que gracias a sus alas amputadas pudo planear y tener un forzoso aterrizaje que tuvo como consecuencia un erizamiento perpetuo de su plumaje y la rotura de sus dos patas, dejándolo inválido, no así la Chihuahua Paris, quien reventó como un globo lleno de agua al contacto con el suelo.

Como es natural en el comportamiento de los seres humanos, mientras Taquito fue un adorable cachorro, se erigió como el amo y señor del penthouse, pero nada más pasó su etapa de bebé, acto seguido fue confinado al cuarto de baño de la servidumbre, donde permaneció varios meses olvidado hasta que sus amas Fausta y Agustina emigraron a purificar sus almas a remotas tierras irlandesas.

Aprovechando esta doble ausencia, Selva, en contubernio con su tía Cayetana, secuestraron a Taquito, quien se encontraba en las mismas o peores condiciones que un judío encerrado en Auschwitz.


4


Me negué enfáticamente a adoptar a otro perro. En especial uno que requiere de alimentación más elaborada y costosa que la mía.

-Solo serán unos días –intentó tranquilizarme Selva-. Mi tía Cayetana se lo llevará apenas regrese de su viaje.

Tal como imaginé, los dos o tres días que pidió Selva de tolerancia hacia Taquito, el trapeador de cuatro patas, se transformaron en una semana. Y no es que tenga antipatía hacia los perros, todo lo contrario, en casa vive Bucky, el perro que abandonó mi hermana Bicho a su suerte, y la hija de Bucky, Mía, producto de la calentura, pues en uno de los paseos nocturnos que di por la colonia con Bucky, éste, raudo y veloz, poseyó de manera rabiosa a una inocente perrita de raza Schnauzer quien tranquila y quitada de la pena era guiada por la mano herméticamente ebria de su cuidador, el mozo de mi nuevo vecino, quien no advirtió o sospechó que la perra de su jefe estaba en celo, momento que no desaprovechó el lujurioso Bucky.

Para evitar malos entendidos y problemas con mi nuevo vecino, hombre de nombre imposible, recién divorciado y cantante de música vernácula que se gana la vida en el casino de donde no salen mis tías, decidí hacerme cargo del cuidado y el parto de su perrita violada, labor con la que conté con el apoyo de Selva, quien al ver nacer a los cachorros me hizo jurarle que reclamaría el cachorrito que por derecho me tocaba exigir, para que así pudiera regalárselo, ya que extrañaba mucho a su perro Chihuahua (q.e.p.d.), llamado Pelota, alias, bebé, hijo, nené, criatura, amante de los fochitos de Tere Cazola y toda golosina que fuese puesta a su alcance por la golosa de mi suegra, amante de los fochitos de Tere Cazola y toda golosina que quedase a dos kilómetros a la redonda de su casa; no en balde Pelota, alias, bebé, hijo, nené, criatura, con el paso de los meses adquirió dimensiones amorfas dignas de ser registradas por los anales del libro de Ripley, imposibilitando incluso al más avezado de los expertos en materia canina en adivinar qué raza era aquel perro con el cuerpo adiposo y en forma de almohadón que un día murió de un paro cardíaco.


5


Tía Cayetana es una mujer que siempre soñó con tener hijos. Por ello, cada que tiene ocasión, le pide a Selva, su sobrina preferida, que se embarace, y no una sino dos veces para que le regale a sus hijos, de ser posible un varón y una niña. Por desgracia (la vida suele burlarse de nosotros) la tía Cayetana nació imposibilitada para procrear. Y no conforme con esta desgracia (la vida suele ensañarse con nosotros), Cayetana conoció a un hombre maravilloso que la ama y daría la vida por ella, pero que bajo ningún concepto piensa adoptar a una criatura desamparada, ya que él tiene 2 hijos de su anterior matrimonio y ni loco piensa repetir una vez más (ahora estrenándose en la edad sexagenaria) el infierno de ser despertado en mitad de las madrugadas por los berridos de una bestiezuela.

Es en ella, en la tía Cayetana, en quien pienso todas las madrugadas al ser despertado por un concierto de gruñidos y ladridos cortesía de Taquito, el estropajo viviente, quien no conforme con hacer del conocimiento público su insomnio, se pasea por el cuarto, levanta la pata y marca cada rincón y sitio de su preferencia con su orín apestosísimo, que para colmo de males es secundado por Bucky, quien ofendido, exige respeto de jerarquías y levanta la pata para sacar chorros de orín donde ha sido profanado su territorio.

-No le pegues, pobrecito –sale en su defensa Selva-, qué no ves que está flaquito.

Le explico que es un animal, que los animales solo a base de castigos y mano dura aprenden a acatar órdenes.

-No, a mi Taquito no me lo tocas –dice Selva abrazando a la rata peluda, quien me observa bajo el confort y seguridad de los brazos de su salvadora, con ojos llenos de magnificencia, negros y redondos como un par de pequeñas canicas.

Impotente, aprieto entre manos el TvyNovelas enrollado con el que pensaba descargar toda mi furia.

-Pues no te olvides que tienes una hija –señalo a Mía, quien duerme a sus anchas, abierta de patas, sobre la cama.

-No me he olvidado de ella –se defiende Selva-, ¿verdad, mi vida?

Mía, perra astuta, se desentiende de la discusión, fingiendo estar en su cuarto sueño; sin embargo, Selva, acusada de mala madre, intenta reivindicarse, demostrar lo buena que es, así que, abraza a su adormilada hija, quien como ya se dijo, es una perra astuta que sabe cómo comportarse: Mía escapa de las caricias de su dueña, haciéndole ver que está ofendida por la inesperada presencia del intruso peludo, quien, para colmo de males, está recién estrenado en la pubertad, y cada que se descuida intenta poseerla de una manera rabiosa y feroz, tal y como fue poseída su madre biológica.

-Te dije, los perros no mienten –me regodeo-. Además, ni te encariñes con él, mañana llega tu tía de viaje y se lo va a llevar.

Selva pone los ojos como un par de huevos fritos. Estruja a Taquito. Le acaricia su prominente joroba, malformación producto de horas y horas de intentar poseer almohadas y sabanas.


6


-Estoy feliz –me informa de su alegría Selva a primera hora de la mañana-. Mi tía Cayetana me dijo que no puede quedarse con Taquito.

-¿Cómo? ¿Por qué? –reclamo de manera airada, dando aspavientos.

-Mi tío Roberto se negó a aceptar a Taquito cuando se enteró de su raza.

-¿Cómo? ¿Por qué? –repito como un autómata.

-Le mandé una foto a su celular y dijo que Taquito es perro de maricones.

Quedo mudo, perplejo ante la sabiduría de mi chica, conocedora de la psique humana, bien sabía que el esposo de su tía, General del heroico ejército militar, jamás se permitiría la vergüenza de dejarse ver por sus subordinados paseando a un perro faldero, pues es bien sabido que un militar, si acaso abre su corazón para adoptar a una mascota, esta debe ser feroz como un Doberman o un Pitbull.


7


Mía, la hija de Bucky, fue castrada el día de ayer. Su primer celo estaba próximo, así que quisimos evitar el incesto, o mejor dicho, una orgía. La joroba o malformación en la columna vertebral de Taquito da fe de sus arrebatos de calentura.

-Dicen que existen siete perros por cada humano –dice Selva acariciando a Mía, dopada por los analgésicos-. Eso quiere decir que nos falta adoptar cuatro perros más.

Le digo a Selva que está loca. Que precisamente para no traer más perros a este mundo accedí a castrar a Mía.

-Pero todavía quiero a un Pomerano –dice Selva explicándome que un Pomerano es el perro como el que tenía la nana Fine-, y un Chihuahua peludo, como el que tiene Belinda, y un…

La lista de perros maricones que enumera Selva es intempestivamente interrumpida gracias a un arrebato de calentura que Taquito trata de saciar en un peluche de los Aristogatos (propiedad de Mía).

-¡No, Taquito! ¡Deja ese pelu…!

La reprimenda queda cortada a la mitad por la súbita aparición de un personaje hasta ese momento desconocido para nosotros: una especie de banana inflable se deja ver entre las cuatro patas de Taquito, que, al intentar morder el cuello del peluche Aristogato, su monstruosa masculinidad lo hace salir catapultado por los aires hasta proyectarse de espaldas, sobre su joroba, exponiendo en todo su esplendor la interminable salchicha que se columpia de arriba hacia abajo al grado de abofetearle su peludo hocico.


8


Selva lleva una semana inconsolable, sin dirigirme la palabra más que para recriminarme por las escandalosas fotografías que tomé desde mi celular.

-No puedo creer que lo hayas hecho –son sus únicas y repetitivas palabras.

¡Oh, bendita tecnología!, pienso en mis adentros.

Taquito ahora es el orgullo del heroico ejército militar de México, base sureste, quienes finalmente pueden presumir de una artillería larga y pesada.


jueves, 25 de noviembre de 2010

La mirada de los otros



1


Mi amigo Eutimio Estrella, el escritor que más admiro y respeto, me ha dicho que no debo sentirme un fracasado, o mejor dicho, un perdedor solitario; que para estas fiestas decembrinas planea visitarme en Mérida, para que juntos imprimamos una foto de John Kennedy Toole, le pongamos unas veladoras y le recemos al santo patrono de los escritores rechazados, ya que él mismo ha sido rechazado esta semana por una editorial bajo el pretexto de “no sabían si mi libro iba a vender o no”.

