martes, 28 de febrero de 2012

Por un país grande


“Es menos desagradable ver mendigar un pobre que un rico. Y un cartelón de propaganda es un rico que mendiga.”
- Gilbert Keith Chesterton


Una vocecilla se propaga de punta a punta, de norte a sur, de este a oeste, a todas horas, gracias a la radio y la televisión, nos dice al oído lo siguiente: “Lo que hace grande a un país es la participación de su gente”.

Y la gente se lo cree. O mejor dicho, como bien dijo el político alemán Paul Joseph Goebbels, una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad.

El Instituto Federal Electoral, más que un árbitro en la contienda rumbo a la presidencia, pareciera haberse convertido en un partido político más (aunque podría decirse que lo son desde hace casi 6 años, al secundar al partido en el poder para arreglar las elecciones pasadas). Según el IFE, a mayor número de personas inscritas en el padrón electoral, más grandioso y democrático será el país. Por ello, cual partido político, no escatima recursos para tener presencia en los medios de comunicación. Reto al lector a que hoy en la noche se siente a un lado de su santa madre a ver la telenovela de las 9:30 de la noche. De preferencia en el Canal de las Estrellas. Allí siempre hay más piel que mirar, además de que muestra los bonitos paisajes coloniales de la ciudad donde vivo, en un esfuerzo supremo de la gobernadora por atraer al turismo, claro, cuando los interminables anuncios comerciales lo permiten. 




-¿Cómo puedes ver esta bazofia? –le reprocharás a mamá en el primer corte comercial, aunque en el fondo, esperando con ansias que retorne lo antes posible la pasarela de carne.

-Pues para que lo sepas –mamá se defenderá con uñas y dientes- está muy buena la novela.

Para fortuna de mamá, tendrá alrededor de 8 minutos para explicarte de pe a pa la maravillosa y trepidante trama de Abismo de Pasión. Naturalmente con 5 minutos basta para ponerte al corriente con los 25 capítulos que estúpidamente te has perdido por creerte un intelectual.

-Uy, no me hagan esto –se quejará con amargura mamá al entrar el segundo bloque de comerciales.    

Si logras vencer el trance o hipnosis al cual nos inducen las telenovelas mediante frecuencias invisibles y embrutecedoras que adormecen el cerebro, te cuestionarás cómo es posible que mamá pueda ver una retahíla de 20 anuncios comerciales ininterrumpidos (sin cambiar de canal) antes de que retornen a la pantalla los protagonistas semidesnudos.

-¿Apoco fueron tantos comerciales? –preguntará mamá sorprendida al escuchar tu nuevo reproche, teniendo poco tiempo para digerir el asombro, 5 minutos exactos de telenovela antes de que entre el tercer y último bloque de anuncios, traducción: 19 comerciales (8 minutos efectivos de programación).

Si fuiste lo suficientemente observador, habrás notado que el IFE colaboró con sus buenos granitos de arena. Ni Coca-Cola se anuncia tanto, que según dicen, es la empresa que más invierte en publicidad.


Gráfica realizada por PonySR


Como soy un periodista de baja estofa, perezoso y propenso a las conjeturas, en vez de investigar, mejor hago una serie de cuestionamientos al aire, de botepronto:

¿Cuánto miles de pesos cobrará Televisa a sus patrocinadores por aparecer (una vez) en su programación con mayor rating?

¿Seremos tan estúpidos los ciudadanos que necesitamos escuchar 12 veces en una hora la misma trasnochada idea de que votar transformará al país para bien?

¿Alguien recuerda la fecha límite para inscribirse en el padrón electoral, y lo más importante, alguien creyó realmente que si denuncias a los malhechores y/o servidores públicos que intenten obligarte a votar por determinado candidato, estos serán arrestados por sendos policías de la AFI como lindamente muestran los anuncios?

Lo único claro y cierto en este asunto es que el IFE (cual partido político) está derrochando un multimillonario presupuesto (que para en manos de las televisoras y que nosotros pagamos con nuestros impuestos), además de que nos toma por retardados mentales, de lo contrario no se repetirían de a tres en tres sus anuncios.

Es eso o nos quieren lavar descarada y abiertamente el cerebro (cual partido político) repitiendo: “Lo que hace grande a un país es la participación de su gente”, lo cual, sobra la aclaración, es una descarada y aberrante mentira. Lo único que puede hacer grande a un país (si es que no está en nuestros planes conquistar Guatemala y Honduras) es la educación de su gente.

miércoles, 15 de febrero de 2012

La esposa que se convirtió en detective


El suplemento dominical del periódico El Universal tiene la vocación de contar historias y cuentos de la vida real, es decir, cero ficción. El director de la publicación me contactó luego de leer mi escrito Bicho en la revista Orsai. ¿Cómo podemos hacer para que una pluma tan educada como la tuya forme parte de nuestra revista?, me preguntó. Sáquenme de la indigencia y soy todo suyo, le respondí con lágrimas en los ojos 
(y un poco incrédulo en eso de la pluma educada). Hecho, me dijo el director, te invitamos a escribir cuentos de la vida real en Domingo.