More...Mi amiga Elsa Covarrubias, magistral ensayista y virtuosa músico, me ha regañado en no pocos correos electrónicos diciendo que deje de sentir lástima por mí mismo, que deje de lloriquear y quejarme cómo una niña, que si me decepciono por el primer rechazo editorial en mi primer intento de publicar una novela entonces no estoy hecho para ser escritor. En respuesta le he dicho que bueno sería si me hubieran rechazado solo una vez, ya que la realidad es otra: las editoriales que me han rechazado no podrían contarlas con los dedos de las manos y los pies ni los hermanos siameses Ronnie y Donnie. Mi amiga me consuela diciéndome que tiene un amigo en una editorial muy buena, pero que, a fuerza de ser sincera (Elsa es de las pocas que ha leído mi novela, o al menos, gran parte de ella), cree que también me rechazarán, ya que la editorial publica solo dos libros al año, y no solo eso, también cree que me darán negativas en todas las editoriales de las ligas mayores, porque hasta donde ha avanzado en mi novela, cree que la primera parte, donde relato toda mi infancia, es genial, que no debo cambiarle ni una coma, sin embargo, a raíz de cierto punto, decidí meter mucha paja, es decir, contarlo todo, en especial una horrenda historia donde tengo, o mejor dicho, el personaje tiene relaciones carnales con una gorda, lo cual hace de la novela, además de repugnante, demasiado larga. También cree que el título que elegí es insípido, bien haría cambiándolo.

Mi chica cada vez está más triste de ver el panorama tan negro que se cierne sobre mí. Sin embargo, la percepción que tiene sobre mi persona permanece intacta. Ella tiene la disparatada idea de que soy su príncipe azul que la rescatará de su enloquecida familia. Que seré un gran y famoso escritor, y que a punta de vender libros voy a costear y sostener su elevado ritmo de vida (incluida su operación de culo como el de Ninel Conde), que por el momento, ella costea de su propio bolsillo llevándome a cenar a mis restaurantes favoritos, pagando las entradas del cine a todas las películas que quiero ver, etcétera.


2


Elsa, mi amiga escritora y músico, me ha pedido una ficha biográfica. Me ha dicho en tono de urgencia (al parecer verá a su amigo editor) que no me demore en enviársela, que no finja demencia o ignorancia argumentando que no sé qué es eso, por ello, ha tenido el detalle de decirme todos los puntos que debe llevar una ficha biográfica, para más referencias, abrir cualquier novela que esté leyendo ahora y mire en la solapa del libro donde vienen los datos del autor.

Reviso algunos libros que tengo a la mano, por suerte Pedro dejó varios olvidados en casa el fin de semana pasado, de lo contrario, tendría que echar mano a los libros Deseo, Bianca, Jazmín y demás revistuchas seudo eróticas que esconde mamá en su buró. Con horror descubro que todas las biografías, además de ser impresionantes (todas enumeran una serie interminable de galardones), están escritas en tercera persona. ¿Acaso debería ser yo quién escriba mi propia ficha biográfica? La respuesta es un no rotundo, a menos que quiera alzarme con el trofeo al Hombre Patético del Año. Entonces pienso: ¿Acaso mi novela no es una autobiografía de más de 400 páginas? La respuesta es un sí contundente, lo que me lleva a pensar que en realidad soy un hombre afortunado, pues gracias a las editoriales nadie más que unos pocos verán el patetismo de un escritor tratando de salir del anonimato.


3


Lo único que vale la pena en mi vida es mi chica. Eso lo tengo clarísimo. No en balde, a partir de diciembre o enero, empezaré a recibir dinero (más que el que he recibido en ningún otro trabajo) por escribir su biografía. Lo que deja claro que solo un gobierno irresponsable como el que tenemos habría subsidiado con el dinero de los contribuyentes este absurdo.

Un capítulo de la novela, pienso mientras Selva se monta a horcajadas aprisionándome con sus rodillas las manos, será lo que está ocurriendo en estos momentos delante de mis ojos.

-No puedo creer que te hayas masturbado –dice.

Me excuso diciendo que fue la calentura del momento. Que soy victima de la inmediatez, de la tecnología. De los piratas cibernéticos que filtran sus páginas lascivas cada que quiero investigar o corroborar algún dato en Google mientras escribo.

-Esa leche me pertenece –dice y se toca entre las piernas-, va aquí.

Con la boca abierta pienso que mi mayor fantasía de adolescente se ha cumplido. Vivir perpetuamente en una película porno. Incluidos los diálogos.

-Para eso tienes vieja –dice-, ¿me oyes?, prohibido andar viendo putas en la computadora. ¿Acaso este par de tetas no son iguales a las tetas que ves en las pornos?

Como un becerrito muevo la cabeza de arriba hacia abajo mientras Selva me reclama, me saca cuentas.

-Andas muy masturbador últimamente –dice-, la semana pasada también te la jalaste, y hace dos cogimos viendo una porno.

Mi chica se me queda mirando, me aprieta con una mano la entrepierna.

-Que no se te olvide quien es la dueña –dice.

Mientras ahogo un grito pienso que cualquier sacrificio es necesario para no perderla.


4


Rodrigo Solís nació el 28 de Enero de 1980. Se licenció en Administración de Empresas en el Instituto Tecnológico de Mérida por 3 razones: uno, porque le dijeron que era una carrera fácil (mentira) y porque era la carrera por excelencia para las personas que no sabían qué hacer con su vida (verdad); dos, para evitarle un paro cardíaco a su papá con más gastos que hicieran aun más evidente su bancarrota (en mitad de la carrera su papá murió fulminado por un derrame cerebral, nunca supo que su hijo era escritor); tres, para ir en contracorriente de su mamá que quería que se enrolara en la universidad Marista con los hijos de sus amigas de la Cruz Roja y/o cacatúas de las mutualistas quincenales, y de tal suerte volverse una viuda feliz.

Durante poco más de 3 años trabajó en un corporativo transnacional, los 3 años más horribles de su vida. Renunció a su glamoroso puesto de gerente de ventas (puesto que obtuvo no a su habilidad en los negocios sino a su amistad con el hijo del dueño, quien veía con fascinación que su empleado escribiera en horas de trabajo) argumentando que necesitaba escribir una novela de lo contrario temía terminar aventándose dentro de un molino triturador de envases de plástico PET. Novela que lo llevó al exilio y le tomó más de 5 años escribir y que ahora ninguna editorial se anima a publicar.

Antes de ser escritor intentó ser futbolista profesional. Fracasó en tres ocasiones, dejando en evidencia que el dicho “la tercera es la vencida”, es una reverenda mentira. Y que las proezas a la persistencia solo ocurren en películas americanas tipo Rudy e Invincible.

Para ganarse la vida mientras escribía su interminable novela fue maestro de una universidad, sin duda (palabras del autor), la universidad más mediocre de México, pues solo la universidad más mediocre de México le daría trabajo y la responsabilidad de enseñar en más de tres licenciaturas. Dato curioso o para pagar sus deudas: también fue entrenador del equipo de fútbol de la universidad (en su curriculum mintió diciendo que había jugado profesionalmente), equipo que nunca llegó a disputar un solo partido en la liga ya que jamás logró reunir a más de 8 elementos sobre la cancha los sábados por las mañanas.

En materia literaria ha colaborado en periódicos, revistas, pasquines y blogs de poca monta y/o dudosa reputación, todas ediciones de provincia y sin cobrar un centavo. La única vez que apareció un texto suyo en un medio nacional recibió amenazas de muerte y/o rotura de madre por parte del gobierno y ciudadanos campechanos amantes de sus tradiciones y costumbres. También ha publicado en periódicos, revistas y páginas de Internet en España y toda Latinoamérica (excepto Brasil, Chile y Uruguay).

La escritura no le ha granjeado fama y fortuna, y por obvias razones nunca ha ganado ningún premio literario, salvo el valioso precio a su cabeza que puso el club de fans de Michael Jackson más rocambolesco de Latinoamérica, el veto a toda beca y/o premio literario que le impuso el licenciado Cara de Sapo (achichincle del Instituto de Cultura de Campeche), la expulsión de la ciudad amurallada provocada por los matones del Rey de los Puteros, etcétera.

Obtuvo la beca PECDA 2007 y Mención Honorífica en los VI Juegos Literarios Nacionales Universitarios (el jurado quedó sorprendido por el cuento que leyeron, pero a su juicio, un mejor premio que los 20 mil pesos del primer lugar era una dotación de libros de la historia del achiote y el chile habanero). Luego de cinco intentos fallidos, el FONCA se apiadó de él becándolo para que escriba su segunda novela.

Por el momento tiene una novela llamada Con pena y sin gloria (ahora llamada La mala racha) y un libro recopilatorio de artículos y ensayos llamado Pildorita de la Felicidad LADO B, donde lo único valioso es el magnífico prólogo de Eutimio Estrella. Ambos libros permanecen sabiamente sin editorial que se anime a publicarlos, aunque algunas editoriales aseguran estar dictaminándolos. Si estás leyendo esto, en unos minutos te unirás a otras tantas editoriales que se negarán a publicar la novela del autor.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Editoriales



1


De buenas a primeras, Selva ha dejado de dirigirme la palabra. Su habitual semblante risueño, sus bailes espontáneos, su meneo de culo enloquecido cesaron. Su nueva postura es mirarme de reojo, cruzarse de brazos y fruncir el ceño cada que le pregunto qué coño le pasa.

More...Su extraño comportamiento es la cereza del pastel a una semana negra, de tropiezos, de una avalancha de rechazos literarios.


2


Si eres nuevo en el oficio de la escritura, a continuación te daré unos útiles consejos antes de que te veas en la penosa posición de experimentar en carne propia el fracaso.

Lo difícil no es terminar de escribir tu primera novela, lo titánico es lograr que la lean, ya sea amigos, familiares o editoriales. En un principio, amigos y familiares te animarán para que termines de una vez por todas de escribir tus crónicas enloquecidas, irrelevantes, pero una vez que las plasmes en papel, todos y cada uno de ellos se desentenderán para no perder su tiempo en tus dislates creativos.

Si bien te va, los amigos misericordiosos te dirán que han tenido una semana ocupadísima en el trabajo, que ya la leerán y harán sus anotaciones pertinentes a tu novela. Si mal te va, los amigos sinceros te dirán que mejor te dediques a otro oficio. Y finalmente, si tienes suerte, los amigos mentirosos, escapistas, dirán que van a la mitad de la novela, que les está gustando mucho, pero por el momento tienen muchos pendientes y apenas encuentren unos minutos disponibles en su ocupadísima agenda retomarán el hilo de tu novela para darte una opinión más objetiva del asunto, aunque la cruda y triste realidad sea que tu manuscrito o archivo se ha empolvado en un estante o extraviado o borrado en la memoria del disco duro de sus computadoras.


3


Cada minuto que pasa, Selva se desespera más y más. Nunca la había visto tan resentida, tan enojada. Incluso se reserva para sí misma, mascullando entre dientes, sus comentarios hirientes, lacerantes, despectivos, hacia Snooki y The Situation, basuras humanas que protagonizan un show llamado Jersey Shore que no se pierde por nada de este mundo, al igual que una retahíla de programuchos insufribles que mira con gozoso placer culpable frente a la televisión.

Decido escapar del ambiente enrarecido que reina en la habitación (enrarecido un poco por la tensión y un mucho por las bombas lacrimógenas que Selva no tiene empacho en soltar a diestra y siniestra empinando las nalgas). Con lo ojos llorosos le digo que voy a la computadora a revisar mi correo electrónico. Selva se revuelve en la cama, aprieta los puños, cierra los ojos intentando mandarme un misil teledirigido mientras masculla entre dientes sabrá dios qué.


4


La última vez que abrí un archivo de Excel fue hace más de siete años, cuando tenía un trabajo decente en un corporativo transnacional que tanto enorgullecía a mamá, celdas que me servían para almacenar y dividir a todos los clientes y clientes potenciales de la refresquera; ahora, esas mismas celdas me sirven para anotar todas las editoriales que he descubierto navegando por Internet, porque a decir verdad, antes de mi exhaustiva investigación, no pasaba de conocer una decena de ellas, que en realidad se transformaron en solo 3 editoriales porque una editorial resultó ser un corporativo inmenso que abarca el 80% de los sellos que creía eran editoriales independientes.

La primera acción fue dividir a las editoriales según su grado de importancia en el mercado, o sea, según su poderío económico y/o nivel de distribución. Si hiciéramos una analogía con clubes de fútbol, diríamos que Planeta es el Real Madrid, Random House Mondadori el AC Milán, Alfaguara el Manchester United, Anagrama el FC Barcelona, Ediciones B el Bayern München, etcétera.

Como buen novato, mi sueño es pertenecer a las grandes ligas, por eso le he hecho llegar el manuscrito de mi primera novela a estos monstruos editoriales a sabiendas que seré rechazado y/o jamás leído por el comité de lectura de manuscritos. Mismo manuscrito que mi sentido común me ha dictado enviarle a las editoriales de segunda, tercera y cuarta división, pues bien podrían ser el trampolín para en un futuro dar el salto a la élite, al caminar con el pecho gallardo por delante en las alfombras rojas de las ferias internacionales de libros donde se pavonean y comen a besos el culo los intelectuales best-sellers.


5


-¿Tienes algo que decirme? –dice Selva mirándome de reojo, rompiendo el silencio de diez minutos que llevamos desde que nos subimos al coche.

-¿Decirte qué? –digo por decir algo, ganando tiempo para pensar qué he hecho, qué error o despiste he cometido.

-¿Así que no me lo dirás?

-¿Decirte qué?

Selva vuelve a cruzarse de brazos, hace un puchero, los ojos se le empañan.

-No puedo creer que no me tengas confianza –dice.

-¡Claro que te tengo confianza! –digo.

-Pensé que éramos un equipo.

-Somos un equipo.

Con el rostro desencajado, la mirada perdida en la calle, Selva parece querer ordenar las ideas en su mente.

-¿Por qué me mientes? –dice.

-Jamás te he mentido –me defiendo y en mi mente intento adivinar su siguiente pregunta para bloquearla y/o contraatacar con alguna nueva mentira.

-¿Ah, no?

-No.

-¿Crees que no leí el mail donde rechazaban tu novela?

Indignado, abro la boca como una enorme O, no dando crédito a que Selva haya revisado mi correo a mis espaldas.


6


Un consejo muy útil si eres un escritor en vías de o rogando publicación, es el de jamás revisar tu correo electrónico cuando tu novia esté merodeando los alrededores. Tal cual fue mi caso.

Selva apareció en mi habitación de trabajo y para no parecer alterado por el mail que brillaba en la pantalla de mi laptop, fingí naturalidad, soltura, desparpajo, como quien descubre a su mamá en el rellano de la puerta justo cuando está viendo pornografía y desliza el mouse con sigilo, con un movimiento imperceptible de muñeca dando clic a una nueva ventana que oculta el crimen.

-¿Estás bien? –dijo Selva.

-Todo bien –sonreí nervioso, a sabiendas que nada estaba bien, de lo contrario Selva jamás hubiera preguntado si me encontraba bien, con lo cual dejé en evidencia que mi naturalidad, soltura y desparpajo no fueron del todo bien caracterizados.

-¿Seguro? –insistió Selva aproximándose hacia donde me encontraba sentado.

-Seguro –mentí mirando de reojo el monitor para asegurarme que en pantalla estuviera un archivo de Word con un capítulo de mi nueva novela, en el que llevo más de una semana sin poder terminar.

Entonces los brazos de Selva me rodearon el cuello, su mata de pelo castaño me cubrió los anteojos, su aliento invadió mi boca, sus muslos rozaron mis costillas, sus nalgas se posaron en mi pelvis, mis manos desabotonaron su blusa, sus manos me sacaron la playera de encima, mi cara se hundió en sus gloriosos e inmensos pechos, su lengua invadió mi oído, la silla crujió, rechinó sobre el suelo, se balanceó en dos patas, trastabilló, giró, Selva de un tirón me sacó los pantalones y con un movimiento vibratorio de cadera al estilo perreo de los videos de reggaetón su tanga se deslizó por debajo de su faldita de mezclilla.


7


-No puedo creer que hayas revisado mi mail mientras…

-Ay, ya –Selva me interrumpe- deja de quejarte como una nena y acepta que me mentiste.

Indignado detengo el coche.

-Nunca te mentí.

-¿Ah, no? –Selva abre los ojos enormes, ahora es ella la indignada.

-No te mentí, te oculté, cosa muy diferente, que habían rechazado mi novela.

-¡Mentir y ocultar es lo mismo! –explota Selva.

Discutimos acaloradamente durante una hora sin poder definir si ocultar un hecho verídico entra dentro del rango de mentira. Cada quien da su argumento, la contraparte lo rechaza en el acto dando nuevos y virulentos argumentos que desembocan en una discusión que parece no tener fin.


8


Algo difícil de creer y que debe ser del conocimiento de todo joven escritor con aspiraciones de publicar un libro, es que las editoriales, sean de cuarta, tercera, segunda o premier league, están saturadas de manuscritos. Véase los siguientes ejemplos prácticos que le ahorrarán tiempo y esfuerzo:

Editorial de cuarta división:

“Lamentablemente amigo escritor no nos la mande, no podemos publicar nada por el momento.”

Editorial de tercera división:

“Dada la carga editorial que tenemos, por el momento no estamos recibiendo manuscritos. Espero que encuentres una editorial para tu obra. Saludos cordiales.”

Editorial de segunda división:

“En estos momentos no publicamos narrativa hasta dentro de dos años ya que tenemos cerrados nuestros planes editoriales debido a la gran cantidad de originales contratados y pendientes de publicación. Saludos cordiales.”

Editorial de primera división:

“Gracias por contactarnos para hacer llegar su propuesta de publicación. Sentimos comunicarle que nuestra programación editorial está cerrada y que, debido a la saturación actual, no podemos hacer frente a todos los proyectos que se nos presentan. Deseándole la mejor suerte en sus futuras gestiones editoriales, reciba un cordial saludo. Departamento editorial.”

Y para finalizar, un último consejo: si eres un escritor egocéntrico que en su afiebrada mente tiene la disparada idea de superar en ventas a la saga Millenium de Stieg Larsson con su primera novela, evítale perder el tiempo a las editoriales que sí aceptan y se toman la molestia de leer los manuscritos de obras inéditas.