El primer encargo que me hicieron en realidad era un reportaje narrativo amplio sobre los celos: ¿por qué somos tan celosos los mexicanos?, ¿somos más o menos celosos que los amorosos de otras nacionalidades?, ¿los celos han incrementado en la era de las redes sociales?, ¿qué dicen los especialistas sobre los celos?, ¿qué expresan? Además de intentar dar respuesta a estas difíciles interrogantes, tenía que entrevistar a celosos empedernidos, contactar asociación de celosos anónimos que necesitaran ayuda profesional de psicólogo, hablar con psiquiatras, psicólogos y terapeutas que me platicaran qué les cuentan los celosos en los consultorios.

Hice todo lo que me pidieron (y prometo subirlo al blog en los próximos días). Entregué un reportaje larguísimo y muy técnico, de lo cual lo único rescatable era un breve episodio donde narraba la historia de la celotipia de mi suegra.

-Profundiza en esa historia –me dijo el director.

Y esto fue lo que salió luego de una larga entrevista con mi novia. 




AQUÍ puedes leer el escrito.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Comienza la carrera de las fantasías, perdón, promesas


“Los políticos son siempre lo mismo. Prometen construir un puente aunque no haya río.”
- Nikita Jruschov


Bien visto no estaría mal (al menos para mi precaria economía) toparme un día con esos señores que “regalan” bolsas de despensa (incluido billete de 500 pesos) a cambio de que vote por su candidato. Lo haría con mucho gusto. Por primera vez mi voto serviría para algo: mi beneficio personal.

Tranquilos, no me juzguen con dedo acusador, soy un joven no muy versado en la materia. El 1 de Julio apenas será la tercera vez que legalmente esté “en mis manos” elegir al señor (o señora) que tome las riendas de este país.

Al igual que millones de personas soy inexperto. Me sudarán y temblarán las manos al sujetar la boleta. Me preguntaré si habré marcado mi X lo suficientemente fuerte para que mi voto cuente. Releeré 450 veces las instrucciones para no caer en la ilegalidad o la anulación. Y si nos vamos un poco atrás en el tiempo, antes de formarme detrás de una escueta fila de votantes dubitativos, seré bombardeado sistemáticamente con palabrerías, descalificaciones, acusaciones, escándalos y promesas de los aspirantes al trono.

No es de extrañar mi confusión. Mi multipartidismo. Saltar de un barco al otro como rata asustada.

Todo esto lo saben los políticos. Está presupuestado. Fría y calculadoramente. Como los números. Según la última actualización del INEGI (marzo 2011), una sustancial parte de la población (34.4%) se encuentra concentrada entre las edades de 15 a 34 años. Porcentaje al que habría que descontarle algunos puntos ya que los jóvenes de 15 a 17 años no tienen derecho al voto. Es decir, debe restársele específicamente un porcentaje del 10% que equivale a la población entre los 15 a 19 años. 



Aventurándonos a hacer una resta (estamos en época de campañas, así que todo se vale), digamos que los jóvenes de 18 a 34 años representan entre el 28 y 30% de la población total*. Un porcentaje nada despreciable, si tomamos en consideración que el resto de los mexicanos con derecho a voto es del 36.3% (es decir, los que tienen de 35 a más de 85 años).

¿A dónde se quiere llegar con el simplista desglose de estos porcentajes? A que los políticos, una vez más, en pleno siglo XXI, apelan a la insensatez de sus palabras amparándolas en la credulidad de la juventud (no olvidemos que del 28 al 30% significa una cifra mayor a los 30 millones de mexicanos); de lo contrario no tiene cabida la siguiente fantasía, perdón, promesa:

-La ciencia y la investigación jugarán un papel prioritario, por eso quiero a los jóvenes con banda ancha, con computadoras, con iPads, para que sean parte del mundo y de la competencia.

Queda claro que las campañas presidenciales no distan en lo absoluto de las campañas escolares, donde las planillas estudiantiles tienen el derecho (y obligación) de subirse al estrado y hacer toda suerte de promesas irrealizables, previo regalo de camisetas y calcomanías.

Los votantes hemos entrado al entendido de que las palabras se las lleva el viento. Y los políticos en la certeza de que el pueblo opera justo al revés de la sentencia que dio JKF: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”.

Por eso, no es descabellado decir que sigo esperando (al igual que millones de jóvenes) al señor que quiera comprar mi voto con un billete de 500 pesos. Sería la primera vez que me vería “beneficiado” por un político.     





*Naturalmente en mi estadística faltó contabilizar el abstencionismo, el voto de los no-vivos (o muertos), personajes ficticios, el voto animal, el voto mineral, etc.