“Nuestro comité editorial leyó tu novela y aunque hubo quienes nos entusiasmamos con las innegables virtudes de tu propuesta, no obtuvo la cantidad necesaria de votos y decidimos no publicarla. Recibe un saludo muy cordial, Director literario.”


9


Estaciono el coche en casa de Selva. Noto que está más calmada. Incluso se anima a darme un beso en la mejilla.

-¿Prometes que nunca más me volverás a mentir? –dice.

-Ya te dije que nunca te mentí –digo.

-Cállate y promételo.

-Lo prometo.

-¿Era grande o chica la editorial que te rechazó?

-…

Selva pierde el semblante de dulzura.

-¿Grande o chica?

-…

-¿Al menos puedes ponerlo en tus estúpidos términos futboleros?

-Okey.

Selva arquea una ceja. Para contener la emoción se muerde un labio.

-¿Real Madrid? ¿Barcelona?

-Menos.

-Menos qué, no sé un carajo de fútbol, dime un equipo.

-¿Conoces a los Corsarios de Campeche?

Selva pega un grito. Da un portazo a la puerta del coche. Luego revienta la puerta de su casa. Se encienden las luces dentro de la casa. Acelero a toda velocidad para que no me vean sus papás y me pierdo en la espesura de la noche.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Resistir, ya no es una opción


“Cuando era chico, un amigo de mi padre me dijo: El secreto de vivir es resistir.”
- Jaime Bayly (
Caminar sobre fuego)


1


Jamás había visto a una mujer tan segura de estar enamorada como Selva. Ni tampoco había visto antes en los ojos de una mujer tanta seguridad de abandonarme.

More...-No has escrito un carajo de la novela –me dice Selva; veo mi reflejo en sus ojos cafés- ¿Se puede saber qué has hecho estas últimas semanas?

Trago saliva.

Una maraña de ideas se revuelven, entremezclándose arrevesadas en mi cabeza.

-Me caga que siempre te quedes callado.

Los ojos de Selva se empañan. Mi reflejo se distorsiona como la cara de la Abeja Maya cada que se veía en un charco y sus lagrimones deformaban su rostro en el espejo de agua.


2


Sentado en un pupitre en el colegio de los Legionarios de Cristo, a muy temprana edad descubrí que la única virtud o atributo con el que fui bendecido fue el sentido común. Fingí e hice oídos sordos a todas las palabras de los sacerdotes y misses que me decían que a la vida se había venido a sufrir, y que solo sufriendo podía accederse al Reino de los Cielos, donde, ahí sí, valía divertirse y ser feliz como si se estuviese en Disneylandia.

Durante poco más de un lustro fui un soldado de la guardia real inglesa. No parpadeaba, no respiraba, no transpiraba ni una sola emoción. No en balde, cada año era condecorado con la medalla al primer lugar en conducta, logrando así engañar, sortear, burlar a los padres y misses de esa escuela que era una cárcel para mí. Una condena que purgué en silencio. Día a día. Mes a Mes. Año tras año. Era una estatua de marfil que maquinaba en su interior su escape, esperando paciente el momento en que no volvería más a esos muros de concreto.

Y la historia se repitió con el paso del tiempo en otros muros (ya sea eclesiásticos, laicos, gubernamentales o privados). Fingiendo operar y convivir con las demás personas que me rodeaban como si fuera uno de los suyos, los estándares y manuales establecidos. Hasta que un día dejé de engañarme y rompí el silencio. Brinqué el muro. El sentido común me advirtió que no hay ningún Reino arriba de las nubes ni debajo de la tierra. Vida solo hay una. Y esa vida más me valía aprovecharla (o desperdiciarla a los ojos de mis seres queridos) haciendo lo que menos mal sabía hacer, y por ende, menos infeliz me hacía.


3


En el supermercado hay dos tipos de clientes, los que consumen basura y los que no. Para mi mala fortuna (o decisión propia), pertenezco al innoble primer grupo.

-Doscientos gramos de pastel pimiento, por favor –le digo a la mujer obesa y enana del departamento de carnicería.

-¿Sabes de qué está hecho el jamón pimiento? –dice Selva.

En mi mente transitan imágenes de vísceras, pezuñas, ojos, dientes, colchonetas podridas, camisetas sudadas, trusas piteadas, mandiles ensangrentados y uno que otro pedazo de carne de alguna especie no identificada comprimidas en un enorme molino oxidado.

Camino por los pasillos y me detengo en los estantes, sorprendido al descubrir que el supermercado tiene marcas propias de todos los productos imaginados.

-Por favor no, cómprate un shampoo de verdad –dice Selva arrebatándome de las manos un shampoo de dos litros que cuesta 12 pesos-. Por eso te estás quedando calvo.

Ignoro su comentario. Agarro otra botella de shampoo de 12 pesos y una bolsa con una decena rastrillos de rasurar a 20 pesos (so pena de agregar nuevas cicatrices a mi cara).

-Prefiero comer a tener pelo –me defiendo.

Selva pone los brazos en jarras, tuerce la boca, entrecierra los ojos y observa como voy llenando de chucherías el carrito.

-¿Llamas a esto comida?

Selva saca una caja azul del carrito y me la restriega en la cara.

-¿“Fórmula láctea”? –dice-. Esto ni siquiera es leche.

Vuelvo a ignorarla. Imposible resistirme a la promoción: “lleva 3 cajas y el precio es de 6 pesos cada una”.


4


He perdido la cuenta de los años que llevo atrincherado. Capoteando la realidad. Esquivando tiros de muerte. Siendo un miserable, egoísta y feliz. Pidiendo asilo. Robando aire. Protegido de la cruel intemperie y feroz hambruna. Afilando navajas. Dando voz a los que no la tienen o temen tenerla. Diciendo lo que sería más prudente callar, o mejor dicho, ventilando cosas que a nadie le interesa saber. Malabareando, caminando sobre una cuerda floja, jugando al trapecista suicida.


5


En mitad de su faena en la cocina, Selva me mira de reojo, inquieta, suspira, resiste hasta donde le es humanamente posible, hasta que suelta un bufido y dice:

-¿Ya mandó tu novela el gordo de tu amigo?

Le explico que sí. Que mi amigo famoso tuvo la gentileza de imprimir, encuadernar, meter en un sobre y enviar el mamotreto insufrible que es mi primera novela a un par de editoriales translaciones donde tiene amigos que la leerán y dictaminarán para ver si es factible su milagrosa publicación. Lo que no digo es que mi amigo, por motivos que ignoro, me dijo que tiene mucha curiosidad de leerla también, por ello, se hizo una copia de la novela para leerla el fin de semana, lo cual me causó pánico y una vergüenza inenarrable.

Claro que de todo esto ha pasado ya hace más de un mes, casi dos.

-Dirás lo que quieras de tu amigo, pero seguro que no ha movido un dedo –dice Selva apuntándome con un trinchante-. No confío en los gordos.

Le digo que se calme. Que no llame gordo a mi amigo. Y que si a esas vamos, terminará desconfiando de todo el mundo que la rodea, pues el 90% de mis amigos son gordos.

-Pues esto opino de tus amigos gordos –dice Selva levantando el dedo índice de la mano, ladeando la cadera, poniendo mecos los pies, empinando las nalgas, grotesco ritual que finaliza con sus muy famosas bombas de gas lacrimógeno despinta paredes; arsenal fétido que muy inteligentemente tuvo a buen recaudo mantener ocultos los primeros meses de nuestra relación.

-¡Qué asco! –grito y salgo disparado de la cocina para salvar la vida.

Refugiado en el rellano de la escalera, veo pasar corriendo a Selva, escaleras arriba.

-¡Me cagué! –grita, bañada en lágrimas.


6


Antes de conocer a Selva, cada día que pasaba era un pequeño triunfo personal. Vivir la vida de cigarra, sin pensar en las consecuencias o en el desenlace trágico que tarde o temprano me devoraría. Entonces apareció esta misteriosa mujer salida de un afiche de taller mecánico, de risa imposible, de belleza indescifrable; un volcán en erupción a todas horas, que de buenas a primeras decidió suicidarse socialmente eligiendo al peor partido posible.


7


Selva jamás me ha echado nada en cara y esta vez no fue la excepción. Silenciosa, con dos kilos menos encima, se ha metido a la cama, pálida, con temblores en todo el cuerpo.

Le sugiero que no es una buena idea que siga comiendo mi comida.

La abrazo y le digo que apenas me paguen mi beca del FONCA voy a comprar comida de humanos. Voy a invitarla a restaurantes y a invitarla de viaje. A regalarle por navidad el BlackBerry que más le guste. Y una serie de promesas difíciles (por no decir imposibles) de cumplir a menos que mi beca fuera la Beca Guggenheim, o sea, la beca para escritores con talento de verdad.

-Oye… –Selva se me queda mirando- ¿verdad que vas a rescatarme?

Ha empezado a delirar, pienso. Le palpo la frente hirviendo, ardiendo en calentura.

-¿Verdad que vas a rescatarme? –en la mirada de Selva no hay ápice de delirio alguno.

Trago saliva.

Una nueva maraña de ideas se revuelven, entremezclándose arrevesadas en mi cabeza.

-Me caga que siempre te quedes callado.

miércoles, 27 de octubre de 2010

El último


Dudo tener la capacidad de transmitirte la fuerza que necesitas en estos momentos, pero haré mi mejor intento; como en cada uno de los
relatos que te dediqué en los últimos dos años. Este será el último que leerás disfrazada con la piel de una Reina de Belleza.


More...1


Mamá inflamó el pecho orgullosa.

P sacó la cámara.

-Actitud pandilleril, preciosa –dijo.

Bicho retorció sus larguísimas extremidades superiores, encorvó la espalda, flexionó las rodillas, torció la boca y frunció el ceño como un ruda negrata del Bronx.

Clic.

-¡Otra Bichito! ¡Otra! –exigió P emocionado-. Ahora más pandilleril, como cuando eras niña.

-¡Ana del Socorro! –dijo mamá ofuscada-. Nada de fotos. Ahora eres Nuestra Belleza Yucatán. Compórtate.

Bicho sonrió. Una sonrisa enorme.

-Foto, foto –dijo P apuntando con la cámara-. Foto de Miss.

Bicho enderezó la columna vertebral, puso los brazos en jarras, las manos apoyadas en la cintura ligeramente ladeada, estiró el cuello como un cisne inmaculado, y para mi sorpresa descubrí que por primera vez en su vida era más alta que yo.

-Rodrigo, quítate –ordenó mamá.

Clic.


2


Caí dormido. Al instante, tuve una horrible pesadilla: Bicho era coronada Nuestra Belleza México. El público gritaba eufórico. Mamá gritaba eufórica. Incluso yo gritaba eufórico. Cientos de fotógrafos también eufóricos la retrataban mil y un veces desde todos los ángulos y posiciones imaginables. El auditorio entero coreaba su nombre. Endiosados. Todos corrían hacia el escenario y empezaban a tocarla. A palpar su belleza. La acariciaban. La besaban. Pero no era suficiente. El público necesita más. Un fanático hambriento se aventuró a darle un mordisco en el brazo. Quería probarla. Saber a qué sabía la belleza. Saborearla. Y otro, y luego otro. Todos se abalanzaron sobre Bicho y la devoraron hasta el último hueso como a Jean-Baptiste Grenouille al final de El perfume.


3


En un principio me resistí a entrar al salón, pero Bicho insistió en que debía estar presente en la firma del contrato que la acreditaba oficialmente como Nuestra Belleza Mundo México.

-¿Segura que puede entrar tu hermano? –dijo mamá, insegura, pero con muchas ganas de que Lupita Jones me cerrara las puertas en las narices.

-Faltaba más –dijo Bicho, tirando de mi brazo para meterme a la sala-, es como mi papá.

Sus palabras fueron un gancho al hígado, me doblaron las piernas. Mi único consejo desde siempre había sido el que mi hermana desistiera de ser una Reina de Belleza, convencerla de que la belleza era efímera y lo único seguro, lo que en verdad prevalecía, era la inteligencia, que los concursos de belleza no eran muy distintos de las ferias ganaderas donde se exponían y calificaban a las reses. Valiente hermano. Menudo guía espiritual. No en balde días antes del concurso mamá no dudó en declarar en una entrevista exclusiva al periódico del que me corrieron de su sección editorial por falta de talento y/o porque nadie me leía, que yo no apoyaba a mi hermana. Incluso mamá prefirió salir retratada con el perro de la casa que conmigo.

-Te quiero mucho –me dijo Bicho y firmó el contrato.

Al verla firmar el contrato recordé años no muy lejanos. Bicho parada todos los fines de semana ante coches último modelo y/o cualquier producto recién salido al mercado, sonriente, los pies llenos de callos, ampollas, hinchados, amoratados, sangrantes. Bicho parada entre semana en conferencias, ferias ganaderas, expos, convenciones, centros comerciales, con la misma ancha sonrisa, estoica, soportando miradas lujuriosas y proposiciones tanto de viejos rabo verde como de jovencitos metrosexuales calenturientos. Bicho quemándose las pestañas delante de libros de biología, venciendo el sueño luego de extenuantes horas de trabajo, de ser un maniquí humano tras los aparadores de tiendas modernas, decidida a ser el mejor promedio del salón de clase. Bicho sudando sangre en el gimnasio, comiendo vegetales. Bicho capoteando con elegancia de torero a cierto proxeneta dueño de una agencia de modelos que se atrevió a sugerirle que acompañara a cenar a hombres de dinero a hoteles lujosos de la ciudad. Bicho con los ojos hinchados, enrojecidos, hablando noches enteras sin obtener respuesta de ese señor que le decía “mi princesita” y un día cayó fulminado por un derrame cerebral. Bicho sonriendo e hipnotizando al director de la universidad semestre tras semestre para que la mantuvieran becada en esa escuela impagable donde mantenía las notas más altas. Bicho aferrada, constante e infatigable en sus clases de teatro. Bicho yendo de pasarela en pasarela sin cobrar un quinto. Bicho perfeccionando su inglés en la madrugada. Bicho durmiendo sobre las tapas de los libros de mis autores favoritos, rendida, exhausta.


4


-No quiero morirme –dijo sollozando, tiritando de miedo. Tres palabras que hasta la fecha no he olvidado.

Meses antes de esa confesión, ocurrió algo. Un evento que, como era de esperarse, toda la familia me ocultó. Metieron a Bicho a un quirófano para sacarle grasa. Grasa incómoda, horrenda, asquerosa, acumulada año tras año por comer deliciosas golosinas que robaba furtivamente de la alacena, frituras crujientes que llenaban de felicidad sus días de niña, pero que sin embargo al comerlas mamá se encargaba de hacerla sentir culpable, como si de un delito imperdonable se tratara, del mismo modo en que su papá la hacía sentir una vaca rolliza frente a sus amigas, avergonzándola, humillándola cada que osaba comer de más.

En esta ocasión, cosa que agradezco profundamente, Bicho ha tenido la delicadeza de informarme que entrará de nuevo al quirófano. Cosa de nada, le han dicho. Gajes del oficio. Reafirmaciones, reacomodos estéticos. ¿Y luego qué? Me pregunto. ¿Acaso será tan tonta para tropezar con la misma piedra? ¿No se ha detenido a pensar que luego de corregir esas “imperfecciones” surgirán otras, y luego otras, y muchas más hasta que se mire en el espejo y de ella no encuentre más nada que un nebuloso recuerdo de la hermosa niña de carne y hueso que un día fue detrás de ese Frankenstein de silicona superestrella de revista de cotilleo?


5


-Acaba de hablar furioso tu hermano –me dijo mamá por celular-. Me dijo que un amigo suyo acaba de ver publicado en Internet una cosa horrible que escribiste de tu hermanita –mamá guardó silencio, luego, me pareció escucharla sollozar-, ¿qué escribiste ahora, hijito?

-Nada –mentí.

-Gracias a Dios no sé usar la computadora, pero tu hermano me dijo que está furioso, que tiene ganas de golpearte –dijo mamá, ahora sí entrecortando la voz con lágrimas-. Me dijo que hiciste del dominio público que tu hermanita era bulímica y que se operó la panza hace unos años.

-Sí, eso escribí –dije bastante sorprendido-, pero no era mi intención que…

-¡Dios mío! ¡No te das cuenta de que le pueden quitar su corona! –mamá estalló en llanto y no entendí ni una sola palabra más de las que balbuceó.

Colgué. Fui a la computadora y en mi bandeja de entrada vi una retahíla de mails de gente conocida, familiares y desconocidos. Sospeché lo peor. Uno a uno los leí, y salvo honrosas excepciones, la mayoría de ellos me conminaban a rectificar, a escribir una carta donde pidiera disculpas públicas, y de ser posible, que dijera que no soy más el hermano de la soberana de la belleza de México.


6


Los ojos no mienten. O al menos, a mí no me engañan. No tengo que ser adivino para saber lo que allí hay dentro. Luego de un año duro de trabajo (por calificarlo de algún modo), lejos de la familia, de ese chico al que le brillan los ojos de amor y al que ama hasta la médula, lo último que deseaba era seguir distante, a años luz, perdida en una nebulosa de luces brillantes, que le pusieran otra corona en la cabeza, una más pesada y más reluciente, solo significaba alejarse más, como un cometa, ver desaparecer enraizados en Tierra a los seres queridos, lo único que anhelaba era escuchar el nombre de esa isla del Caribe, bajar a ras de suelo y fundirse en un abrazo con su familia y estamparle un beso largo y puro de Reina de Disney al chico de los ojos soñadores que es su Príncipe Azul y que aparecieran de una maldita vez los juegos pirotécnicos y la palabra FIN o Colorín colorado este cuento se ha acabado; pero entonces escuchó el nombre de su país, México, todos la abrazaron y desapareció escoltada por la guardia real Trump.

Y a mi lado, su compañera de guerra, la Reina Amazona, la Diosa Griega, abandonada a su suerte, difamada y expuesta en un mugriento espectacular en Viaducto entronque Iztapalapa, olvidó por un instante la tragedia en que se había convertido su vida, y se le llenaron los ojos de lágrimas de emoción, de orgullo.

-Lo hiciste, Xime –dijo Bicho abrazando a mamá-, lo hiciste.

No soy quien para interrumpir la magia de la escena, así que me mordí la lengua, perdiendo la mirada en la ventana del departamento. Lo hicieron, pensé viendo el corredor oscuro y desierto de la calle Amsterdam.


7


¿Necesitas más pruebas o capítulos de una “novela” para darte cuenta que no eres una Reina de Belleza?

Te envidio. En tus manos tienes una de las mejores historias que debe y pide a gritos ser contada. No en forma de comedia simplona como
Miss Simpatía, aquella protagonizada por Sandra Bullock. Tú sabes a qué historia me refiero. De ahora en adelante, deja el espejo y el rimel; toma pluma y papel y ponte a trabajar. Tienes un compromiso con miles de jovencitas que estúpidamente intentan escalar hacia el Infierno.

Cuando el sábado nos alcance, si te faltan fuerzas para subir al escenario, recuerda que del otro lado del mundo hay alguien que te está esperando con más anhelo que nadie. Ahora mismo, como cada mañana, lo tengo tumbado a mis pies, haciéndome compañía, capítulo tras capítulo de mi nueva novela. Él mejor que ninguno sabe que la belleza te importa un bledo. Ni sus ojos, ni la cicatriz de su espalda mienten.

Pero esa, esa es otra historia que te toca contar a ti. O como mínimo, nunca olvidarla. No olvides al perro. Aquel pitbull enloquecido al que enfrentaste solita, del que apenas escapaste y burlaste con las manos ensangrentadas, sorteando dentelladas, abrazando y protegiendo al perro que espera tu regreso desde aquella noche en que partiste de casa dispuesta a comerte al mundo.



domingo, 17 de octubre de 2010

Orsai, la revista imposible



1


Nada más terrible que encontrar un pastelito, una confitura, una golosina que se amolde a tu paladar, que te llene de alegría, y de buenas a primeras, sin previo aviso, la saquen del mercado para siempre. Uno queda devastado mirando los estantes del supermercado, del estanquillo, de la tiendita de la esquina. Quedamos huérfanos. Desolados. Con un nudo en la garganta. Con ganas de apedrear el carrito repartidor de Marinela o Sabritas, a sabiendas de que toda queja será inútil.

More...Algo parecido me pasó el año pasado con Orsai, mi blog favorito, sitio que tantas alegrías y consuelos me regaló durante los últimos años. Una mañana, para mi horror, dejaron de aparecer escritos actualizados, nuevos, fresquecitos.


2


Un triste año entero con tres mañanas desoladoras tuvieron que pasar para que ocurriera lo impensado. En la pantalla de mi laptop, un escrito inédito de Orsai relucía con la añorada tipografía Georgia número 13.5, informándonos a cientos de fieles lectores desperdigados en diferentes rincones del mundo, que este año para nada fue un año sabático, desperdiciado, todo lo contrario, fueron semanas de silencio, o mejor dicho, una plática de sobremesa donde se buscaba realizar un sueño de toda una vida: dar el gran salto de la red al papel, poniéndose como reto, eso sí, 12 Mandamientos, que de solo recordarlos, se me eriza la piel, tanto o más que a un católico asiduo a misa de domingo cada que realiza un desfalco, miente, engaña a su mujer, morbosea a la hija de su mejor amigo, etcétera, y comulga con los ojos cerrados el cuerpo de Cristo que le pone en la punta de la lengua el sacerdote.


1. No tendrá publicidad, ni subsidios privados o estatales.

2. Tendrá la mejor calidad gráfica del mercado.

3. Prescindirá de todos los intermediarios posibles.

4. Tendrá una versión en papel y otra, dinámica, para
tablets.

5. Escribirán y dibujarán únicamente personas que admiremos mucho.

6. Llegará en menos de siete días a cualquier país del mundo.

7. Será trimestral y tendrá más de doscientas páginas.

8. En cada país costará lo que un libro (gastos de envío incluidos).

9. Contará con un capital inicial de cien mil euros.

10. La plata la ponemos nosotros, porque el sueño es nuestro.

11. Si salvamos la inversión, somos felices.

12. Si no salvamos la inversión, nos chupa un huevo.



3


En mi juventud, equivocada pero feliz, tras leer alguna biografía del Che Guevara, me carcomía el deseo de haber nacido en otra época, cuando el mundo creía de verdad en las ideologías y valía la pena ponerse la botas y salir a la calle a protestar en contra de gobiernos fascistas, o embarcarse en misiones suicidas a una isla.

Entonces, mal que mal, terminó la dictadura perfecta en México, me dediqué a leer literatura de autores nacidos en países del primer mundo, capitalistas, y se me fue pasando la calentura, el ardor, lo rojo de la piel (dato personal: Reinaldo Arenas ayudó un poco). Descubrí que el problema del mundo no es un sistema X o Y, sino nosotros. El individuo. Donde basta un solo imbécil con iniciativa, persuasión, labia o arrojo suicida, para torcer, podrir y llevarse entre las patas a todos.

Sin embargo, confieso que se me quedó clavada una espina. El poder hacer algo por la sociedad. Contribuir con mi granito de arena. Ser la piedrita en el zapato de los sinvergüenzas. El insignificante mosquito capaz de interrumpir el sueño de los poderosos. Ser capaz de dinamitar Televisa o TvAzteca, el cáncer más terrible que padece México. O apedrear la sucursal de cualquier banco, saqueadores de cuello blanco, bandidos de verdad. Quimeras, sueños imposibles, demasiado osados para un cobarde como yo.


4


El desvarío del punto anterior, el número 3, fue solo para decirles que he encontrado la espina clavada que pienso sacarme.

Cito textual a Orsai: “Nuestra obsesión, de ahora en más, es demostrar que no hay crisis editorial ni económica, sino moral. Lo que hay son medios tradicionales que piensan nada más que en el dinero y se cagan en el lector, lo arrinconan y lo vician de mentiras y de engaños. Nuestro antojo es un medio de comunicación humano, honesto, de una transparencia obscena, un medio gráfico que den ganas de recibir por debajo de la puerta, pero ganas en serio. Como recibíamos en los ochentas y los noventas las revistas que nos gustaban. Y que murieron. Todas murieron”.

La odisea, el objetivo titánico de Orsai es hacer un medio sin detenerse a pensar si los auspiciadores pagarán o no la contraportada de la revista. Eliminar intermediarios, traducción: chao, mafias de la distribución. Au revoir, librerías empecinadas en embolsarse el 40% de ganancia sobre el precio del libro.

Orsai promete olvidarse, no preocuparse más de los recortes presupuestarios que padecen las revistas comerciales en épocas de crisis, pues el dinero que financia el proyecto, todito, lo han puesto ellos mismos, de sus bolsillos; plata que hicieron jugando, y no piensan duplicarlo (al menos esa es su idea), porque el objetivo es claro: seguir jugando.


5


¿Tiene sentido que un tipo que escribe tenga que expresarse conforme avance o retroceda la publicidad?, es la pregunta que se plantea Orsai, la pregunta que se ha planteado todo escritor con el mínimo grado de dignidad, pero que sin embargo, escribe porque tiene que comer, viendo sus ideas cortadas por la mitad, acorraladas, flanqueadas por anuncios de bisuterías, refrescos de cola, campañas políticas, etcétera.

Los despidos masivos ocurridos en los últimos años en revistas y periódicos, no nos engañemos, sí o sí, son para abaratar costos, sí o sí, en pensar cada vez menos en los lectores, en nosotros.

“No puede ser posible que cuando las cosas le van muy bien a las empresas tengas que escribir menos –porque entra publicidad- y cuando las cosas le van mal a las empresas tengas que escribir menos –porque le quitan páginas al diario. ¿Qué tiene que pasar, económicamente hablando, para que los lectores leamos en paz (o para que los periodistas escribamos en paz) un texto de mil palabras?”, se pregunta Orsai pateando el tablero.


6


Los chicos de Orsai me recuerdan a esos jóvenes barbados, idealistas, suicidas que se embarcaron un día a guerrear contra el imperio, plantarle cara.

-Pobres ingenuos –me dice mi chica, sabedora de cómo opera mi mente-, cuidadito te pongas en contacto con ellos.

-Solamente les estoy sugiriendo un par de escritores que me gustan mucho, que me gustaría salieran del anonimato –digo con timidez mientras envío un e-mail.

Selva me clava una mirada flamígera.

-Ya están bastante grandecitos para soñar –dice.

Lo sé, mi chica tiene razón. Mis amigos de Orsai son un par de soñadores drogones de mediana edad planeando una utopía literaria: llegar a todos los rincones del mundo sin intermediarios mafiosos y a un precio equitativo, pues según ellos, sostienen la filosofía de que es un error pensar en euros, o en dólares, o en pesos, o en soles cuando existen países con economías diferentes, o sea, lo correcto es encontrar otra unidad monetaria. ¡Una unidad monetaria creada por ellos!

-¡Están locos! –grita mi chica dando un portazo.


7


La nueva moneda se llama PD$ (periódico del sábado). Unidad monetaria creada a raíz de la siguiente pregunta: ¿Cuánto cuesta el periódico de mayor tirada en tu país, los sábados?

El objetivo de Orsai es que cada lector pueda adquirir la revista a un precio final de 15 PD$ (medio mes de periódicos), sin importar dónde vivas, con gastos de envío incluidos.

Esta tabulación monetaria se la explico una hora después a mi chica, ya más calmada; calma que enseguida se rompe.

-Y se puede saber cómo vas a comprar la revista si no tienes ni para comprar quince periódicos cada tres meses –dice-, y ni se diga comprar revistas y libros en general.

Confiado, con aire triunfante, le digo que los chicos de Orsai piensan en el bien común, en la gente menos favorecida por el sistema, en los lectores ávidos de entretenimiento, que por lo general, nunca traemos un peso encima pero nos las ingeniamos para conseguir novias tetonas.

-Habrá un pdf con la revista enterita –digo poniéndome de pie, sacando el pecho, levantando el dedo índice hacia el cielo-, y completamente gratis desde el diez de enero. ¿A poco no hay justicia poética?

-¿Justicia poética? –se rasca la cabeza Selva-. ¿No en diciembre empiezan a pagarte por escribir tu novela?

Asiento con la cabeza, aún con el dedo índice apuntando hacia el cielo cual libertador de algún país del tercer mundo.

-Entonces, la próxima vez que vuelvas a quejarte de Chávez o Fidel, de la Coca-Cola o de Bill Gates –Selva me sujeta del cuello de la camiseta-, te meto un madrazo en la cara.


8


Si eres un soñador de verdad que cree en la justicia poética, o pataleas cada que ves tu ciudad inundada de espectaculares, o mejor aún, si deseas leer una revista con los escritores más divertidos del mundo sin tener que ser distraído por anuncios de colores chillones que intentan seducirte a tirar tu dinero en productos completamente inservibles, o descubrir cómo se las ingeniarán los chicos de Orsai para ingresar a Venezuela y a Cuba (en la isla la revista costará 3 PD$, o sea, 0,06 euros) con escritos y caricaturas que hagan bromas de dictaduras caribeñas, o si eres un librero que al mismo tiempo quiere hacer dinero y hacer felices a sus clientes, o si eres un escritor con talento que quiere ganar 500 euros por escrito y un año de suscripción gratuita a la revista, este es tu momento.

Hernán Casciari, revolucionario literario, renunció a publicar más su columna de los domingos en el diario La Nación, de Argentina, y a su columna de los viernes en El País, de España. También le anunció a Random House Mondadori que renuncia a sacar nuevos libros con la Editorial Sudamericana de Argentina, o con Editorial Grijalbo en México, al igual que con Plaza & Janés de España.

Yo no tengo editorial ni perro que me ladre, pero me subo a su barco, me pongo a sus órdenes si necesitan un grumete que friegue el piso de la cubierta o cepille los retretes, sin esperar nada a cambio, más que mirar con estos cuatro y miopes ojos que una revista finalmente sea un éxito y sobreviva sin recibir publicidad alguna de los emporios capitalistas, y, que también llegue a manos de gente oprimida por dictaduras socialistas.

Es hora de que nos escuchen, llegó el día de sacarse la espina enterrada:

http://orsai.es/blog/

lunes, 11 de octubre de 2010

Twitter



1


Grave error fue acceder a los ruegos de Selva, es decir, dejar que me abriera una cuenta de Twitter. Según ella, el Twitter es el medio perfecto para multiplicar a mis lectores, y por ende, triplicar los comentarios en mis dos blogs donde ya nadie comenta nada, pues los blogs pasaron de moda.

More...-Pero en Twitter solo puedo escribir 140 letras –le explico a mi chica, estatua de marfil erguida en mitad de un pasillo del centro comercial.

-No seas indio –dice Selva mientras teclea algo en su BlackBerry-, en Twitter puedes postear tus escritos.

-¿Y? –me cruzo de brazos, signo ineludible de resistencia al cambio-. ¿Quién va a leerme si no tengo ningún seguidor?

-Tranquilo, yo me encargo de eso –responde muy segura de sí misma, tecleando infatigable el aparatejo que tiene entre manos.

-¿Es necesario hacerlo aquí, en mitad de la plaza? –me quejo, recibiendo empellones de transeúntes que circulan como autómatas con la mirada clavada en sus celulares.

Selva no me responde, sigue concentrada en la pantalla de su BlackBerry; no paso desapercibido que se tomó la libertad de escribir mi primer twit: un insulto feroz donde acusa de zorra a una suculenta presentadora de Telehit por acostarse con su ex novio ex famoso, el primer emo de México.

-Listo –dice regalándome una sonrisa enorme al tiempo que me restriega en la cara su celular.

-Gran cosa, aún no tengo ningún seguidor –aparto la pantalla de mi rostro.

-¿Y yo qué soy? –dice indignada.

-Tú no cuentas –digo ingenuamente y me meto a una librería a hojear la enésima revista donde Larissa Riquelme aparece en pelotas.


2


Si mi proyecto para el FONCA hubiera sido el acosar a los personajes más patéticos de la farándula (entiéndase por ellos: políticos, futbolistas fiesteros adictos a los travestis y artistuchos de telenovelas y programas de variedad), ahora sería el hombre más satisfecho y tranquilo de la faz de la Tierra. Por desgracia, no es así. Me he comprometido a escribir una novela de poco más de 400 páginas, y hasta el día de hoy llevo la grosera cantidad de cero páginas escritas. Traducción: le estoy robando a manos llenas al gobierno, o mejor dicho, a las pocas personas que pagan sus impuestos en este país de evasores fiscales, pobres ingenuos que están subsidiando a un bueno para nada que en vez de escribir una obra maestra se la pasa todo el santo día twitteando, es decir, insultando, retando, difamando, vituperando, provocando, insidiando, sacando de quicio a personas que se sienten muy especiales por el simple hecho de aparecer en la televisión restregándonos todos los días en la cara lo bellos que son y/o las fabulosas vidas que llevan.


3


Esta mañana me he prometido (es la sexta mañana consecutiva que lo hago) comenzar a escribir el primer capítulo de mi novela.

“Vayan a verme al teatro”, dice el actor bipolar ex famoso, alias, el hombre felpa, la alfombra humana, estambre de pelos, actualmente exiliado de las telenovelas gracias a sus constantes arranques de locura.

El actor bipolar ex famoso, agrega una fotografía a su comentario de Twitter. Luego otra. Y otra más. Me vence la curiosidad a mitad del primer párrafo escrito. Abro las fotografías. Todas ellas son imágenes borrosas de juegos pirotécnicos. Me resisto a preguntarle al hombre felpa, alfombra, estambre de pelos, qué lo llevó a subir esas imágenes, pero enseguida me compadezco de él, sé que es un hombre enfermo, medicado, que no debo provocar su ira, uno nunca sabe cómo opera la mente de los locos, además de que seguramente jamás obtendré respuesta de su parte.

“En el concierto de los Black Eyed Peas”, dice el actor bipolar ex famoso.

Vuelvo a abandonar la escritura. Abro el link adjunto al comentario. En pantalla aparece la imagen del hombre felpa, alfombra, estambre de pelos, con mirada enloquecida, homicida, de chiflado perturbado, abrazando a la fuerza al aterrorizado cómico irreverente que se hace pasar por chavo alocado en la televisión, aunque de chavo ya no tiene nada, e incluso en la fotografía puede vérsele la reluciente pelona de hombre de la mediana edad.

La oportunidad es irresistible. No pienso dejarla pasar. Retwitteo el mensaje del actor bipolar ex famoso y agrego la leyenda: “una pareja de idiotas”.

Continúo con la escritura del primer capítulo de mi novela, sin embargo, el actor bipolar ex famoso responde a mi mensaje:

“Tas crudo kbaron, cuanta amargura! Hazte una chaqueta, pendejo, jajajaja”.

Acto seguido, el hombre felpa, alfombra, estambre de pelos, me bloquea de su Twitter sin darme la oportunidad de rebajarme en un duelo de mentadas de madre hasta el infinito.

Pienso: debo ser más astuto, en el futuro me haré pasar por fan de las celebridades, luego, sin previo aviso, herir su ego, decirles cuanto los odio y los desprecio.


4


Es oficial: soy patético. No tengo vida propia. En vez de dedicarme a lo que supuestamente más amo, por lo que tanto recé para que me pagaran, me pica, cosquillea algo en el interior que me hace guerrear sin cuartel las 24 horas del día con los miserables que aparecen en la televisión.

Me enfrasco en la faena de hacer una lista de la gente más patética y a la que más aborrezco. La encabeza, por un margen abultado, de calle, el ex integrante de la banda juvenil que hizo las delicias de la chaviza ochentera en México, alias, el pobre diablo que anuncia detergente de ropa para señoras. El segundo peldaño lo ocupa otro héroe de la niñez mexicana de los años ochenta, alias, el actor desempleado ex Big Brother “VIP” (nótese las comillas) que fingió padecer cáncer en la garganta para que nos apiadáramos de él y no lo corrieran de la casa por ser un pobre infeliz sin talento. Un peldaño más abajo, lo reservo para el charro engominado vestido siempre en trajes de cuero de sadomasoquista, alias, el hombre machísimo que en vez de salir del clóset como Ricky y Tiziano, preña y enamora a cuanta jovencita hermosa se le cruza por enfrente, pero nada más toma dos tragos y se le truena la reversa, se le inunda la canoa.

En cuestión de minutos descubro que la lista es interminable. Son más de quinientos los personajes funestos de la farándula a los que estoy siguiendo, es decir, el 99.9% de las personas que aparecen en televisión. Entonces, el Twitter, que es una maquina con inteligencia superior, me sugiere agregar a una persona más: el dueño de la televisora que tanto odio, el patrón de las luminarias, el titiritero del pueblo mexicano.

“No se pierdan nuestro nuevo show este domingo, donaremos toneladas de comida para los damnificados de Chiapas y Veracruz”, escribe el magnate de las telecomunicaciones.

Pienso: ahora mismo le diré que se meta su programa por donde mejor le quepa, que él es el culpable de que este país sea un hervidero de muertos de hambre, analfabetos y descerebrados.

Me arrojo con furia sobre el teclado, pero al instante, me invade un dejo de lucidez; recuerdo que soy un cobarde de profesión, así que en vez de insultarlo, decido felicitarlo por su honorable labor altruista, ni loco pienso ser otra victima más de su esbirro favorito, el payaso tenebroso que aparece en la televisión amenazando cual sicario a los twitteros que osan suplantar la identidad, agredir verbalmente o pensar diferente de los líderes de opinión de la empresa televisiva más poderosa de Latinoamérica.


5


Selva se ha puesto como meta este mes llegar a los cien mil seguidores, y para ello ha decidido compartir su vida minuto a minuto con todos los argonautas fisgones y morbosos del ciberespacio.

-El Twitter es una guerra constante –dice tomándose una foto empinada sobre una silla-, hay que estar entreteniéndolos, si no, te dejan de seguir.

A juzgar por la empinación de sus nalgas, mentalmente hago una estimación y sospecho que llegará al medio millón de seguidores antes de que acabe el año en curso, claro está, siempre y cuando siga subiendo fotografías donde aparezcan en primer plano los melones con que fue dotada por la sabia naturaleza y/o siga escribiendo lindezas como su último twit: “me puse un sprayazo de perfume ed hardy en el queso para sentirme ruda”.

-¿A qué no sabes quién me esta siguiendo? –me pregunta Selva, Black Berry en mano, contorsionada como acróbata del Circo Chino de Pekín.

Al escuchar el nombre del nuevo acosador, perdón, seguidor, quedo pálido. Selva ha dado el brinco a las grandes ligas. Hollywood. Digamos que su seguidor no es Brad Pitt, pero sí alguien más peligroso. El actor borracho adicto al sexo, alias, el hombre horrible que según los tabloides norteamericanos llevó a una cantina y luego a un motel a Lindsay Lohan cuando la ex estrella infantil puso un pie fuera de la clínica de rehabilitación.

-Me invitó a Los Cabos –dice Selva.


6


Suena inverosímil, pero los pobres diablos también corremos con suerte de vez en cuando. Selva rechazó la invitación del actor hollywoodense borracho adicto al sexo, siendo esta la segunda ocasión que no se deja seducir por un famoso que le gusta. Sin embargo, no nos engañemos, en la vida nada es gratis, a cambio de su fidelidad, mi chica me ha pedido algo.

-Quiero contarte las rayas del ano.

-…

-Se llama anomancia.

Selva me explica que su nuevo gurú y guía espiritual es el psicomago de apellido ucraniano, alias, el director de cine de películas bizarras.

-En Twitter dijo que una persona sana debe tener 33 rayas en el ano.

-…

-Yo tengo trece –dice Selva con el rostro consternado, abriéndose las nalgas.

Dos horas más tarde, humillado, entro a Twitter y no se me ocurre nada más que lanzar una andanada de insultos, insidias y vituperios en contra el viejo horrible amante de los anos.

“Métete 20 monedas de oro en el ano, escúpele en la cara a tu papá y mira bañarse desnuda a tu mamá en una tina”, me responde el psicomago a manera de terapia para menguar mi amargura y fortalecer mi virilidad.


7


Lunes. Debo iniciar la semana de manera productiva. Ahora sí que estoy convencido de comenzar a escribir mi novela. Abro mi laptop. En pantalla descubro la desagradable sorpresa de ver la fotografía de mi rostro hinchado, abotargado, mofletudo, de hámster recién parido.

“Mi novio dormido”, escribe Selva.

“Vaya gustitos”, es el comentario general de más de una centena de personas que por arte de magia empiezan a seguirme en el Twitter.

martes, 5 de octubre de 2010

Uno menos


“No le temo a la muerte, sólo que no me gustaría estar allí cuando suceda.”
- Woody Allen


En el mundo existen personas con el don de la elocuencia en mitad de la tragedia. Estas personas por lo general van engominadas, perfumadas, tienen voz cristalina. Jamás titubean. Son el positivismo ambulante. Oráculos humanos. Te aprietan la mano, te abrazan y se avientan discursos asegurando con vehemencia que todo estará bien (aunque bien sepamos que no será así). Envidio a estas personas.

En la vida, no hay nada más terrorífico que dar el pésame. Tarde o temprano hay que darlo. Es algo inevitable. Ineludible, a menos que seas Wil Smith en la pésima adaptación de la película Omega Man. Y es que dar el pésame es algo que no se puede ensayar. Practicar. Por eso, en la cola del funeral, flanqueado de gente dubitativa, nerviosa, sollozante, uno visualiza la escena a ocurrir: el apretón y el abrazo que se le debe dar a la viuda, a los huérfanos y demás familiares sumergidos en el dolor. Pero esto no es tan sencillo como parece, de inmediato nos asaltan las dudas: ¿Qué tan fuerte debe ser el apretón de manos? ¿Qué tan prolongado y caluroso el abrazo? ¿Debe uno mirar a los ojos y sostener la mirada? ¿Sería apropiado decir unas palabras de aliento? ¿Deberíamos picarnos los ojos y parpados para que estén bien hinchados y enrojecidos como los de las señoras muy sufridas de adelante? Lo siento mucho, mascullamos una y mil veces mientras la fila avanza, y cuando llega nuestro turno, quedamos mudos, pasmados, estatuas de cartón, pero en el fondo, agradecidos de no haber sido nosotros el pobre diablo que presa de los nervios se aventó la puntada de felicitar a la viuda.


* * *

 
En teoría, la muerte es lo que menos debería impactarnos, pues es lo único seguro que ocurrirá en la vida; sin embargo, siempre nos sorprende, llena de dudas, anega, empaña los ojos de lágrimas. No puedo creer que se haya muerto, decimos, como si nuestros conocidos fueran inmortales, personajes indispensables, insustituibles en nuestra vida, aunque de ellos no sepamos nada durante años hasta el día que nos informan de su deceso.

Mamá es especialista en hacerme creer que alguno de mis hermanos o seres más queridos ha muerto. Con voz entrecortada, sorbiéndose los mocos, tartamudea por el celular:

-¡Se-se-se se murioooooó!

Quedo helado. Pálido. De una pieza. Entro al cuarto blanco de Matrix.

-Se murió Juan Camilo Mouriño –dice sollozante.

O también aplica estas otras, en medio de un batidero de mocos:

-Se murió el príncipe Guillermo de Luxemburgo.

Juro que me dan ganas de matarla. Ahorcarla. Pero en vez de eso, respiro aliviado. Por ahora. Sé que un día la bolita de la Ruleta caerá en la casilla con el nombre de alguien de la familia.


* * *


A nadie en su sano juicio le gusta asistir a los funerales (salvo a las señoras amantes de la barra nocturna de telenovelas), pues además de ser el recordatorio de que pronto seremos quienes estén en una urna o una caja, es la confirmación de que hemos envejecido.

-¿Te acuerdas de Susanita, la hermanita de Mariana? Es esa, la ballena de allá, y esos cuatro demonios son sus hijos.

Los funerales también son la oportunidad para quedar como un perfecto antisocial.

-¿Qué pasó, ya no saludas?

Incrédulo, en un seboso abrazo te fundes en las carnes del ídolo de tu juventud, el galán de las vacaciones de verano, al tiempo que te prometes que al llegar a casa comenzarás la dieta de la sopa milagrosa y que bajo ningún concepto te mirarás al espejo, nunca más.


* * *


No nos engañemos, si uno tiene la desgracia de estar del otro lado de la cancha, por más pésames que reciba, por más palabras de aliento que escuche de gente engominada, perfumada, de voz cristalina, jamás se recuperará de la muerte de un ser querido. Su voz, su aliento, su olor, las cosas insignificantes a las que nos acostumbró día a día, van desapareciendo. Esfumándose. Y he ahí la verdadera tragedia. Es imposible instalarse en el dolor perpetuo a lo perro Hachi. La vida sigue. Y con el paso del tiempo descubriremos que apenas y tendremos un minuto para recordar al ser querido ausente. Fantasear qué haría en estos momentos si estuviera con nosotros.

La muerte es una horrenda cicatriz a la que más vale acostumbrarse pronto.

-¿A qué se dedica tu papá?

-Está muerto –respondes a manera de disculpa, pues sabes, tendrás que soportar la incomodidad del otro. Su sonrojo. Su titubeo. Su no saber qué decir. Su lo siento, aunque no sienta nada. E irremediablemente caerás en la fantasía y exageración de las virtudes del difunto. En su glorificación. Al dedo en la llaga cuando tus hijos pregunten: “¿Y cómo era abuelito?” Entonces, con horror descubrirás que lo has olvidado. O mejor dicho, que no existen calificativos para humanizarlo. Traerlo de vuelta.